por László Erdélyi
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El jazz nunca muere. Lo curioso que esta vez, como en los últimos 28 años, esas notas bailarinas e improvisadas no salieron de un club de jazz, sea de un sótano de Buenos Aires, Nueva York o Moscú. Este jazz vive en medio del campo, entre las vacas de Punta Ballena, y es obra de un emprendedor único, Francisco Yobino.
El 28o. Festival Internacional de Jazz de Punta del Este volvió a estar con figuras de primer orden del jazz mundial, siempre con la dirección musical de esa leyenda viva que es Paquito D`Rivera. Paquito no se cansa de repetir, cada vez que sube a escena, que este “es el mejor festival de jazz del mundo”. Que él lo diga no es una exageración. Se sabe que ya no quedan, en el mundo, eventos como éste donde el jazz tradicional es el eje.
Fue del sábado 6 al miércoles 10 de enero, y como suele suceder, el mal tiempo hizo de las suyas. El domingo 7, mientras tocaba el notable pianista venezolano Benito González junto a Tatev Yeghiazaryan y el maestro del saxo alto Mark Gross, una lluvia violenta y veraniega obligó a suspender la música, que se reanudó al día siguiente a las 10 de la mañana. Lo curioso es que, hace varios años, la lluvia también obligó a suspender la música de Benito González en este mismo festival, y a continuarla al otro día. Aquella vez éramos pocos los que volvimos a la mañana a escucharlo y, la verdad, casi nos hizo bailar. La limpieza profunda de su ejecución, la energía de las notas que emanaban del piano Yamaha de cola, convirtieron a este cronista un fan total de Benito González. Y esa magia volvió a repetirse en este 2024 junto a la furia descontracturada de Tatev en la voz, y las melodías puras que Gross arrancaba a su instrumento. Cuando la miel llega a los oídos, solo falta un paso para la epifanía.
Los fanáticos también tuvieron oportunidad de escuchar a un cuarteto legendario, el de Elio Villafranca & the Jass Syncopators. El pianista cubano Villafranca deslumbró con su latinidad y virtuosismo, y el resto de los integrantes, mirándose de memoria, dejaron en claro por qué Freddie Hendrix en la trompeta, Edward Pérez en el contrabajo y Dion Parson en la batería, son maestros en esta magia sublime. Lo supo el propio Yobino que deambulaba entre el público diciendo, bajito, “qué cuarteto les traje”. Uno cuyas notas, con seguridad, seguirán sonando para siempre en la finca El Sosiego.