Libro biográfico

Frank Sinatra, el cantante que nació sordo del oído izquierdo, en la mirada de su amigo Pete Hamill

No tenía una voz potente, pero aprendió rápido a usar el micrófono

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FRANK SINATRA
Frank Sinatrar
(Archivo El País)

por Luis Fernando Iglesias
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El 14 de mayo de 1998 se emitió el último capítulo de la serie Seinfeld con una audiencia que se calcula en setenta y cinco millones de personas. Barbara Marx, esposa de Frank Sinatra, había ido a cenar con unos amigos. En su casa, el cantante quedó al cuidado de una enfermera. Corrían rumores de que padecía demencia y había sufrido ataques al corazón de los que pudo recuperarse. A su organismo le costaba sobrellevar el peso de una vida en la que siempre hizo lo que quiso. Esa noche, Sinatra le dijo a la enfermera que tenía un fuerte dolor en el pecho y que le costaba respirar. La ambulancia tardó apenas cuatro minutos en llegar. Las calles de Los Ángeles estaban desiertas gracias al público que seguía las últimas peripecias de Jerry Seinfeld y sus amigos. Sinatra fue internado y, unos minutos después, su esposa llegó al centro de atención. Le tomó la mano y le dijo “Frank, lucha por favor”. La respuesta del cantante fue concluyente, “estoy perdiendo”. A las once menos diez fue declarado muerto. Tenía 82 años.

Según su amigo el periodista y escritor Pete Hamill, el fallecimiento causó poca sorpresa dado que llevaba tiempo muriéndose. “También había vivido mucho, por lo que los obituarios se colmaron de su vida y su época”.

El padre de Frank, Antonio Martino Sinatra, provenía de una familia de Palermo, Sicilia y su madre Dolly Sinatra (Natalina Maria Vittoria Garaventa), había nacido en Lumarzo, provincia de Génova. Vivían en Hoboken, New Jersey, en un barrio de clase trabajadora. El 12 de diciembre de 1915 nació su único hijo, aunque el nacimiento casi no se produce. Fue en la casa de la pareja y su abuela, Rosa, ofició de comadrona. El niño venía de nalgas y tuvieron que llamar a un médico. Era grande, pesó más de seis kilos, y hubo que utilizar fórceps para que saliera de su madre. Cuando por fin nació, el bebé no respiraba. Según el cantante su abuela fue “la más inteligente en esa habitación” y lo puso bajo un chorro de agua helada que lo hizo reaccionar. “Algo se movió en mí, desperté y he bendecido ese momento, en honor a mi abuela, todos los días de mi vida”. El niño tenía marcas en su cara y su tímpano izquierdo resultó perforado.

Creció en época de la ley seca, que duró hasta 1933, y de la gran depresión económica de la década del treinta. Uno de sus abuelos custodiaba camiones que transportaban, en secreto, bebidas. Su padre Antonio, fue boxeador y adoptó un nombre irlandés: Marty O’Brien. Los italianos no eran bien recibidos en el boxeo. Dolly tuvo varios trabajos. Fue activista del Partido Demócrata, practicaba abortos clandestinos y regenteó una taberna donde, en forma oculta, expendía bebidas alcohólicas. En ese lugar había una pianola que, gracias a un rollo perforado, ejecutaba melodías. Fue el primer acompañamiento que tuvo Frank para entonar viejas canciones a los parroquianos. Los que le prestaban atención notaron que ese niño de ojos azules tenía algo especial.

A su manera. En charlas de bar de algunas madrugadas, Frank intentó convencer a su amigo Pete Hamill que lo ayudara a contar su vida. El escritor nunca aceptó. En 1999 Hamill, en solitario, publicó su libro en el que trata de explicar las razones por las que Sinatra importa. En menos de doscientas páginas logra un relato apasionante, a tono con la vida y carrera del cantante. La conclusión es clara. Más allá de los amores, el personaje que creó, su mal carácter, sus vaivenes en la política y hasta su supuesta relación con la mafia, Sinatra importa por la música, por esas canciones que supo interpretar como nadie con ese latido a soledad detrás de su voz. Tenía diecisiete años cuando se mudó a New York. Pronto corrió el rumor que había un chico que cantaba en bares de carretera con pequeñas bandas y que lo hacía muy bien.

Volvió a su casa para avisar a sus padres que abandonaba los estudios. Enfurecida, su madre le tiró con un zapato que rompió el cuadro de Bing Crosby que colgaba en una pared del dormitorio de su hijo. Trataron de convencerlo que abandonara esa idea y que tomara el examen para ser policía. Poco a poco entendieron que la decisión de su hijo era irreversible. Resignada, Dolly gastó sesenta y cinco dólares en comprarle un pequeño sistema de sonido que incluía un micrófono. Frank no tenía una voz potente ni la técnica para proyectarla, pero aprendió a utilizar el micrófono. Lo alejaba y acercaba de su boca logrando matices acompañados por una dicción que fue perfeccionando. El micrófono pasó a ser una extensión natural del sentimiento de su voz.

En 1935, con otros tres jóvenes, ganaron un concurso de cantantes amateurs. Los Hoboken Four salieron de gira y obtuvo sus primeros dólares. El grupo se separó, pero Frank continuó cantando en bares y salones. El trompetista Harry James había dejado la banda de Benny Goodman y quería conformar su propio grupo. Le ofreció ser su cantante y le recomendó que cambiara de nombre sugiriendo el de Frank Satin. Pero Sinatra rechazó la sugerencia. Años más tarde le contaría a Hamill que bastaba un nombre falso en la familia, refiriéndose a la carrera de boxeo de su padre, y que con ese apellido quizás “ahora estaría cantando en un crucero”. Mientras se consolidaba gracias a las actuaciones con la banda de James, proyectaba los próximos pasos de su carrera. El trombonista Tommy Dorsey era el director de una famosa big band donde tocaron grandes músicos, entre ellos el baterista Buddy Rich. El cantante Jack Leonard renunció al grupo y mencionó que había un joven de apellido Sinatra que podía suplantarlo. Con esa banda, a partir de 1940, obtuvo sus primeros éxitos. Frank reconoció que de Dorsey aprendió muchos aspectos del negocio de la música, así como el control de la respiración, por la dinámica, estilo y fraseo con que el trombonista tocaba su instrumento. Lo aplicó a su forma de cantar en la que no cortaba frases para respirar. Practicó natación y solía sumergirse en el agua conteniendo la respiración todo lo que podía como ejercicio para lograr esa técnica que perfeccionó su estilo de cantar.

Sinatramanía. Para generaciones posteriores quizás resulte extraño saber que en la década del cuarenta, Sinatra llegó a provocar en las jóvenes una reacción de histeria similar a la que provocaría la beatlemanía de los sesenta. Su separación de la banda de Dorsey no fue sencilla. El trombonista aceptó que rompiera su contrato con la condición de que le cediera la tercera parte de todo lo que ganara como cantante por el resto de su vida. Tiempo después Dorsey aceptó rescindir ese acuerdo injusto y hubo rumores de que fue presionado por la mafia. Comenzaba la leyenda que relacionaba al cantante con la cosa nostra. En el excelente documental All or Nothing at All dirigido por Alex Gibney (2015), se aclara que fue el secretario de la Federación Americana de Radio quien amenazó a Dorsey. Si no llegaba a un acuerdo con Sinatra, no aparecería más en las radios y le sería muy difícil encontrar actuaciones en hoteles o salones. Frank tuvo que pagar cincuenta mil dólares y el contrato se rescindió. Las actuaciones en teatros y salones con diferentes bandas hicieron que su popularidad creciera día a día.

El 7 de diciembre de 1941 los aviones japoneses atacaron Pearl Harbor. Estados Unidos entró en guerra, pero Sinatra no fue reclutado dado que su tímpano perforado no lo hacía apto para ingresar al ejército. Un año después en New York le ofrecen cantar en un gran teatro para un espectáculo de fin de año. Al cantante le costó creer que iba a cerrar un show donde tocaría la orquesta de Benny Goodman. Cuando Goodman terminó su actuación, presentó con breves palabras a Sinatra. Giró y a su espalda escuchó un fuerte griterío entre las mujeres del público y pensó “¿Qué demonios es esto?”. Esas mujeres amaban las canciones que entonaba el cantante tanto como a ese delgado muchacho que parecía susurrar en sus oídos. Muchas de esas chicas habían quedado solas luego que sus maridos o novios tuvieron que ir a pelear a la guerra. La voz de Sinatra alentaba la fantasía de que ese crooner ocupaba el lugar vacío en sus corazones y que les cantaba solamente a ellas.

Amor furioso. En 1939 Frank se casó con su novia de la adolescencia Nancy Barbato. Tuvieron tres hijos. El matrimonio subsistió pese a las infidelidades. Varias de esas jóvenes que lo adoraban en el escenario pudieron cumplir sus fantasías. Hasta que conoció a la actriz Ava Gardner de la que se enamoró perdidamente. Era parecida a Sinatra en varios aspectos. Le gustaba fumar, beber y tenía una sexualidad que no solía controlar. Luego de complicadas negociaciones, Nancy aceptó el divorcio y Sinatra se casó con Gardner en 1951.

Los cincuenta marcaron la decadencia del cantante. Había probado actuar en el cine, pero los escándalos con su nueva esposa y los cambios de la moda en la música hacía parecer que ya era historia. Se separó de Gardner en 1953 aunque siempre fue la mujer de su vida. Cayó en varias depresiones e intentó suicidarse. Todo parecía concluido. Sus canciones no eran éxitos, sus álbumes habían bajado en las ventas y tenía problemas con la compañía discográfica.

El resurgimiento vendría a través de una película, From Here to Eternity (1953), dirigida por Fred Zinnemann. Un papel de reparto, el soldado Angelo Maggio, cautivó a Sinatra. “Yo conocí a Maggio, crecí con él en Hoboken” repetía el cantante. La historia de que obtuvo el papel gracias a la mafia, retratada en la famosa escena del caballo decapitado en The Godfather (1972), también parece dudosa. Hubo una serie de hechos, todos legales, que lo ayudaron a conseguir el papel. Ava Gardner, la estrella del momento, presionó y ofreció hacer otra película gratis si se lo daban y el casting que hizo Sinatra fue formidable. Resurgía de las cenizas y ya nadie lo sacaría de lo más alto de la popularidad.

Como dice Hamill en su excelente libro, más allá de la fama su mejor logro fue su voz. Una voz cuyo tono cambió con el tiempo “de un violín a una viola y de ahí a un violonchelo, con un rico registro medio y oscuros tonos bajos”. A una dicción perfecta, impecable gusto musical y un swing inigualado, Sinatra agregó su personalidad orgullosa y ganadora. Pero fue su voz la que lo llevó a ser el cantante popular más importante del siglo XX, transformándolo en leyenda luego de aquella noche de calles desiertas de Los Ángeles.

LA VOZ. Por qué importa Sinatra, de Pete Hamill. Libros del Kultrum, 2023, España, 154 págs. Traducción de Jorge F. Hernández.

 

Frank Sinatra
ASSOCIATED PRESS - SINATRA HOSPITALIZED - A - FILE - FILE--Frank Sinatra, is shown in this 1990 file photo during a concert in New York's Radio City Music Hall. Sinatra was hospitalized in Los Angeles Monday, Jan. 6, 1997, for undisclosed reasons. Sinatra, 81, spent a week in hospital in Nov.96 for a pinched nerve and slight pneumonia. The hospital refused to disclose why he was there this time, but Sinatra is not thought to be suffering from a life-threatening illness. (AP Photo/Mario Suriani) - NEW YORK - NY - USA - MARIO SURIANI - GVS XAG CON BPT
MARIO SURIANI - STR - ASSOCIATED/ASSOCIATED PRESS

El nexo con Uruguay: Dan Mitrione
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Frank Sinatra intervino, junto a Jerry Lewis, en un concierto que tuvo lugar en 1970 en Richmond, Indiana, recaudando fondos para la familia de Dan Mitrione, agente del FBI asesinado por los Tupamaros en Montevideo. Allí Sinatra cantó “My Way” señalando que “yo nunca conocí a Mitrione, pero él era mi hermano. Así como usted y yo, y Jerry, somos hermanos. Así como en Estados Unidos todos somos hermanos... tengo la corazonada de que en ustedes, amigos, hay muchas cualidades de Dan Mitrione y créanme que él está en mi libro de seres humanos que merecen ser recordados y reconocidos”.

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