por Ionatan Was
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El título de la nota está correcto, y el doble sentido también. Elon Musk bien podría catalogarse tanto de genio demente, como genio de mente, que no es lo mismo. Acaso sea una condición casi necesaria para estos personajes que se salen del común de los mortales y que los hace especiales, únicos. En esas aguas navega la mega biografía titulada igual que el protagonista, Elon Musk.
El autor Walter Isaacson es un profesor universitario, también periodista, y alguna vez fue elegido por la revista Time como persona influyente. Isaacson conoce bien el rubro biografías, siendo que entre sus personajes aparecen Benjamin Franklin, Einstein, y otro genio tecnológico de nuestro tiempo, como Steve Jobs. Empero, no espere el lector encontrar una literatura excelsa. Al menos en Elon Musk, no. Aunque es cierto que Isaacson realiza un verdadero tour de force. Alrededor de cien entrevistas, más una amplísima biografía, más haber convivido un par de años con el protagonista. De todo esto sale una historia bien contada, entretenida por momentos, y cuyas setecientas páginas se alivian con un montón de capítulos titulados y no muy extensos, a través de los cuales se siguen diferentes situaciones de cronología solapada. El lector se preguntará en definitiva si vale la pena. La respuesta correcta sería: es bueno, para quien esté interesado en el personaje con toda su parafernalia.
El libro —mucho más que novela— con sus protagonistas está salpicado de epifonemas y aforismos; alguno dirá enseñanzas, y está bien. Enseñanzas de esas que aparecen con frecuencia en el suplemento El empresario de cada viernes y de las que gustan abrevar los emprendedores. Pero cuidado. Tomar el libro como paradigma podría ser un arma letal para la mayoría de los mortales. Elon Musk hay uno solo, que como los genios del deporte o del arte, nace uno en un millón.
Infancia difícil. El libro indaga no solo en la infancia sino un par de generaciones atrás, con las parejas de abuelos venidos unos de Inglaterra, otros de Canadá. Elon Musk es producto de esa mezcla, de lo cual más adelante sacará provecho. Sus padres se habían enamorado de adolescentes para luego casarse, en lo que sería un matrimonio infeliz con posterior divorcio. El niño Elon vivió los diez primeros años con la madre (modelo y nutricionista), para luego mudarse con el papá por decisión propia, en una muestra de carácter precoz que ya empezaba a definirlo.
La lectura deja ver un retrato de niño abstraído y algo solitario, un poco autista. Un niño curioso, sobre todo. También se cuenta al detalle el entorno de la Sudáfrica de los ochenta todavía segregacionista y con una violencia palpable en las calles. Tal era el ambiente de Elon Musk en la adolescencia y la primera juventud, ya cuando el maltrato del padre se había vuelto moneda frecuente. El padre se llama Errol y años después, aun a la distancia, tendrá algún encuentro esporádico con el hijo millonario. La madre Maye en cambio estará más presente en las distintas etapas.
En el ámbito académico Elon Musk era buen alumno; en especial en programación, cuando la informática daba sus primeros pasos. Asiduo visitante de las bibliotecas, se aficionó rápido a la ciencia ficción y a las historias de Marte con sus conquistas humanas. Y también se aficionó a los videojuegos, en los que solía pasarse noches enteras. Uno y otro, Marte y los videojuegos, aún hoy lo siguen desvelando.
La historia en Elon Musk no se cuenta de manera uniforme. Está el narrador omnisciente dando una aparente verdad incontrastable. Pero también, con frecuencia el autor le avisa al lector que tal persona me dijo tal cosa, tal otra me dijo otro tanto. Y el libro en definitiva es eso, llegar a la verdad mediante entrevistas y declaraciones, y en menor medida artículos de prensa y documentos. Claro que esa ‘verdad’ podría estar algo distorsionada, en especial cuanto más tiempo haya pasado de los hechos. Es un poco lo que pasa cuando Elon Musk decide intentar suerte en Canadá. El propio Isaacson lo admite: las versiones de Elon y Errol son algo contradictorias en este sentido. Al decir de Elon, el padre le habría dicho al hijo ‘nunca triunfarás’, versión que Errol nunca confirmaría.
Elon Musk emigró a Canadá con veinte años, y esto por tener pasaporte de aquel país gracias al pasado familiar. Hizo base en Toronto para estudiar matemática y física; a los pocos meses llegaría la madre y algún hermano. En Toronto, además, hizo las primeras amistades; y fue también donde empezó a forjarse una personalidad propia, en parte por una pasantía en un banco y habiendo aprendido de relaciones laborales. No le gustaba trabajar para nadie, ni que nadie supiera más que él.
Sueño americano. El lector va a entender el camino del actual hombre más rico del mundo. Y eso al libro lo hace interesante per se, ya no para los amantes de buena literatura sino para empresarios, tecnólogos, informáticos, programadores y tantos más. Pues en todos estos rubros Elon Musk demostró una tendencia maníaca por innovar. No es que se haya propuesto ser el rico de entre los ricos; simplemente un hombre que desde muy pequeño tuvo un sinfín de curiosidades. Un hombre para quien nada nunca resultó imposible.
Desde Canadá y con una beca pasó a una universidad en Filadelfia a estudiar física. Le faltaba un año para graduarse, y además de las fiestas y los videojuegos, encontró otras dos pasiones que lo marcarían a fuego: el espacio exterior y los autos eléctricos. El fin de la universidad dio paso a Wall Street, pero nada de esto lo atraía; el futuro lo vislumbraba en la costa oeste.
Eran los noventa y en Estados Unidos había empezado el furor de internet (cuando en Uruguay recién empezaba esa rareza que en la computadora hacía un ruido infernal). Elon Musk había llegado a Silicon Valley, aunque sin lentes de genio a lo Bill Gates. Para fines de la década ya había vendido y patentado su primer invento, lo que hoy se diría aplicación, una especie de mapa interactivo; se llamaba ZIP2. El libro cuenta que, en enero del 99, al vender las acciones correspondientes, la cuenta de Elon Musk pasó de cinco mil a veintidós millones de dólares, antes de cumplidos los treinta. El nerd encubierto de Silicon Valley era algo más que eso. Era un obsesivo a muerte del trabajo, un jefe ultra exigente a quien los años volverían peor.
Mujeres. No es que se equipare a las mujeres y a las empresas de Elon Musk. Pero el libro un poco así lo cuenta. Tanto las unas como las otras se fueron acumulando casi que a la par (igual que los hijos), y todas estuvieron envueltas en polémicas y discusiones. Cuando una novia lo deja, siempre aparece otra mujer; cuando una de sus empresas parece estar en bancarrota siempre aparece un salvataje que lo saca a flote.
Elon Musk vivió con sus mujeres una montaña rusa de sensaciones, casamientos y divorcios, idas y vueltas. Entre la ristra de parejas se puede contar a la actriz Amber Heard, que justo venía del escándalo con Johnny Depp. Así Elon Musk, el incógnito migrante sudafricano, se codeaba con la flor y nata del jet set hollywoodense (recuerde el lector las fiestas universitarias). Pero la relación con Amber duró poco y nada; en el libro está incluida en el capítulo “Relaciones tortuosas” (2016-17), que incluye además a Donald Trump y al padre Errol, casado con quien fuera su hijastra, y a quien, en algún momento y producto del enfado acumulado, Musk dejó de enviar dinero. Asimismo, producto de su relación con Grimes —la más estable y duradera de sus mujeres— nacería X, el bebé-niño a quien más adelante Elon llevará a todas partes. Y entre los muchos hijos se podría mencionar también al transexual que, avergonzado de su padre multimillonario, decidió cambiarse de sexo y volverse comunista, sólo para enfadarlo.
Aunque Elon Musk nunca buscó la fortuna, y hasta vendió sus propiedades para intentar reconciliarse, los millones fueron consecuencia de varias circunstancias, todas ellas armadas de una aptitud fuera de lo común, extraordinaria. Pues se trata de un hombre desde siempre obsesivo al máximo con el trabajo; un enfermito, un work alcoholic a la enésima potencia. El libro no esconde nada en tal sentido, como el hecho de llevar todo al drama, al límite de lo imposible, a lo que los más cercanos llaman ‘modo locura’. Para Elon Musk, esto sería una manera extrema de pasar cada hora, cada minuto, cada segundo. A mil revoluciones, siendo capaz de apenas dormir en la oficina o en el piso de alguna fábrica; sin que le tiemble el pulso al despedir a un séquito de empleados calificados; y escarbando siempre hasta el mínimo detalle, desde cómo ahorrar en las piezas de fabricación, hasta dudar de las correspondientes normas y exigencias, sólo porque las dispuso alguna autoridad ajena.
El libro cuenta el crecimiento (y casi caída en algún momento) de Tesla y SpaceX. Para Elon Musk, se trata de objetivos de la humanidad, mucho más que una cruzada personal: los autos eléctricos y la conquista del espacio. Tiene además una obsesión delirante por los coches sin volante, al tiempo que se guarda tiempo para la inteligencia artificial, los paneles solares y la robótica. Todo esto y más es lo que Elon Musk pretende abarcar; y no por la plata precisamente, que ya la hizo de sobra.
El juguete. En un momento el lector sentirá que lo sabe todo sobre Elon Musk, puesto que los cuentos se vuelven cíclicos, repetitivos, anunciados. Los capítulos se acumulan con un mero fin de relleno, y solo cambian los nombres o las maneras, que ya nada agregan. En esa inercia se deberá aguantar hasta la llegada de Twitter (no abarca el último cambio de nombre a X, esa letra que siempre lo acompañó). Twitter: un pasatiempo de millones en todo sentido.
Las primeras tentativas con la red social se cuentan minuciosamente, igual que la compra posterior. El autor ahora pasa a ser un protagonista más de la trama, pues es todo muy reciente, de cuando un par de años atrás Isaacson lo seguía a Musk a sol y sombra para escribirlo. Isaacson es parte activa de las negociaciones; dialoga con unos y con otros. Es testigo de lujo de la brutal selección entre miles de programadores, así como también los motivos del cierre de cuentas (Donald Trump como mejor ejemplo), las fake news y otras normas que prohíben la incitación al odio en la red.
Ya entonces, y ahora mismo, la cosa habrá cambiado. Pues a Elon Musk ya no le obsesiona como antes el espacio, ni los autos ni los robots, ni que hablar el dinero. Va en busca de algo peor y más grande: dominar el mundo.
ELON MUSK, de Walter Isaacson. Debate, 2023. Montevideo, 698 págs. Traducción de Pablo Hermida Lazcano y María Serrano Giménez.