Carina Blixen
SEGÚN FRANÇOIS Dosse es el Mayo francés el que hace posible el encuentro -emocional y productivo- de estos dos hombres tan diferentes. En su monumental Gilles Deleuze y Félix Guattari. Biografía cruzada, la biógrafa Dosse maneja una enorme cantidad de información, tiene un conocimiento íntimo de la materia que trata y está afiliado a una filosofía -deudora entre otros de Deleuze y Guattari- que concibe al acontecimiento como generador de sentido.
Crea un relato preciso y abarcador a partir de incontables anécdotas mínimas y de un amplio conocimiento de la historia de la filosofía y la historia de Francia. Presenta a cada uno de los protagonistas: sus orígenes, sus características personales, sus trabajos, sus compromisos políticos, sus opciones intelectuales. Las diferencias son grandes: Guattari era polémico, hiperactivo, viajero; tenía tendencia al caos, no le gustaba estar solo y no escribía demasiado bien. Deleuze era concentrado, amable, retraído, constante, ordenado, preciso; un "viajero inmóvil".
Esa experiencia fundadora que sacude sus vidas y su pensamiento es la que crea las condiciones para que surja no solo una escritura de a dos, sino el despliegue, entre 1969 y 1991, de una construcción intelectual común. La amistad, las ideas, los libros fueron resultado de un espacio articulado entre los dos en el que no buscaron la identificación, sino la posibilidad de crear y de potenciarse a partir de sus diferencias. Algunos críticos describen esa construcción con la imagen de un "tercer hombre". Con ironía, el dibujante Lauzier, lo bautizó "Guattareuze". Lo cierto es que dio algunos libros de gran impacto en la reflexión y el activismo político del siglo XX. Esta biografía cruzada apuesta a hacer evidente su vigencia actual.
FÉLIX GUATTARI (1930-1992). En Mayo de 1968 Guattari es "un militante que se encuentra en el campo del psicoanálisis y de las ciencias sociales, administrador de una clínica psiquiátrica y autor de algunos artículos".
Era el menor de tres hermanos, el que pudo ir a la Universidad en una familia con problemas económicos. Gran lector, fue admirador obsesivo de James Joyce. Desde muy temprano quiso ser escritor, pero sabía que escribía mal. A los 15 años conoció a Jean Oury, un poco mayor, quien sería un guía importante en su vida.
En 1953 Jean Oury, que había acumulado experiencia como psiquiatra poniendo en práctica formas de tratamiento alternativas, compró el castillo La Borde en el centro de Francia. Inició un trabajo terapéutico regido por un centralismo democrático que respondía al marxismo leninismo: todos los trabajadores de la clínica debían ser capaces de pasar de la tarea intelectual a la manual y debían organizarse como una comunidad para decidir tareas, responsabilidades y salarios.
Guattari se instaló en La Borde en 1955 con su compañera de entonces. Iba y venía de París y hacía un trasiego constante de jóvenes militantes que se comprometían en las actividades de la clínica. El objetivo de la comunidad era sacar a los individuos de su aislamiento, hacerlos salir de sus tentaciones de muerte, romper con la compulsión de repetición. La psicoterapia institucional se propuso "desarrollar nuevas formas de subjetividad". Guattari pensaba que mientras la gente permaneciera fijada sobre sí misma, nunca vería otra cosa que a sí misma.
Se había iniciado políticamente en el Partido Comunista Francés. En 1948 se pasó al trotskismo (PCI) y lo abandonó poco después para formar su propio grupo en torno a la revista La voie communiste (en oposición a la guerra de Argelia). Se fue en 1965, cuando en la publicación fueron primando las posiciones maoístas. Fundó entonces la Federación de Grupos de Estudio y de Investigaciones Institucionales, un programa de investigación no académica que creó un subgrupo que se propuso realizar una conexión entre lo político y la práctica de la psicoterapia.
Un poco antes de su alejamiento de La voie communiste había roto con Jacques Lacan, a quien leía desde 1950 y quien era su maestro y analista. El desacuerdo fue político y también la respuesta a una situación abusiva. Guattari había preparado para la Escuela Freudiana de París, fundada en 1964 por Lacan, una conferencia, "Máquina y estructura", en la que se planteaban en germen ideas que desarrollaría en El anti-Edipo con Deleuze. Roland Barthes se interesó en su pensamiento y le pidió el texto para publicarlo en Communications. Al comentarlo en el diván de Lacan, su analista se enojó y le pidió el texto para su revista Scilicet. Nunca lo publicó. Al mismo tiempo se produjo el "ascenso" de la corriente maoísta en el lacanismo liderada por Jacques-Alain Miller, el yerno de Lacan.
GILLES DELEUZE (1925-1995). En Mayo de 1968 es "un filósofo reconocido, que ya ha publicado una buena parte de su obra".
Había hecho el liceo en un París ocupado por los nazis. Con su amigo Michel Tournier, el excelente narrador, formó un grupo de estudios filosóficos hostil a la noción de intimidad. Deleuze contó en una entrevista la revelación que sintió ante las primeras clases de filosofía: "Cuando me enteré de que había conceptos, me causó el mismo efecto que para otros hubieran causado los personajes de una novela fantástica. Me pareció tan vivo, tan animado". Fue un docente apasionado y seductor, un estimulador de vocaciones. Preparaba meticulosamente sus clases, para dar después la impresión de estar improvisando. Sus temas recurrentes fueron: Spinoza, Hume, Bergson, Leibniz, Kant, Nietzsche, Foucault.
Consideraba que la tarea del filósofo era, en primer lugar, "dedicarse a restituir la singularidad de los pensadores que lo precedieron", para, solo después, realizar una tarea más personal. Paradójicamente quería liberarse de la historia de la filosofía e instalaba "minas explosivas bajo el pedestal de cada filósofo". Así explicaba su método: "El modo de liberarme que utilizaba en aquella época consistía, según creo, en concebir la historia de la filosofía como una especie de sodomía o, dicho de otra manera, de inmaculada concepción. Me imaginaba acercándome a un autor por la espalda y dejándolo embarazado de una criatura que, siendo suya, sería sin embargo monstruosa".
Entre 1964 y 1969 Deleuze se fue emancipando de manera progresiva de la historia clásica de la filosofía. En sus clases fue dando importancia a la noción de acontecimiento como surgimiento de lo inesperado, y señalando la necesidad -tomada del estoicismo- de mostrarse digno de él. Entendió que la filosofía debía pensar los problemas de su época. Al hacerlo conversó con obras literarias a las que iluminó realizando conexiones imprevistas. Scott Fitzgerald, Herman Melville, Franz Kafka, Marcel Proust, Jean Jacques Rousseau, Paul Claudel, Ambrose Bierce, entre otros, estuvieron presentes en sus clases y sus libros. En los meses anteriores a Mayo del 68 escribió con Foucault una introducción a las Obras Completas (1967) de Nietzsche. Deleuze pensaba que buena parte de la vuelta a Nietzsche se basaba "en el redescubrimiento de lo intempestivo y, por lo tanto, de la historia como aparición de lo nuevo, de lo inesperado".
MAYO DE 1968. En Mayo de 1968 Guattari y su "pandilla" ocuparon el Instituto Pedagógico Nacional y participaron también de la ocupación del Teatro Odeón, encabezada por Jean-Jacques Lebel. Deleuze estaba enseñando en la universidad de Lyon, fue uno de los pocos profesores que defendió la participación en las asambleas generales y en las manifestaciones con los estudiantes. Más allá de la historia menuda, Mayo fue una conmoción que hizo posible el encuentro: "el acontecimiento de 1968 creó en ellos una `ruptura instauradora`", explica Dosse, con un concepto de Michel de Certeau.
Se vieron por primera vez en 1969 en Dhuizon, el castillo que alquilaba Guattari cerca de la clínica La Borde. No fue nada casual: el contacto fue propiciado por Jean-Pierre Muyard, estudiante de medicina, militante de izquierda, que entendió después que la "operación alquímica" funcionó. Juntos se plantearon la necesidad de salir del estructuralismo y de lo que llamaron el "familiarismo" del psicoanálisis. Quisieron demostrar de qué manera en la psicosis "los mecanismos socioeconómicos son capaces de alcanzar en crudo el inconsciente".
Ambos pensaban que Lacan se equivocaba al considerar que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Deleuze explicaba que el "inconsciente produce" y que eso significaba que había que dejar de tratarlo, como se había hecho hasta ese momento, "como una suerte de teatro donde se representaría un drama privilegiado, el drama de Edipo". En lugar de la metáfora del teatro propusieron la de la fábrica. A partir de la experiencia en La Borde, Guattari había desarrollado el concepto de transversalidad, que buscaba superar las oposiciones estructurales binarias.
Tenían también diferencias con el marxismo, pues mientras Marx partía de una teoría de las necesidades, ellos planteaban los problemas "en términos de deseos". Mientras el marxismo concebía una infraestructura y una supraestructura, ellos pensaban que no había una esfera ideológica cortada del resto de la sociedad, "sino solamente organizaciones de poder".
Querían "abrir lo binario a la multiplicidad, a la diseminación, al estallido generalizado. La libido, entonces, se remite a la energía específica que emana de las máquinas deseantes". La noción de "máquina" reintroduce el acontecimiento y el movimiento. "El surgimiento de la máquina marca una fecha, un corte, y no es homogéneo con una representación estructural". Criticaron la teoría del signo de Saussure, opusieron a una lingüística del significante una de los flujos. Se propusieron salir de la estructura y de la lengua. Consideraron que había un panlingüismo en los estudios sobre el hombre; pensaron que antes de estar estructurados por las reglas del lenguaje, los contenidos estaban estructurados por una multiplicidad de niveles micropolíticos. La filosofía que desarrollan no solo apunta a definir qué es pensar "sino también a elaborar un vitalismo que busca favorecer y comprender el acto creativo".
El primer libro que publicaron juntos, El anti-Edipo (1972), tuvo un éxito enorme e inmediato. La forma de trabajo inicial consistía en que Guattari escribiera sus pensamientos y se los enviara por carta a Deleuze para que este los trabajara con miras a la versión final: "Deleuze decía que Félix era el que encontraba los diamantes". También tenían sesiones orales: dialogaban y decidían los temas a trabajar.
Poco después escribieron un libro fundamental en los estudios kafkianos: Kafka. Por una literatura menor (1975). Una literatura menor "no es una lengua menor, sino la que una minoría hace en una lengua mayor". Es lo que descubren algunos escritores que interesan especialmente a Deleuze-Guattari: el "estar en su propia lengua como un extranjero". Plantean la existencia de un desequilibrio en el lenguaje, que es esencialmente político. En Kafka plantean los conceptos de "rizoma" y "agenciamiento" que son centrales a su desarrollo teórico. El "rizoma" (raicillas que crecen bajo tierra de manera horizontal) llegó a convertirse casi en un latiguillo de la crítica literaria. La imagen será más claramente contrapuesta a la verticalidad del árbol en Rizoma (1977) que a su vez se considera una introducción a Mil mesetas (1980). El "agenciamiento" consta de cuatro dimensiones: un estado de cosas, los enunciados, los estilos de enunciación y el territorio.
El método de Mil mesetas (1980) es transversal como el de El anti-Edipo. Quieren presentar "una nueva metafísica, una ontología de la diferencia" y al pragmatismo como una alternativa a Saussure. Plantean una lógica espacial que juega con lo liso y estriado, lo nómade y sedentario. Su repercusión es mucho menor de la alcanzada con el primer libro.
NUEVOS CRUCES. El impacto del pensamiento de ambos en el arte, en la teoría literaria y en una militancia antiglobalización, que cree en las redes y los grupos de autogestión ha sido importante. Las nociones de "multitud resistente" y "subjetividad nómada" creadas por los dos han traspasado la academia. Sus libros fueron leídos como ejemplo de posestructuralismo y posmodernismo, aunque nunca se hayan planteado esta noción.
Esta influencia estuvo acompañada desde el principio por numerosas críticas de nivel y alcance variado. En su momento Deleuze planteó que estaban buscando nuevos medios de expresión filosófica, inaugurada por Nietzsche, y que querían crear "una nueva estilística". No todos percibieron esa "nueva estilística" como una ventaja.
En el momento de publicarse El anti-Edipo una crítica de la revista Esprit ya consideraba que los autores aplicaban una "técnica de bombardeo" y señalaba "el tipo de frases afirmadas sin demostración y repetidas hasta la saciedad". También se ha puesto en duda que la fuerza liberadora del deseo fuera contra las estructuras capitalistas como ellos propusieron y como la realidad parece desmentir.
En la década del setenta Guattari estuvo en contacto con movimientos europeos: las Brigadas Rojas en Italia, las RAF en Alemania, el movimiento de comunidades alternativas de Berlín, y entró en contacto con la política brasilera. En 1977 viajó a Brasil para encontrarse con Lula, en ese entonces presidente del sindicato de metalúrgicos. En Brasil dejó alumnos que siguen difundiendo su pensamiento y propagando su activismo.
Deleuze empezó a ser leído a partir de un proceso de "desguattarización" que es justamente el que este libro de Dosse quiere cuestionar. Es lo que hace, por ejemplo, Slavoj Žižek en Órganos sin cuerpo. Sobre Deleuze y sus consecuencias (2007). En una entrevista Žižek explicó que lo que le interesaba de Deleuze es lo que llama la "realidad virtual": algo no actual y que tiene consecuencias reales. "Miremos la política, que funciona como el proverbial pecado de un matrimonio, en el que hay uno de ellos que es desdichado y sueña que algún día podrá abandonar a la mujer o al marido. Pero paradójicamente, mientras se sueña con esto, es algo que nunca se va a hacer, es sólo una posibilidad. La política de Occidente funciona de esta manera. Soñamos que podemos cambiar cosas, mejorarlas, pero es algo que nos sirve para protegernos y sobrevivir al hecho de que las cosas son así y no podemos cambiarlas".
La influencia de Deleuze ha sido importante en la Argentina. Algo de ella puede apreciarse con la lectura de La Máquina Deleuze (2006), un libro preparado por el filósofo Tomás Abraham y su Seminario de los Jueves (un grupo de aficionados a la filosofía que se reúne desde 1984).
GILLES DELEUZE Y FELIX GUATTARI. BIOGRAFÍA CRUZADA de Francois Dosse. Fondo de Cultura Económica, 2009. Buenos Aires, 692 págs. Distribuye Gussi.