Libros del año II

El equipo de El País Cultural elige los mejores libros y las reediciones destacadas del año 2024

Cada colaborador recomienda dos

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Sebastián Mederos

José Arenas
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Allanamientos, de Sebastián Mederos. Luego de una extensa trayectoria como músico, Mederos debuta como escritor a través de un género complejo: la crónica. El autor se entromete en la madrugada de sí mismo para buscar en su memoria elementos que le permitan dar con la tumba de su padre. El resultado es un libro que, a través de una escritura testimonial que se sirve de las herramientas del “yo”, recrea una infancia de dos patrias y tres lenguajes, un exilio de joven partido que va dejando sus fragmentos también en la senda del rearmarse. Gran bandoneonista, ahora también firme escritor. (Pez en el Hielo)
Querida vieja: correspondencias desde la prisión política (1972-1984) de Nicolás Viera. Es el recorrido por la historia íntima detrás de ese momento en que su padre fue encarcelado, la forma en que una ciudad pequeña como Rosario vio, oyó y calló la situación, y al final, la enorme presencia de la literatura y la música que hay en las cartas del preso que hacen diferente a este libro de cualquier otra forma de testimonio. El arte se convierte en el lenguaje de la supervivencia, escribirle a La Vieja sobre el tango, el organito, Celedonio Flores, Homero Manzi y Miguel de Cervantes es el uso de la palabra constante para no olvidar ni olvidar/se en doce años de presidio. Una verdadera teoría de la estética habita estas cartas. (Ediciones del Berretín)

Luis Fernando Iglesias
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B.B. King Rey del Blues, de Daniel De Visé. Un minucioso recorrido por la vida y obra del músico desde su infancia pobre, sus características como guitarrista, su pasión por las mujeres y el juego, así como su vida en la carretera. Llegó a dar trescientas cuarenta actuaciones en un año con esa guitarra con la que consiguió imitar una voz humana que narra el lamento blusero. De Visé hace un estudio exhaustivo de la vida del músico con la habilidad de contarlo en forma amena a pesar de la abundante información. Unas excelentes memorias de quien fuera el Rey del Blues. (Libros del Kultrum)
Cuarteto de otoño, de Barbara Pym. Publicado en 1977, luego del rechazo de varias editoriales, transcurre en el Londres de los sesenta. Dos mujeres y dos hombres, todos ellos sesentones, comparten tareas en una oficina destinada a suprimirse cuando el último de ellos se jubile o fallezca. El azar los lleva a compartir el final de sus vidas sin tener muchas cosas en común salvo la soledad que los acompaña a cada uno. La historia se desarrolla entre la aceptación de la vejez y la búsqueda de opciones para evitar el aburrimiento, frente a la indiferencia del entorno. Un relato entrañable. (Gatopardo)

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Gerardo Ciancio
(foto Paola Scagliotti)

Juan de Marsilio
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Casa de salud, de Gerardo Ciancio. Este libro de poesía aborda, de modo entrañable y a la vez sobrio, casi pudoroso, el tema del declive de los seres queridos —para el caso, de la madre— en un ámbito como el de las casas de salud, donde el amor va de visita a rendir los últimos homenajes en vida. Y es un amor heroico porque ama igual, aunque esté de antemano vencido por la vejez, el deterioro y la muerte. (Yaugurú)
De qué va, de Hugo Achugar. El ser humano es el único animal que puede preguntarse por el sentido de la vida y de la muerte. Salvo las que da la fe, no hay otra respuesta que seguir preguntando, seguir construyendo sentido de a poco, y de a ratos vivir como si se jugara, pero con plena certeza de que la vida y la muerte no son un juego, aunque uno no sepa muy bien de qué van. A eso apuesta el autor, uno de nuestros mejores poetas e intelectuales vivos. (Yaugurú)

Mercedes Estramil
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Un lugar soleado para gente sombría, de Mariana Enriquez. El horror está en nosotros: esa premisa asoma en los relatos de Mariana Enriquez como un imperativo. Dentro de cada historia de las doce que componen este libro, el lector que quiera verse se verá, y no harán falta escenarios exóticos ni monstruos de siete cabezas. El horror en Enriquez está en la piel, en el cuerpo, la mente, el alma, el pasado y el presente cargados de preguntas sin respuesta. El miedo proviene de ver alrededor: el derrumbe social, la miseria, el crimen; y adentro: la enfermedad, el deterioro, la muerte. Hay un deleite ante todo eso y es un claro mérito de la prosa de Enriquez, lugar seguro y sugestivo desde el que ver el Mal. (Anagrama)
Lecciones, de Ian McEwan. El cruce de caminos de tres personajes arma la estructura sólida y envolvente con la que el británico Ian McEwan da estas lecciones (de vida, y de cómo se hace la ficción). Uno es el protagonista central, Roland Baines, anodino y en knock out emocional; otra es una abusadora infantil, Miriam Cornell, que deja su huella para siempre; y otra es la esposa del primero, Alissa, que desaparece y quema todas las naves para convertirse en genial escritora. En las aristas de ese triángulo circula la historia de Inglaterra y de Europa, y en la confluencia de todos esos devenires McEwan borda la única salida que justifica el ser escritor: lograr la belleza en la página. (Anagrama)

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Ángel Rama por Ombú

Carina Blixen
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La ciudad letrada, de Ángel Rama. Publicada por primera vez hace cuarenta años, La ciudad letrada fue reeditada en este 2024 con notas e introducciones esclarecedoras. El libro, imprescindible y polémico, es un clásico del ensayo sobre la cultura latinoamericana: una obra de madurez, elaborada en parte durante las zozobras del exilio y de los trámites de su expulsión de EE.UU. Rama traza largas líneas de interpretación para entender un proceso de cuatro siglos (del XVI al XX) de construcción de la cultura latinoamericana a partir de las ciudades: centros de poder y de irradiación del “sueño de un orden” y su interrelación con el escribiente, el escritor, el intelectual. (HUM)
La casa de polvo sumeria. Sobre lecturas y traducciones, de Circe Maia. La edición ampliada de La casa de polvo sumeria es un libro único en la literatura uruguaya por la extraordinaria amplitud de las referencias convocadas, la libertad con que Maia toma lo que le interesa y la delicadeza de su reflexión, la precisión de su lenguaje. Su reflexión se despliega en un ir y venir siempre inesperado e iluminador entre poemas, autores, imágenes, expresiones en la misma lengua o en distintas. Desde el Cantar de Gilgamesh a poetas actuales de diferentes procedencias, Maia ausculta mitos y palabras esclareciendo sentidos, desplegando ambigüedades, poniendo en acción poesía y pensamiento. (Rebeca Linke)

Gera Ferreira
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Las perfecciones, de Vincenzo Latronico. Trata la vida de Anna y Tom, una pareja de expats que vive en Berlín y enfrenta las contradicciones de la era digital. Examina temas actuales como la monogamia, la crisis migratoria y la vida profesional independiente en un mundo de apariencias. A través de un estilo preciso y cambios en los tiempos verbales, Latronico construye un retrato generacional agudo, revelando cómo la búsqueda de autenticidad y la insatisfacción se enredan en la vida moderna. (Anagrama)
Metal, de Lourdes Silva. La autora reflexiona sobre su cuerpo tras un accidente que requirió un implante de titanio. La obra, concebida inicialmente como una conferencia performática, toma la caída como metáfora para explorar la transformación física y subjetiva que genera el trauma. A través de la prosa poética, Silva evoca imágenes de hiperobjetos y entornos desolados, donde se yuxtaponen nociones de espacio y materia, creando una atmósfera en la que el sonido y la geología son esenciales. (Pez en el Hielo)

MERCEDES ESTRAMIL
Mercedes Estramil
(Archivo El País)

Ionatan Was
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El niño, de Fernando Aramburu. Es el Aramburu más auténtico y puro: contando alguna historia de su País Vasco natal, desde el exilio voluntario y sin la sombra de la ETA. Como en sus anteriores obras hay aquí una cuota grande de angustia, devenida en una explosión infame con sus varios muertos. Entre ellos El niño, que sí está en el título pero no es más (y nada menos) que un fantasma sobrevolando la familia. Y entre líneas, una masterclass de lo que es encarar la tristeza sin herir la susceptibilidad de nadie, y con esa voz inédita que interpela y hasta cuestiona los procederes del autor. (Tusquets)
Espinos blancos, fiestas privadas, de Mercedes Estramil. Cada uno de los cuentos aquí compilados significa bastante más que la simplicidad del relato. La autora cuida cada palabra y la prosa hasta el mínimo detalle, dejando entrever un montón de cuestiones escondidas en la letra chica, los dobles sentidos, las omisiones y otros remilgos. Por eso hay que leer sin demasiado apuro buscando los entresijos, para luego armarlos como un puzle de una miscelánea muy uruguaya, por cierto, y muy humana también, en la que no por honda faltarán el humor, la crudeza y la mirada crítica hacia la propia literatura con sus autores. (HUM)

Juana Libedinsky
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Un brote de pino, de Carolina Esses. Narra la muerte de su padre pero también las tensiones de la vida cotidiana: la madre, los chicos, dónde quedó el marido a todo esto. No hay ningún melodrama, el tono es muy directo, y no por eso menos duro. Es como leer El Año del Pensamiento Mágico de Joan Didion (autora que ella cita), pero con una familia joven protagonista en versión rioplatense, y en forma de verso. La autora (Buenos Aires, 1974) ganó el Premio Tiflos de Poesía en España. Como dice la propia Esses, quien se aferra a la escritura porque es su única certeza, “Cómo postergaría todo/ salvo estos poemas”. (Renacimiento).
Quiero y no puedo: una historia de los pijos de España, de Raquel Peláez. Escribió un libro casi de antropología social sobre los chicos bien/chetos de España que inmediatamente entró en la lista de best-sellers. Su ojo al detalle de las distintas tribus urbanas y virtuales lo hace irresistible, pero la crítica a la sociedad de consumo está abordada con seriedad, y su interés trasciende fronteras. (Blackie Books).

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Gustavo Barco
(foto Mario Peredo)

Laura Chalar
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La perrera, de Gustavo Barco. Hijo de bolivianos en una Buenos Aires sin glamour —un descampado “con casillas desordenadas, rodeadas de lonas, bolsas de plástico, zanjas humeantes”—, Gusty no es del todo argentino, como se lo recalca la crueldad banal de los que llaman a los suyos “bolitas” con “olor a verdura”, o “villeros de mierda”. Es el nexo entre sus padres y esa patria de acogida donde, encima de pobres, ahora son extranjeros. La violencia del padre lo convierte en una figura detestable, hasta que las páginas finales rescatan la apaleada humanidad de quien fue huérfano temprano y esclavo durante demasiado tiempo. (Ninguna orilla)
El cielo tácito, de Ana Lafferranderie. Su poesía, reeditada este año, es un espacio de intimidad e intimismo: “El modo de la tarde me cobija/ siempre la luz trae consigo un arrullo”. Y es, a la vez, una forma de escribir y construir abierta al mundo y a lo que en él sucede: “La plaza retrasa su rumor/ luego comienza, inevitable/ como el vuelo de un ala./ Alguien pregunta”. En este lugar ambiguo, entre lo público y lo interior, se construye un lenguaje que no esquiva la incertidumbre ni el riesgo. (Sigamos enamoradas)

Alexis Borla
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Lo que los animales nos enseñan sobre política, de Brian Massumi. Este ensayo explora dinámicas del reino animal que ofrecen base a la organización social humana. Si bien por momentos pone la poesía al servicio de la filosofía, boceta una política bien animal para, a partir de ella, descubrirnos también salvajes. El poder, la cooperación, el juego, la batalla y la libertad son tópicos que este filósofo norteamericano usó para desafiar al antropocentrismo. (Cactus).
¿Para qué sirve leer novelas?, de Alejandra Laera. La literatura y su lugar en la relación del humano con el capitalismo. Aguda y crítica, la autora explora cómo las novelas capturan el espíritu de cada época para encriptarlo en las páginas de cientos de novelas que, ante todo, explican usos y hábitos en la relación con las distintas fases del capitalismo. Si Robinson Crusoe fue la primera novela de la historia entonces Amazon es su secuela distópica: un náufrago en una isla llena de cosas que no necesita, pero que igual compra por el envío gratis. (Fondo de Cultura Económica)

Ramiro Sanchiz
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Parásitos perfectos, de Luis Carlos Barragán. Es uno de los autores más importantes de la nueva ciencia ficción latinoamericana, y su novela El gusano podría considerarse la obra paradigmática del giro weird que ha tomado el género en la región. El compilado de cuentos Parásitos perfectos va aún más allá de esa novela en su borrado de los límites de lo humano desplegando una apertura a ese más allá donde lo maquínico, lo sintético, lo biológico y lo alien se entrelazan en las posibilidades de las posthumanidades que aguardan en el futuro. (Caja Negra)
Theodoros, de Mircea Cartarescu. La última novela del autor de Solenoide cumple con todas las expectativas que sus fans han venido alimentando desde el anuncio de la llegada de esta novela. Con una prosa voluptuosa, Cartarescu construye una obra maestra: a partir del suicidio en 1868 del emperador Teodoro II de Etiopía, la novela tensa y amplia los límites y pautas de la narrativa histórica ofreciendo un compendio asombroso de figuras y técnicas literarias, incluyendo una especulación (meta)histórica que entrelaza la figura real de Teodoro II con la ficticia de un rumano que encuentra su destino en la África del siglo XIX. (Impedimenta)

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Ariana Harwicz

Fernando García
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Perder el juicio, de Ariana Harwicz. Sin lugar para el respiro, la última novela de la escritora argentina más punzante y alejada de la agenda estética contemporánea se apropia de un género de posguerra como la road movie para adaptarla a otra de sus mujeres desquiciantes, en este caso privada de la tenencia de sus hijos. Mujer-animal que vuelve a por sus cachorros con el bosque y la ruta como límites entre naturaleza y cultura. El vértigo de Harwicz está hecho de frases cortas, lanzadas como dardos al núcleo del relato. En su fuga, la voz, siempre a la sombra de la autoficción, se lleva puesto todo incluso al lector. (Anagrama)
Filosofía de la canción moderna, de Bob Dylan. Es un compendio de más de 60 canciones de otros músicos que van desde los primeros tiempos del registro discográfico a los años 80 sin prestar atención a canon alguno (mucho menos el agotador ejercicio de la revista Rolling Stone). Pero las canciones abren puertas inesperadas y Dylan las dispone como un tahúr, cartas de sentimientos y comportamientos intrínsecos a toda la humanidad. Este nuevo libro de Dylan no puede leerse (y escucharse) por fuera de su monumental etapa tardía. Aquí están, por otros medios, la Never ending tour que empezó en los 90 y la serie de discos que van de Time Out of Mind (1995) a Rough and Rowdy Ways (2020). (Anagrama)

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