Divina comedia

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Mercedes Estramil

LA PRIMERA NORMA de todo escritor auténtico es que nunca, ni aun en el lecho de muerte, ni aun bajo tortura, debe responder a una crítica. Todo el mundo espera que caiga en la trampa de la réplica. No, hay que ser intangible como los gases nobles y distante como Alfa Centauro". A Niccolò Ammaniti (Roma, 1966), que colocó esa jocosa sentencia en su no menos hilarante novela Que empiece la fiesta (2009), no parece irle mal con la crítica, ni con los Premios (Strega y Viareggio) ni con las ventas.

Ammaniti fue parte de una antología italiana armada por Daniele Brolli bajo el sugestivo nombre de Juventud Caníbal. Antología del horror extremo (1998), en la que aparecían relatos de Andrea Pinketts, Stefano Massaron, Matteo Galiazzo y Aldo Nove, entre otros. Ahí había una generosa cantidad de sexo, violencia y drogas, el cóctel que agitaban otros jóvenes autores en otras partes (la Generación X norteamericana, por ej.), con la particularidad de que estos italianos le conferían una comicidad latina, y también -autoconfesión- tarantinesca. La "pulp fiction" de Quentin Tarantino era la nave guía: podía estar pasando algo horrible, sangriento, letal, y aun así el suceso provocaba risa y su ejecución, admiración.

Que empiece la fiesta es una comedia negra, disfrutable de principio a fin, armada sobre la idea simple de alternar dos historias confluyentes. Una es la de la secta satánica "las Bestias de Abadón", un terceto increíble de desquiciados que buscan emular a Charles Manson, pero se parecen más a los personajes de Álex de la Iglesia. En su primera misión -drogar, violar y enterrar viva a una virgen- resultó que la chica no era virgen, la orgía le encantó, salió a la superficie y se ennovió con uno de sus victimarios, pasando a ser la vestal del grupo. La otra es la de Fabrizio Ciba, un escritor mediático con alma de playboy, que no logra superar el éxito de su primera novela y el relativo fracaso de la segunda.

El lugar en que ambas historias se cruzan (tocándose apenas lo justo) es Villa Ada, inmenso parque público romano privatizado por un magnate dudoso que lo convierte en un "Xanadú" de proporciones. Allí tendrá lugar la fiesta del título, a la que está invitada toda la high society para un día y medio de comilonas, shows artísticos y cacerías de animales. Hay que decir que los personajes son muchos, y sin embargo el hilo no se pierde. También hay que señalar que la fiesta se convierte, como era de esperar y con una naturalidad apabullante, en otra cosa.

Omnisciente pero juguetón, el narrador no suelta nunca el espejo deformante con que muestra esta época (mediatización, consumismo, globalización, "liquidez") y esta Italia (la de Berlusconi), primas hermanas del "circo romano" de ayer. Todo aquí es vapuleado y reducido a una condición risible: los atletas rusos disidentes parecen seres lovecraftianos de tanto esconderse del comunismo en las catacumbas; el escritor de izquierdas calcula cada paso público con precisión neoliberal; la cantante ex satanista se convierte en paloma de la paz; etc.

Sobre todo la figura del "discurso" (amoroso, ideológico, literario) es contrastada como una gran farsa que apenas se sostendrá en un cambio de contexto. Ammaniti no separa su amarga, subyacente crítica, de esa fiesta del aquí y ahora, desbordante de adrenalina, a la que se pliega alegremente. Eso le juega a favor.

QUE EMPIECE LA FIESTA, de Niccolò Ammaniti. Editorial Anagrama, 2011. Barcelona, 328 págs. Distribuye Gussi.

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