Naturaleza humana al límite

El horror de la caída, y la lenta vuelta a la normalidad: una crónica familiar de Juana Libedinsky

Historia de resiliencia, tesón e inteligencia afectiva

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Juana Libedinsky, autorretrato

por László Erdélyi
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El 27 de agosto de 2019, mientras los integrantes de la familia pasaban sus vacaciones en Bariloche, ocurrió el accidente. Los cuatro, Juana y Conrado, y sus dos pequeños hijos, disfrutaban cada uno a su manera del esquí. Conrado, que estaba acompañado de Nacho, un querido amigo y hombre de montaña, de pronto pasó sobre una masa de hielo que tenía una leve capa de nieve que la disimulaba. Cobró velocidad, perdió el equilibrio, y comenzó a rodar montaña abajo golpeándose contra las piedras. Al final perdió el casco y su cabeza dio contra una roca, quedando suspendido sobre las ramas de un arroyo congelado.

Luego el rescate y el primer diagnóstico: traumatismo encefalocraneal grave, y un estado de coma cercano a la muerte cerebral. “El traumatismo le produjo, además, una lesión axonal difusa: se cortaron los cables que conectan el cerebro con el resto del cuerpo, no en un lugar determinado, sino por toda la materia gris”, relata Juana Libedinsky, su esposa, en el libro Cuesta abajo, que es la crónica de ese desastre y de cómo eso afectó la vida de todos durante el largo período en estado de coma, y la posterior recuperación. Lo relata tomando la distancia justa, como una observadora que aun estando muy involucrada logra contarlo sin melodrama ni frases hechas. Por cómo es ella —es colaboradora estable de El País Cultural desde el año 2003—, por su forma de observar y de escribir notas periodísticas sobre los más variados temas, poseía amplios recursos para narrarlo sin caer en el clisé. Lo explica en el mismo libro cuando dice que si pisás en la calle una cáscara de banana y te caés, alrededor tuyo van a reír. Luego contarás el hecho a amigos y familiares, y harás reír a otros, y así te apropiarás de la narrativa, tomarás control del relato. Es lo que hace en Cuesta abajo.

Lobitos. Claro que una cosa es contarlo en sobremesa. Otra narrarlo en un libro ante un público crítico. Importa el punto de vista, el desde dónde, uno que logre mantener la tensión a lo largo de 200 páginas.

Un video que se ha hecho viral en estos días ofrece un ejemplo interesante. Registra una gigantesca ballena retozando dentro del puerto de Punta del Este, muy cerca de los yates, de los muelles, que están llenos de curiosos. El audio, casero, registra comentarios, nerviosismo. De forma lateral, casi secundaria, el video registra a tres lobitos que, desde un lugar seguro en el muelle, observan duritos la escena. Deberían estar en el agua, pero no, están descentrados, fuera de lugar, junto al resto de los humanos. El observador entrenado, en este caso Juana Libedinsky, sabrá que ese es el punto de vista, el que permite ver la escena a través de los ojos de los lobitos. Descentrándose.

No fue sencillo, porque la historia era abrumadora. En pandemia, y con Conrado ya en proceso franco de recuperación, escribió un primer borrador del libro que hizo circular entre colegas y amigos. Haciendo gala de una autoexigencia feroz, sentía que debía alcanzar un ritmo, un fluir que permitiera convertir el horror en risa, el banal anecdotario en hitos cercanos, humanos, universales. Los consejos finales llegaron del recién desaparecido Luis Chitarroni, uno de los últimos grandes editores que ha dado el Río de la Plata. Por eso llega hoy al lector un libro maduro, cuidado, narrativamente impecable.

Pensamiento mágico. El lector, entonces, se apropia junto a Juana del relato y acompaña una vida que, de acuerdo al primer diagnóstico, se iba al garete. Mientras realiza los trámites para el ingreso de Conrado al hospital de Bariloche, llama a una amiga en Nueva York —el lugar donde viven, trabajan, los chicos van a la escuela— a que le busque una carpeta preparada por Conrado que dice “En caso de fallecimiento”. Luego, durante las tediosas jornadas al lado de un Conrado en coma y entubado, ya en Buenos Aires, están los desesperados consejos de amigos, colegas, familiares. Una amiga de Juana le propone algo extremo, un trío, un ménage à trois: como una forma radical de estimulación, ella le apoyaría sus tetas en la cara a Conrado mientras Juana le hacía un blowjob. Idea que es abortada por otra amiga, quien les recuerda que están en un CTI, lleno de monitores y cámaras, lo que no auguraba un buen desenlace ante el equipo médico. Luego Tato, el hijo menor, contando que en la escuela argentina donde habían sido anotados provisoriamente, Conrado era el segundo papá más famoso, por estar en coma. El primero era un jugador de Boca Juniors. Cuando el cuerpo comenzó a dar las primeras señales, seguía sin abrir los ojos. Liliana, la mamá de Juana, toma una silla, se sienta junto a él, y le dice firme, “Conrado, abrí los ojos por favor”. Y los abre por primera vez (“Mamá era Messi” anota). Luego las primeras palabras sobre cosas concretas, banales, como el estado de la caja de cambios del auto. Conrado diría que todo fue como que “se me apagó la televisión”. Pero fue más que eso. Los ejercicios mentales que ideó él solo para recuperar facultades (para recobrar la parte física contó con un equipo de profesionales) son un ejemplo de método y rigor, de inteligencia aplicada a la restauración de funciones cerebrales. Al final la natación le permitirá la recuperación total, sea nadando a mar abierto en José Ignacio o en un club exclusivo de Nueva York al que se escapa de la oficina, uno donde van solo hombres y nadan desnudos. Una excentricidad en una ciudad excéntrica donde, hace unos meses, recibió el premio de Latin Lawyer como abogado del año 2024.

Todo el libro respira cómo Juana soportó la tensión y administró a los terceros. Su refugio fueron el tenis y los libros. Así, Cuesta abajo es un amplio registro de autores que vivieron situaciones similares, y las publicaron. Pero no meros libros de autoayuda, sino clásicos como El año del pensamiento mágico de Joan Didion, sobre su duelo por el fallecimiento del esposo. Juana lucha contra el pensamiento mágico, busca resolver cosas concretas porque siente que eso, y sólo eso, le permitirá recuperar la normalidad. Dialoga o discute con Didion. Aunque a veces sucumba a lo mágico, a todo lo inexplicable que tiene la resiliencia humana.

CUESTA ABAJO, de Juana Libedinsky. La Bestia Equilátera, 2024. Buenos Aires, 192 págs.

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