Literatura y pintura

Escribir sobre una pintura, o escribir pintando: el delicado riesgo que asume Jorge Burel sobre Vermeer

Un ensayo centrado en la “La encajera” de Johannes Vermeer invita a leer en un tiempo lento

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Jorge Burel
(Archivo)

por Mercedes Estramil
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Para quienes miraron deprisa una pintura de Vermeer y siguieron de largo (interesante, sí). Para quienes vieron la película La joven de la perla (de Peter Webber, basada en la novela de Tracy Chevalier, inspirada en Vermeer) y pasaron (muy bien Scarlett Johansson, sí). Para quienes visitaron Países Bajos, o la ciudad de Delft, y no sabían que allí nació el pintor. Especialmente para ellos, este libro-ensayo de Jorge Burel (n. 1956) aplica como un descubrimiento y una invitación indeclinable a “volver a mirar”. Para los entendidos o los ya seducidos por el artista de Delft, Una mirada enamorada es la confirmación de la idolatría, singularizada en su óleo más pequeño (23,9 cm de alto, 20,5 cm de ancho): La encajera.

Johannes Vermeer nació en 1632, se convirtió al catolicismo para casarse con Catharina Bolmer, vivió bien mientras alcanzó el dinero de su suegra y su descendencia no aumentó significativamente (tuvo unos quince hijos), pintó más de cuarenta cuadros (unos cinco se perdieron, uno fue robado), tuvo falsificadores, fue olvidado, murió joven y endeudado en 1675, y la posteridad lo reflotó desde la rendida admiración de sus colegas (Dalí, Renoir, Van Gogh) y el estudio del crítico de arte Thoré Bürger.

Vermeer pintaba “quietud, serenidad, dulzura, silencio”, dice Burel en este libro agradablemente lento y digresivo, hecho de frases largas y encadenadas que reclaman —igual que los cuadros— atención y paciencia. Este pintor del siglo XVII no pintó batallas ni héroes ni grandes momentos de la historia. En cambio, hizo protagonistas a gente común, en ambientes cotidianos, escenarios privados y burgueses, iluminados levemente en atmósferas de silencio. La encajera retrata un momento íntimo de dedicación preciosista y consciente a una labor femenina: hacer encaje. Jorge Burel “lee” la obra en sí misma (forma, colores, luz, espacio) y en su asociación con otras artes. Deja en el aire preguntas (¿fue parte de una obra mayor?, ¿quién fue la modelo?) y señala algo que puede explicar parte de su fascinación: la modelo no estaba haciendo que bordaba sino que realmente estaba bordando, y ni la mirada del pintor ni la nuestra siglos después, podría alterar la verdad última de ese estar trabajando en paz.

UNA MIRADA ENAMORADA, de Jorge Burel. Linardi y Risso, 2024. Montevideo, 183 págs.

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