Un clásico romántico

John Keats, el boticario que se convirtió en un notable poeta inglés, pero no llegó a vivir un lustro

Una nueva selección y traducción de sus poemas que lo actualiza, en edición bilingüe, a más de dos siglos de su nacimiento

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JohnKeats en óleo de Joseph Severn, miniatura de marfil, 1819, detalle.

por Juan de Marsilio
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John Keats (Londres, 1795–Roma, 1821) hubiera podido vivir con buen pasar dedicado a sus labores como farmacéutico, ejercicio para el que se había certificado tras practicar con varios cirujanos y boticarios. Huérfano de padre a los nueve años y de madre a los quince, su abuela influyó mucho en su crianza y educación: lo envió a una buena escuela donde ya de muchacho el futuro poeta mostró interés por la literatura y dotes para ella. Tras sólo dos años en su profesión, decidió dedicarse por completo a escribir. En menos de un lustro produjo una de las obras poéticas más notables del romanticismo inglés. En Belleza y verdad, recién publicado por Pre-Textos, el poeta, ensayista y traductor Lorenzo Oliván presenta, en edición bilingüe, una muestra representativa.

La belleza.Una cosa bella es un gozo eterno”, escribió Keats en el verso inicial de su poema “Endimión”. Y en su “Oda a una urna griega” afirmó que la belleza es la verdad (“Beauty is truth”). El romanticismo de Keats debe entenderse no como mero un afán de expresar su yo, sino con la ambición de plasmar la belleza de las cosas en el poema, para lo que es necesario primero consustanciarse con esa belleza. Así, definiendo lo que es un poeta, escribe en “¿Dónde se halla el poeta?”,
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Es aquel que ante un pájaro,águila o reyezuelo, encuentra su caminoa todos sus instintos. Le ha escuchadoal león su rugido y puede hablarde lo que su garganta endurecida expresa.A él el grito del tigrele llega articulado y se abre pasocomo lengua materna entre su oído.

Uno de los campos en los que mejor alcanza Keats su ideal de belleza es en la celebración —no mera descripción detallista y servil— de la naturaleza y el paisaje. El grillo, la cigarra, el ruiseñor, el paso de las estaciones disparan en el poeta la palabra perfecta para que su lector revalore —emocionado— su propia experiencia de lo natural, y el deseo de hacerse uno con la naturaleza, como puede apreciarse en la estrofa III de la célebre “Oda a un ruiseñor”,
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Perderme, disolverme y olvidar totalmentetodo lo que en las ramas tú nunca has conocido: el hastío, la fiebre y la angustia de aquí donde los hombres se sientan a escuchar entre sí sus lamentos, donde el temblor agita esas últimas, pocas, tristes canas, donde la juventud se vuelve pálido, pobre espectro y se extingue, donde el solo pensar nos llena de pesares y de ojerosas desesperaciones, donde no puede nunca la belleza conservar el fulgor de su mirada ni unos nuevos amantes mutuamente anhelarse más de un día.

La fama. Si bien la obra y la persona de Keats fueron apreciadas por poetas como Byron y Shelley, los miembros de la segunda generación romántica inglesa como él, muertos tempranamente, alcanzaron la merecida fama sólo post mortem. Pero no era la fama lo que más perseguía,
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La Fama, joven díscola, se muestra siempre esquiva con quienes la cortejan de rodillas, serviles, pero, en cambio, se entrega a algún descerebrado y pierde ya del todo la cabeza por los que ni la miran. Es como una gitana que no habla con aquellos que aún no han aprendido sin ella a ser felices; una coqueta, a cuyo oído nadie ha susurrado nunca, que opina que la insultan los que sobre ella opinan. En verdad que es gitana, nacida junto al Nilo, cuñada del celoso Putifar. Enamorados bardos, pagadle su desdén con más desdén; artistas que de amor aún suspiráis, lunáticos del mundo, la mejor reverencia dedicadle y decidle “¡hasta la vista!”, que si le gusta, entonces, ella os perseguirá.

Keats creía que con diez años le iba a alcanzar, pero la vida no le concedió siquiera un lustro: se lo llevó temprano la tuberculosis, lo mismo que a su madre y a su hermano Tom. El poeta lo intuyó y escribió en “Cuando me asalta el miedo de dejar de existir”,
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Cuando me asalta el miedo de dejar de existir antes de que mi pluma haga espigar mi rico pensamiento, antes de que altas pilas de libros bien impresos guarden, como un granero rebosante, el trigo ya en sazón; cuando contemplo sobre el estrellado rostro de la noche, entre las nubes, símbolos portentosos de alguna gran leyenda y presiento que no me dará tiempo a perfilar sus sombras con el mágico pulso de todo lo fatal; y cuando intuyo, bella y fugaz criatura, que nunca más podré fijar mi vista en ti, ni saborearé la fantástica fuerza del amor realizado; entonces, a la orilla del anchuroso mundo me quedo solo y pienso hasta que amor y fama se abisman en la nada.

Y con esa estrategia lo logró, pese que, como todo gran poeta, muriese insatisfecho con su obra. La antología logra su objetivo de presentar los distintos aspectos de la obra poética de Keats. La traducción logra captar la esencia de los textos, aunque al lector rioplatense le rechinarán algunos giros del castellano peninsular culto que el traductor emplea. Falta un glosario para las complejas alusiones literarias y mitológicas incluidas en los poemas.

BELLEZA Y VERDAD, de John Keats. Editorial Pre–Textos, 2023. Valencia, 212 págs.

Cub. «Belleza y verdad»
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