Papiros y libros antiguos
Se trata de El infinito en un junco, una obra poco común, erudita, y narrada con una gran sonoridad poética, emulando las viejas técnicas de los juglares.
El infinito en un junco, de Irene Vallejo, es la historia de la invención de los libros en el mundo antiguo, siguiendo un camino ya iniciado por Jorge Luis Borges y Alberto Manguel, y renovado de forma radical por Vallejo por su forma de narrar, con una escritura que apela mucho a la sonoridad, y a la forma oral de contar historias. Es la técnica de los juglares.
A eso se suma que hay erudición, tensión, enigmas, sea describiendo hechos heroicos, paradojas imposibles, o sucesos en apariencia triviales que, con la perspectiva que dan los siglos, terminaron cambiando la historia.
El libro comienza así: “Misteriosos grupos de hombres a caballo recorren los caminos de Grecia. Los campesinos los observan con desconfianza desde sus tierras o desde las puertas de sus cabañas. La experiencia les ha enseñado que solo viaja la gente peligrosa: soldados, mercenarios y traficantes de esclavos. Arrugan la frente y gruñen hasta que los ven hundirse otra vez en el horizonte. No les gustan los forasteros armados. Los jinetes cabalgan sin fijarse en los aldeanos. Durante meses han escalado montañas, han franqueado desfiladeros, han cruzado valles, han vadeado ríos, han navegado de isla en isla. Sus músculos se han endurecido desde que les han encargado esta dura misión”. Llevan mucho dinero, lo que es peligroso en un mundo en guerra constante. El encargo es secreto: comprar libros por orden de la corte egipcia. Necesitan todos los libros del mundo para la Gran Biblioteca de Alejandría.