Por Eduardo Milán
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Hay dos frases que pueden enmarcar, por su condición casi opuesta, a la poesía. Un marco al que le faltan dos proposiciones más para que sea un cuadrado. Sí. Pero la poesía no es un cuadrado. Y a los otros dos lados faltantes yo lo llamo ausencia. Acomodar las faltas depende de cada uno, de cada escritura, de cada concepción poética. Una de las frases: “Vivir al día”. Se entiende que como realidad, como dato de hecho irrefutable. La otra, Cara casi contraria: “dar tiempo al tiempo”. Extraña posición la del sujeto que la enuncia. Apela a un conocimiento, a una tradición, a un saber. Es más, los sabios “dan tiempo al tiempo”. La frase es curiosa si se la toma desde una posición posesiva (salvo que sea el amor): se da a lo que es. Y la posición del sujeto es de una hybris —ese pecado para los griegos que era severamente castigado— de fábula, fabulosa: de lo poco que carecemos, en relación a la conciencia, es de tiempo. Los humanos somos generosos con lo que no tenemos. Y cuando damos algo espectacular que llame más la atención que una fabulosa naranja nos sentimos extrañamente satisfechos, casi se diría absolutos por un momento.
La primera frase fue divisa de la década prodigiosa de los sesenta, la época de “al cielo por asalto”, esa frase que también parece colgar de un imposible, como cuelga una metáfora. La frase fue adoptada por movimientos contestatarios como los beats, los hippies y los jóvenes de mayo del 68. Y no hay ninguna variante de rock que yo conozca que no cuente con ella casi como posibilidad de existencia. Es lo más cercano a la expresión vital. La otra frase, “dar tiempo al tiempo”, pertenece al terreno del mito, esa tierra de semidioses, dioses y cultores de la imaginación cuando se pierde vista y aparece transformada en materia de adoración. Podemos, con escasez, manejar el tiempo. Pero sabiendo que no lo tenemos. Es más nuestro —o nuestra— la posibilidad de “dar la vida”. Pero esa esfera corresponde a los sacrificados o a los héroes. Claro que el héroe tiene esa dimensión de la ausencia que se hace material cuando se presenta. Y es el mismo dominio de la poesía aunque no el mismo destino. Eso que se llama destino cae al margen de este texto.