Novela histórica
Es el retorno de Marcia Collazo con una ficción centrada en el asedio y la caída de Paysandú defendida por Leandro Gómez.
En la Ciudad Vieja de Montevideo hay una calle llamada Bartolomé Mitre. Este señor porteño, nacido en 1821 y muerto en 1906, además de torpe traductor de la Divina Comedia y uno de los principales forjadores de la “leyenda negra” sobre José Artigas, fue Presidente de la Argentina entre 1861 y 1868, rol en el que, como prólogo a la masacre del pueblo paraguayo en la Guerra de la Triple Alianza, prestó fuerte apoyo político, económico y logístico al levantamiento en Uruguay del General Venancio Flores contra los gobiernos legítimos de Bernardo Prudencio Berro y su sucesor, Atanasio Aguirre.
En ese conflicto se enmarca el asedio y toma de Paysandú, defendida por poco más de mil hombres al mando de Leandro Gómez, apoyados por muchas mujeres de toda clase social, que cocinaron lo poco que había, hicieron de aguateras bajo las balas y cuidaron heridos. En la nueva novela de Marcia Collazo, Heroica, se narra este hecho bélico, poniendo la mira en el valor y el sacrificio de las mujeres. Mitre importa por ser el destinatario de una larga y furibunda carta que Mica Armendáriz, sobreviviente del sitio y una de las dos voces narradoras, envía por entregas al anciano ex gobernante, reprochándole su crimen.
Marcia Collazo (Melo, 1959), hija y nieta de escritores, es abogada y profesora de historia, condición esta última a la que le saca muy buen partido en su narrativa. Rigurosa en la investigación, su prosa es clara y vertiginosa, lúcida y a la vez visceral, lo que hace que sus narraciones, y esta novela en particular, puedan a la vez leerse de un tirón. Dejan al lector digiriendo un magma de ideas, emociones y sensaciones estéticas.
Personajes
Collazo tiene talento y estilo para la construcción de personajes convincentes, tanto si son centrales o episódicos, si el lector se identifica con ellos o termina detestándolos. Los principales combatientes de uno y otro bando del sitio, sobre los que hay documentación abundante, héroes o criminales, son materia narrativa que la autora explota muy bien, componiendo para muchos de ellos uno o varios momentos que los pintan de cuerpo y alma. Pero el principal logro es el rescate de las mujeres, que le permite mostrar el sinsentido y la barbarie de la guerra en quienes peor la sufren, sin chance de recibir honores, ascensos ni medallas. Son las que temen por sus hijos y maridos, las que los reciben muertos o mutilados. Son las que al ser vencidas reciben los peores ultrajes por parte de la soldadesca triunfadora. Todo esto lo muestra Collazo con mano maestra, y el lector se conmueve hasta la furia.
La autora deja claro también que las mujeres comprenden la guerra. No se deslumbran con lo heroico, algo que sí le sucede muchas veces a los varones atraídos por la aventura y la gloria bélicas.
Es una novela brutal y vertiginosa. Del mismo modo que las balas y granadas coloradas y brasileñas dieron muy pocos momentos de respiro a los defensores, la autora les propina a sus lectores un alud de violencia, al describir esa trabajosa victoria de Goliath sobre David que fue lo de Paysandú. No es para morboso regodeo que describe con detalle los derrumbes y escombros, las vísceras y los sesos en calles y paredes, el hedor de los cadáveres insepultos, el dolor sin anestesia en el hospital de sangre. No es para conmover con golpes bajos. Por el contrario, consigue que el lector haga cuestión personal de una clave histórica del Uruguay: la de un país que nació marcado por el odio entre hermanos, siempre bien aprovechado por codiciosos imperios. Como insistían en recordarlo nuestros más recientes dictadores, “los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo”.
Eros y tánatos
La novela también está salpicada de comparaciones y metáforas sutiles, aunque se las aplique para expresar el horror. Con la misma terquedad de Leandro Gómez y los suyos, la belleza insiste en aparecerse, en no permitir que la metralla la sepulte del todo. Hay, además, intermedios en verso a cargo de un fantasmal coro criollo, en los que al estilo de la época, entre neoclásico y romántico, se reflexiona sobre los hechos, poniendo en la balanza el heroísmo desesperado de unos y la alevosía de otros. Aunque inserto en una novela, el coro cumple una función similar a la del coro en la tragedia griega: ayudar a pensar, para que el texto no se quede nada más en una sucesión de acciones que el lector presencia estupefacto.
Terco como las balas y la metralla también es el amor entre hombres y mujeres. Su principal punto de condensación es la relación ente Mica, de catorce años, hija de un vasco culto y anarquista, futura maestra, y Anselmo, un muchachito analfabeto que llega de Montevideo a defender la divisa blanca y termina peleando por cosas más trascendentes, que será el único amor en la vida de Mica, a quien la entrada de los vencedores clausura como mujer de la manera más horrenda, aunque en todas las guerras sea habitual.
No todos los defensores de Paysandú fueron blancos, ni todos fueron orientales. De entre los blancos, muchos habían sido honestos fusionistas, es decir, del bando de hombres cultos que tras la Guerra Grande trató de suprimir las divisas, para unir a su pueblo, sin lograrlo. Más que por su divisa, aquellos hombres y las mujeres que los asistieron se sacrificaron por cosas más altas: patria, legalidad, soberanía. Como grita una madre sanducera, quitándoles las divisas blancas a los rendidos para evitar que los vencedores los asesinen: “Defiendan a la patria, no a una divisa”.
Hay en la Ciudad Vieja de Montevideo una calle llamada Bartolomé Mitre. No debería haberla. Cuando ese nombre salga del nomenclátor montevideano, estaremos un poco más cerca del día en el que los orientales puedan decir, como soñaba Mica entre trago y trago de caña, “Ahora todos somos Leandro Gómez”.
HEROICA, de Marcia Collazo. Banda Oriental, 2019. Montevideo, 480 págs.