Un libro inusual

Bob Dylan explica las razones detrás de una buena canción

No es filosofía sobre la canción moderna, sino observaciones sobre las letras, estructuras y, a veces, la razón de su éxito

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Bob Dylan - RECITAL

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Luis Fernando Iglesias
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La vida y obra de Bob Dylan tienen, como una de sus características notorias, la imprevisibilidad. El músico nacido hace ochenta y dos años en Duluth, Texas, se las ha ingeniado durante toda su carrera para sorprender a sus seguidores. Desde su pasaje del folk acústico al rock eléctrico, sus cambios religiosos que influyeron en su obra, sus conciertos en que suele no hablarle al público mientras interpreta sus canciones de forma tal que hasta a sus fans incondicionales les cuesta reconocerlas. En 2016, en una inesperada vuelta del destino a tono con la vida del músico, la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”. Fue la primera vez que se otorgó ese premio a un músico en su calidad de letrista, en lugar de un escritor de poesía, prosa o crónicas periodísticas. Se escucharon voces discrepantes con el fallo. Alguno dijo que, de elegir a un músico, Leonard Cohen era un autor con mayores méritos dado que a su obra como letrista de canciones, agregaba sus libros de poesía y novelas. Sin embargo, la secretaria permanente de la Academia Sara Denius fue terminante. Definió a Dylan como un gran poeta, muy original, que hace honor a la tradición de la lengua inglesa y agregó que “si miramos miles de años hacia atrás, descubrimos a Homero y a Safo. Escribieron textos poéticos hechos para ser escuchados e interpretados con instrumentos. Sucede lo mismo con Bob Dylan. Puede y debe ser leído”. Algo que no se puede discutir es su aseveración de que Dylan ha seguido reinventándose a sí mismo creando una nueva identidad. Como era previsible el músico no fue a la ceremonia de entrega de los premios. En su lugar, una nerviosa Patti Smith recogió la distinción.

 También prosa. Más allá de la música y de sus letras que pueden ser leídas como poemas, Dylan también incursionó en la prosa. Los textos que integran Tarántula, su primer libro, fueron escritos entre 1965 y 1966. Conformaban una especie de monólogo interior confuso, con influencias de autores como Jack Kerouac, William Burroughs o Allen Ginsberg. “Las cosas estaban fuera de control en aquel momento. No fue nunca mi intención el escribir un libro” expresó Dylan, quien llegó a insinuar que fue publicado por un acuerdo de su manager con la editorial. El libro recién salió al mercado en 1971 y no fue bien recibido ni por la crítica ni por el público. En 2004 se editó la elogiada autobiografía Crónicas I que narraba la llegada de Dylan a Nueva York y la grabación de su primer álbum. Una vez más contó lo que quería y de la forma que le apeteció. Luego de ese inicio, saltaba en el tiempo y hablaba de las historias de dos de sus álbumes: New Morning (1970) y Oh Mercy (1989) para volver, en el final, al comienzo de su carrera. El público quedó a la espera de la segunda parte de esas buenas crónicas. Nunca llegaron.

 Viejas canciones. El título es tan rimbombante como impreciso. No hay en este libro una búsqueda de una filosofía de la canción moderna sino una selección de sesenta y seis canciones que sirven a Dylan para hablar de ellas y de lo que se le ocurra. En algunos casos estudia la estructura del tema, su letra, las razones por las que es una buena canción y opina sobre lo que le place. El libro incluye hermosas fotografías que ilustran el tiempo en que surgieron algunas de esas canciones. Muchas son de los cincuenta, época en que un joven Dylan las escuchaba en la radio de su casa mientras comenzaba a imaginar sus futuras composiciones. Hay varias de la década del sesenta y setenta, pero faltan, entre otros, The Beatles, The Rolling Stones o The Beach Boys. Apenas hay alguna referencia despectiva al cuarteto de Liverpool mencionando sus canciones como banda de sonido de niñas y colegialas histéricas.

Dylan, casi a media voz, elabora historias a partir de esas canciones que pintan una época, un lugar, un recuerdo, así como la vida y dramas que atravesó el autor o intérprete. Lo hace con una prosa fluida y a la vez profunda, que no decae en su interés. Arranca con “Detroit City” (1963), cantada por Bobby Bare. Un tema country donde una persona desea volver a su hogar y a cosas que extraña. Dylan habla de esa ciudad donde en un tiempo “los coches salían de la cadena de montaje e iban directo a nuestros corazones”. Concluye que es solo la fantasía de volver a un lugar que no existe. “Por eso la canción funciona”. Con gran habilidad entrelaza cosas en una o dos páginas. En cuanto el lector se acostumbre a esos saltos, a lo imprevisto del encare de cada canción y las historias que aparecen como de la nada, comenzará a disfrutar este gran libro. No le sorprenderá que la elección de intérpretes vaya de Perry Como (...“vivió cada momento de cada una de las canciones que cantó… Puede que se las creyera más que algunas personas que la escribieron.”), pasando por Doménico Modugno, Frank Sinatra, Jimmy Reed, The Grateful Dead o The Who junto a otros famosos o algo olvidados a los que vale la pena redescubrir.

 También cine. Con la excusa de “Saturday Night at the Movies” de The Drifters (1964) refiere a varias películas del cine norteamericano que lo marcaron como Rebelde sin causa, A la hora señalada, Nido de ratas o Doce hombres en pugna, y hace una defensa de la música y el cine norteamericano. “Por bueno que sea Stéphane Grappelli, uno debe remontarse a King Oliver, Buddy Bolden y Louis Armstrong para encontrar el pálpito genuino del jazz”. Reconoce el valor del cine de Kurosawa o Fellini pero concluye que “todos sabemos dónde recibió el primer cachete en el culo y dio sus primeros pasos la industria cinematográfica”. En “Viva Las Vegas” interpretada por Elvis Presley, asevera que el tema de la canción es la fe. Esas personas que creen que ganarán en esa “ciudad deslumbrante repleta de tiendas de empeño y suicidas”. Compara esa fe con la de alguien que se topa en medio del desierto con una ducha y cree fervientemente “…que va a salir agua”. Habla de la carrera de Elvis y su encierro en esos hoteles a manos de su manager el Coronel Parker al que, de alguna forma, redime. Menciona al blusero Doc Pomus, a quien dedica este libro, y a otros como B.B. King y Dr. John para concluir que todos están muertos mientras cada vez hay más Hoteles Hilton en Las Vegas. “La casa siempre gana. Viva las Vegas”.

FILOSOFÍA DE LA CANCIÓN MODERNA, Bob Dylan. Anagrama, 2022.  Barcelona, 2022. 340 págs. Traducción de Miguel Izquierdo.

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