El poema en la era de la virtualidad

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Poéticas de Milán

Rilke quiere dar la esencia de la cosa. Y la da, poéticamente.

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No-cosas, el término que maneja peligrosamente Byung Chul Han en su último libro para poner el dedo crítico en la llaga abierta de la nueva virtualidad —la que promete quedarse ahora que, como la música, vino, me lleva a varias cosas. Me lleva al Rilke que decía en una carta de 1925: “Ahora, desde América, vienen en montón cosas y cosas vacías e indiferentes, apariencias de cosas, imitaciones de vida”. La carta es iluminadora y merecería ser mencionada toda. Luego dirá: “antes había manzanas. Ahora hay manzanas americanas”. En un ataque de nostalgia yo puedo, en algún lugar todavía, levantar la cabeza en plena noche abierta y decir: “tan distintas a las estrellas uruguayas”. La nacionalización de la manzana y la nacionalización de la estrella son poéticas en los términos planteados por la poesía moderna, poco o nada esencializada y mucho cotidianizada, localizada. Tanto por nuestro Jules Laforgue, nacido como Lautréamont en Montevideo, como por Whitman y sus muchachos del otro lado. Pero Rilke hablaba, ya casi en brasileño, de “lar”, es decir de hogar, de lo que tienen las cosas de intimidad para “nuestros abuelos” (los abuelos de Rilke). A eso lo llamaba “las divinidades domésticas”. Ese proceso lo perdimos por el camino y es la poesía la que lo trae al presente. Era cierto lo que advertía Rilke, el mismo Rilke que escribía sus poemas-cosas, que no son los poemas objetos que descienden de “Un golpe de dados” (1897) de Mallarmé. Rilke quiere dar la esencia de la cosa. Y la da, poéticamente. Otra cosa es el objeto, ahora que jugando estamos.

Lo que me planteo a partir del término crítico de Byung Chul Han es la pregunta siguiente: ¿no estaremos, ahora que estamos en manos de la virtualidad, pensando que estamos sublimando un mundo, el mundo hiper-consumista de la mercancía que nos ahogó, con el desprendimiento físico que supone la red? Porque “a río revuelto, ganancia de pescadores” supone una red. Pero una red-red, eso por donde se airean los pescados. ¿No será una red-roja, nueva amenaza del comunismo mundial, ahora que la competencia del capital se logra a nombre del Partido Comunista de China, es decir, una de las mayores perversiones y carcajadas macabras del presente? Rimbaud sacó el poema al aire libre, fuera del “retiro en el yo” del Romanticismo, y lo soltó al mundo, a plena exterioridad, lo dejó en manos de las cosas, lejos ya de los conceptos con mayúscula de Baudelaire. Pero Rilke habla de otra cosa.

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