por László Erdélyi
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La historia era fuerte y ahora llegó a miniserie por FX, en la plataforma de streaming Disney. Basada en el libro No digas nada de Patrick Radden Keefe (Reservoir Books, 2020), reveló uno de los casos más atroces del conflicto que enfrentó, durante 30 años, al IRA Provisional irlandés con los protestantes y los británicos en Irlanda del Norte entre las décadas del 70 y el 90. El IRA cargaba con el secreto de 20 desaparecidos, sospechosos de haber sido soplones. El IRA los secuestraba en Belfast, los llevaba a Irlanda del Sur, los ejecutaba y los enterraba. Uno de ellos fue Jean McConville, viuda, secuestrada delante de 9 de sus 10 hijos en los apartamentos Divis con la promesa de que iba a volver. Nunca más la vieron.
No digas nada es una historia de víctimas, venganzas, sectarismo, apropiación de relatos, tristeza y dolor, con heridas que parecen nunca cicatrizar. Porque además, la que según un policía que interrogaba a Gerry Adams, líder histórico del IRA y parlamentario, fue la “guerrilla más sofisticada del mundo”, tiene un nexo en Uruguay ya que, según revela Radden Keefe en el libro, cuando Adams salió de prisión en 1972 entendió que la estructura de la guerrilla estaba obsoleta, pues era similar a la del ejército británico. Allí decidieron adoptar el modelo de células al uso del MLN Tupamaros, donde cada integrante conocía a los miembros de su célula y a nadie más. En el contexto de aquella Belfast, una ciudad pequeña de apenas 400 mil habitantes donde todos se conocían, y donde el IRA contaba con la lealtad de la mayoría de los católicos, el modelo rindió mejor que en Uruguay. Sembraron el terror por 20 años más.
Machismo. La miniserie, guionada y producida por el propio Radden Keefe, reproduce el relato del libro. Filmada en Belfast, y con la recreación digital de los apartamentos Divis (que ya no existen), conmueve de principio a fin. Está la historia de Jean McConville, la de las hermanas Dolours y Marian Price, guerrilleras de alto perfil del IRA, de Brendan Hughes, alto jefe guerrillero, y del polémico Gerry Adams. El libro lo sitúa como jefe histórico del IRA y luego como político con un rol central en los acuerdos que paz.
Dolours y Marian se sumaron a la guerrilla siendo muy jóvenes. Debieron enfrentar el machismo (las mujeres del IRA históricamente cumplían solo tareas de asistencia). Para ganar respeto fueron más arriesgadas que los hombres. Idearon y protagonizaron los cuatro atentados con coche bomba en Londres de 1973, que no dejaron víctimas pero que las llevó a la cárcel, protagonizando luego una famosa huelga de hambre (Dolours se casaría después con el famoso actor Stephen Rea). El tema del machismo tiene su espejo en el MLN uruguayo, como lo registró el libro Las Rehenas de Sanseviero y Ruiz. La figura de Dolours Price, por sus complejidades y las paradojas que instala, acaso tenga un paralelismo con la vida y circunstancias de la guerrillera uruguaya Yessie Macchi.
Otro tema es el de la lucha por el relato, sobre todo tras optar por la opción política, cuando la guerrilla decide dejar las armas e ir por las urnas. En el relato que instalan el libro y la miniserie, Gerry Adams siempre aparece como jefe del IRA Provisional, ideando, aprobando o desaprobando acciones. Es protagonista. Sin embargo, al final de cada uno de los nueve capítulos aparece un cartel grande señalando que Adams siempre negó haber sido miembro del IRA o haber participado en actos de violencia. El contraste que se instala es fuerte, y suma tensión.
El origen de este conflicto está en un proyecto conocido como The Belfast Project, surgido tras los acuerdos de paz. Allí los ex guerrilleros que querían contar su historia, en todos sus detalles, tenían garantizado el anonimato mientras vivieran. Luego de fallecidos, sus relatos grabados en cinta se harían públicos. Dichas cintas quedaban a resguardo en una caja fuerte del Boston College, en Estados Unidos. Cuando Brendan Hughes muere, y tras el suicidio de Dolours Price, la justicia norirlandesa se hizo de las cintas, y allí apareció todo, incluso Gerry Adams en su rol siempre negado. Pero ante la falta de pruebas concretas (era la palabra de él contra la de sus compañeros), no se le acusó.
La verdad vuelve, tarde o temprano. Lo sabía Nelson Mandela cuando creó la Comisión para la paz y la reconciliación en Sudáfrica. Intuía que nunca habría paz sin verdad, sin saber lo que realmente pasó. En dicha comisión, que actuaba de forma pública, incluso televisada, recibían los testimonios de los perpetradores. Si decían toda la verdad, su pena era conmutada. De unos diez mil perpetradores que se presentaron, seis mil lograron la libertad. Era importante la justicia, pero también la verdad, como relató Claudia Hilb en sus notables libros. No ocurrió así en el Río de la Plata.
Los hijos de Jean siguieron su lucha por verdad y justicia. Estaban convencidos de su inocencia. No la tuvieron fácil, pues al quedar a la deriva, sin adulto a cargo, su custodia pasó al Estado y los separaron en varios hogares, alguno de ellos a cargo de curas pedófilos. Uno de los chicos fue abusado en la Orden de los Hermanos La Salle.
Un director. En No digas nada Stephen Rea le pregunta a su esposa Dolours si estaría dispuesta a asesorar a la actriz que iba a interpretar un papel en una película inspirado en la propia Dolours, y donde él tenía un rol. El encuentro luego se desarrolla en un bar, y no termina bien, ya que es mucha la carga emocional. Dicho encuentro existió ya que estaba en preparación The Crying Game (1992), del enorme director irlandés Neil Jordan. Este cronista tuvo la oportunidad de verla antes de su estreno en una función privada junto al resto del equipo de El País Cultural, con Homero Alsina Thevenet. Había mucha expectativa. En el papel principal, Stephen Rea interpretaba a un guerrillero complejo, entre inocente y duro; Miranda Richardson a la implacable guerrillera inspirada en Dolours; Forest Whitaker era el soldado norteamericano al que secuestraban; y Jaye Davidson —nominade al Oscar por este papel— era un personaje trans del que Rea se enamora.
The Crying Game (El juego de lágrimas) se convirtió en un clásico. Eran lágrimas de una profunda tristeza, las que llegan tras constatar que todo era falso. Como lo que sostenía el “No digas nada”, o morirás. Así lo sienten Dolours y Brendan Hughes cuando dan su testimonio para The Belfast Project. Que todo era mentira, y que por eso es tan necesaria la verdad.
