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El glorioso Technicolor

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Jaime E. Costa

LA RECIENTE edición en DVD de Las aventuras de Robin Hood (1938, directores William Keighley y Michael Curtiz) muestra un deslumbrante Technicolor (fotografía de Sol Polito y Tony Gaudio) debidamente restaurado por los técnicos de Turner Entertainment. Pero además agrega un documental de 1998 llamado Glorious Technicolor (director Peter Jones), que ilustra muy exhaustivamente acerca de las técnicas que se perfeccionaron hasta lograr una película en color de impecable definición y que debería ser un elemento ineludible para todos aquellos interesados en la historia del cine.

Porque ocurre que mucha gente, en parte por desinformación y en parte por el considerable tiempo transcurrido (setenta años no es poco), cree que algunas viejas películas como Lo que el viento se llevó o El mago de Oz (ambas de 1939) han sido coloreadas artificialmente según un sistema que se puso de moda a fines de los años ’80, cuando para facilitar la exhibición de títulos clásicos en TV la empresa dirigida por Ted Turner comenzó a colorear electrónicamente muchas películas de Metro y Warner con resultados poco satisfactorios, no sólo por las feas tonalidades pastel que se lograban sino por el agravio perpetrado contra venerables clásicos del cine que quedaban de algún modo adulterados. La técnica, costosa, fue luego felizmente abandonada.

KALMUS, UN PIONERO. Los intentos por agregar color a las películas datan desde los comienzos mismos del cine. Algunos cortos de Georges Mélies de la primera década del siglo XX ya estaban coloreados a mano, cuadro por cuadro, en una técnica tan trabajosa como impracticable. Otros intentos suponían virados de distintas tonalidades (sepia o amarillo para escenas a la luz del día, azul para la noche, etc.) como se pudo ver en El nacimiento de una nación de David W. Griffith (1915) o el uso de filtros especiales en el proyector (Kinemacolor, Prizmacolor), proceso igualmente impracticable.

Pero en 1912, un inventor de nombre Herbert T. Kalmus (1881-1963), graduado y profesor universitario, comenzó a realizar experimentos con el color junto a Daniel Comstock y en 1915 formó la Technicolor Corporation, que funcionaba en un vagón de ferrocarril. En 1917 presentó un corto llamado The Gulf Between que superponía dos imágenes en color (rojo y verde) y en 1922 ya pudo estrenar la primera película de largometraje en Technicolor (The Toll of the Sea), filmada con dos cintas de película simultáneas (una sensible al rojo y la otra al verde) de las que se obtenía un solo negativo en blanco y negro. Con un complejo proceso de laboratorio surgía de allí un positivo en color, al cual le faltaba lógicamente el componente azul. Los cielos y los mares salían grises pero el conjunto era nítidamente colorido. Todo era muy costoso y ningún estudio de Hollywood pensaba que era imprescindible, aunque Cecil B. de Mille lo utilizó en algunas escenas de Los diez mandamientos (1923).

HACIA LA CONSOLIDACION. La excusa era que las películas igualmente hacían dinero aunque fueran en blanco y negro, y a lo sumo añadían como novelería (o afán de espectacularidad) alguna escena en color, pero la empresa de Mr. Kalmus no daba ganancias en esas condiciones. Cuatro grandes producciones de 1925 como Ben Hur, La viuda alegre y El gran desfile (las tres de MGM), y El fantasma de la Opera (de Universal) integraban fragmentos en Technicolor, pero sólo la Paramount se animó a hacer un western enteramente en color (The Wanderer of the Wasteland, 1924), hasta que Douglas Fairbanks logró un gran éxito con El pirata negro (1926).

El problema era que simultáneamente la Warner experimentaba con el sonido, por lo que a partir de 1927 y el resonante éxito de El cantor de jazz, el cine parlante surgió como una urgencia más acuciante que el color. Los costos se duplicaron y mientras el sonido luchaba por perfeccionarse el color volvió a quedar relegado a secuencias aisladas en films musicales, con contadas excepciones como Gold Diggers of Broadway (Warner, 1929), El rey del jazz (Universal, 1930) y la producción de Samuel Goldwyn Whoopee (Diviértase, 1930), rodadas enteramente en el primitivo Technicolor de dos cintas.

Un año antes que la misma Warner lanzara Los crímenes del museo (1933, de Michael Curtiz, enteramente en Technicolor), la compañía dirigida por Kalmus perfeccionaba un nuevo sistema de tres cintas, donde incluía el color azul y lograba tonalidades más brillantes y vistosas. El primer film rodado en el nuevo sistema fue empero un corto de Walt Disney (Flores y árboles, 1932) y hubo que esperar hasta 1935 para que el primer largometraje en el nuevo Technicolor hiciera su entrada triunfal. Producida por Pioneer Pictures asociada con Technicolor Corp., distribuida por RKO Radio Pictures, fotografiada por Ray Rennahan y dirigida por Rouben Mamoulian, Feria de vanidades (Becky Sharp) ha quedado registrada en la historia del cine como la primera película en Technicolor de tres negativos, un sistema que llegó para quedarse y perduró en forma prácticamente monopólica hasta 1952.

LA SEÑORA NATALIE KALMUS. Las pesadas cámaras de Technicolor, con los tres rollos que se imprimían simultáneamente para combinar las tonalidades requeridas, eran propiedad de la compañía de Kalmus y debían ser arrendadas por los estudios de Hollywood. El revelado se hacía también en los laboratorios de Technicolor y hasta el asesoramiento técnico corría por cuenta de la empresa. Desde 1933, la ex-esposa de Kalmus, Natalie Dunfee (1878-1965), se encargó de asesorar el color de todas las producciones que salían de allí, por lo que su nombre (conservando el apellido de casada, Natalie Kalmus) figuró siempre en los créditos con el nuevo cargo de Technicolor consultant.

El costo del sistema era muy alto y agregaba nada menos que un 50% al presupuesto original de cada película, lo que limitaba lógicamente su uso. Necesitaba además una iluminación más potente, incluso si se filmaba en exteriores, algo que se probó posible con Herencia de muerte (The Trail of the Lonesome Pine) que Walter Wanger produjo para Paramount en 1936. Mientras los grandes estudios eran renuentes al sistema, el productor independiente David O. Selznick se animó con él en El jardín de Alá (1936) donde Marlene Dietrich fue la primera gran estrella en dejarse fotografiar en colores. En 1937, Selznick probó que el Technicolor podía usarse en temas comunes rodados en interiores, como Nace una estrella y la comedia La divina embustera (Nothing Sacred), ambas con Fredric March. En 1938 insistió con Las aventuras de Tom Sawyer y al año siguiente presentó Lo que el viento se llevó, una culminación del Technicolor no solamente en riquezas cromáticas sino en espectáculo de largo aliento.

Durante los años ‘30 el color se utilizó limitadamente, con escasas culminaciones como El mago de Oz de MGM y Las aventuras de Robin Hood de Warner, además del primer largometraje de dibujos animados de Disney Blancanieves y los siete enanos (1937). Recién a comienzos de la década siguiente se inició su real despegue. El color revitalizó el género western y dio verdadero sentido a las comedias musicales. De hecho, se calcula que sobre 200 películas en Technicolor, más del 50% eran musicales y cerca de 15% westerns. Cada estudio tenía sus reinas del Technicolor: la Fox a Betty Grable, la MGM a Esther Williams, la Warner a Doris Day, la Columbia a Rita Hayworth, la Universal a María Montez. ¿Y Paramount? Tenía a Cecil B. de Mille, que desde Los siete jinetes de la victoria (North West Mounted Police, 1940) no volvió a filmar en blanco y negro.

Algunas culminaciones venían en cambio desde Inglaterra, donde Alexander Korda producía Las cuatro plumas (1939) y El ladrón de Bagdad (1940), y luego Michael Powell y Emeric Pressburger hacían lo propio con Narciso negro (1947) y Las zapatillas rojas (1948). Vendrían los artistas refinados como Vincente Minnelli y sus musicales en la MGM, los conflictos con Natalie Kalmus por el excesivo brillo o la pátina muy restallante de los colores, pero hacia fines de los años ’40 el Technicolor era un atractivo mayor en la boletería. En 1952 perdió el monopolio frente a Eastman y sufrió un golpe definitivo cuando esta competidora lanzó un negativo simple que sustituía con ventaja a la cámara cargada con tres cintas. El retiro de Natalie Kalmus en 1949 y la mala calidad del Eastmancolor de los años ‘50 (llamado De Luxe, Metrocolor o Warnercolor) marcarían el fin de una época que se conoció, simplemente, como la del "glorioso Technicolor". l

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