El adiós al poeta Alfredo Fressia

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Alfredo Fressia

Obituario

Que seguirá alumbrando desde sus textos.

Ya en la noche del 7 de febrero corrió la noticia: Alfredo Fressia había muerto. Luchaba contra el cáncer desde hacía varios años. Su muerte ha causado sincera congoja en muchos poetas y escritores para los que fue referente, amigo y mentor.

Exiliado en São Paulo desde 1976, tras ser destituido por la dictadura militar uruguaya, siguió en lo suyo: fue docente, traductor y sobre todo poeta. Antes de exiliarse había publicado Un esqueleto azul y otra agonía (1973), que recibió el Premio Nacional de Poesía otorgado por el Ministerio de Educación y Cultura.

Fue adaptándose a su nueva ciudad y ganando lectores. Pero nunca cortó el vínculo con su país, ya desde Clave final (Ediciones del mirador, 1982) y, desde el 1985, en frecuentes visitas en la que cuidó los viejos afectos y ganó nuevos.

Montevideo, amada y sufrida, vuelve a su poesía con terquedad y sin rencor. Fressia es un poeta nostálgico, entrañable y razonante a la vez. Un poeta erudito que pone su saber al servicio de la comunicación profunda con sus lectores. En sus poemas practica el arte machadiano de hablar consigo mismo. Va un ejemplo:

ALFREDO Y YO

Duerme bajo el firmamento
la paciente flora del invierno.
Yo también duermo en mi cuarto de pobre.
Del lado ciego de la almohada
otro Alfredo tirita, es un ala
o una sombra que prendí al alfiler
entre las hojas de herbario, un insomne
aprisionado en las nervaduras,
mi fantasma transparente.
¿Qué haré contigo, Alfredo?
Afuera pasará un dromedario
por el ojo de la aguja, un milagro,
la larga letanía de tus santos
para escapar del laberinto,
tocar el infinito herido por la flecha
en la constelación de Sagitario
y siempre la tortuga en tu poema
ganaba la carrera.
Sobrevivo a cada noche
como un potro celeste
nutrido con alfalfa y con estrellas
mientras tú, Alfredo, hueles a hierbas viejas
en el cajón atiborrado de secretos.
Yo te olvido al despertar, sigo mi busca
obstinada en el pajar del mundo
y te reencuentro en la almohada
pinchado al otro lado de mi sueño

                              (de Poeta en el Edén)

Queda a sus lectores —no pocos ni sólo uruguayos— esperar por Última Thule, de próxima aparición, y por lo que los editores puedan encontrar entre sus papeles y discos duros. Para el Estado uruguayo le cabe el debe de publicar las obras completas (o una buena antología, al menos). Para los docentes, queda enseñarlo en las aulas. Para Alfredo, queda dormir en paz y seguir alumbrando desde sus textos.

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