Poéticas de Milán
Porque hay múltiples modos de cantar una canción, como también de cantar tu propia canción.
El poema épico no dice qué le ocurre a las Sirenas una vez que la nave de Odiseo ha desaparecido. Pero en la tragedia debería haber sido sin duda su última hora, como lo fue para la Esfinge cuando Edipo resolvió el enigma, cumpliendo su orden y con ello derribándola. (...) A partir del encuentro fallido de Odiseo con las sirenas, todos los cantos han quedado heridos”. Si esto hubiera sido escrito por un poeta en prosa, un Edmond Jabés o, incluso, un René Char o, incluso, un Charles Baudelaire del Spleen de París —para multiplicar la plusvalía citando a tres notables. Pero eso es la página 111 de Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos (Trotta, 1997) de Theodor W. Adorno y Max Horkheimer. ¿Quién diría? No los cantos, que han quedado heridos. Pero tampoco ningún cínico arrepentido de esos que dicen que el pensamiento crítico no puede conmover. O que no puede atreverse a la metáfora. O que ese lenguaje es sólo privilegio de la poesía. Que los tiempos perversos del capital perverso nos haya acostumbrado a que “ya no hay crítica” me parece absolutamente contundente. Basta una mirada a los populismos nacionalistas actuales para caer de la silla o del sueño pero de una vez por todas. La crítica existe. Pero lo que me importa no es defender la crítica en boca de dos de los más duros pensadores de la Escuela de Frankfurt. Lo que me importa es defender el derecho de esos pensadores al uso de una figura conmovedora como “la herida del canto”. Y sobre todo, el rebote en el canto de la desaparición de sus cantoras míticas, mitad mujer-mitad pez en algunas versiones. Hay otras donde además de cantar, vuelan. Lo que me importa no es —aunque me duele, la verdad— la desaparición de las sirenas sino lo que le traspasan al canto al desaparecer, lo que le dejan de saldo, lo que le queda a eso llamado canto que en nuestra época está en la canción pop. Nada más lejano de una sirena que un bel canto. No puedo imaginar una Carmen Sirena. Carmen es un personaje de armas tomar —una especie de bandolera. El pop es sirenaico. Y no sólo en Patty Smith o en PJ Harvey. También en Robert Plant o en Bob Dylan. Yo aprendí con Dylan algo que nunca me olvidé: no sólo hay múltiples modos de cantar una canción —a eso le llamamos cover mucho antes de esta época de recoverización del mundo—: hay múltiples modos de cantar tu propia canción. Y eso —dicen— lo aprendió Dylan de las sirenas. Del canto no sale sangre: sale multiplicidad, metamorfosis. O desaparición.