Ley, justicia y literatura
María Kodama no podrá eludir las críticas en su defensa de Jorge Luis Borges, pero la ley la ampara. La justicia sin embargo no siempre le dio la razón. Y quizá pronto habrá más novedades.
María Kodama nació en Buenos Aires. Es hija de María Antonia Schweizer y del japonés Yosaburo Kodama del que heredó rasgos orientales en su rostro y carácter. Conoció a Jorge Luis Borges cuando tenía dieciséis años. Juntos estudiaron literatura inglesa antigua y se convirtió en su colaboradora inseparable, primero, y esposa después. A partir de la muerte de Borges, Kodama fue designada por el escritor como su heredera universal y albacea de su obra, papel que cumple en forma estricta, sin rehuir enfrentamientos. En 2006 Adolfo Bioy Casares publicó Borges, una voluminosa autobiografía que trataba en forma minuciosa la amistad entre los dos escritores sin escatimar detalles íntimos. Kodama se indignó. Trató a Bioy de traidor, dijo que Borges una vez lo definió como un “cobarde”, y que una persona que revelaba en una autobiografía el nombre de sus amantes, algunas de ellas aún casadas, solamente se lo podía calificar como “desecho humano”. Concluyó: “Bioy es el Salieri de Borges”. El escritor, traductor y editor Alberto Manguel, conocido de ambos escritores, salió en defensa de Bioy en El País Cultural (Nro. 1198). Aseguró que Kodama siempre lo había odiado y que dada la íntima amistad de éstos, ella siempre se sintió como una intrusa. Kodama ejerció el derecho de respuesta abogados mediante (Nro. 1204), y le contestó a Manguel. Fue dura, y reiteró lo que pensaba de Bioy. Sin embargo, Manguel había reconocido que Kodama luchó con “estafadores y editores inescrupulosos defendiendo los derechos literarios de Borges”, y dándole el mérito de haber cuidado a su marido y a su obra hasta los últimos momentos de su vida.
Kodama entabló juicio por difamación contra Pierre Assouline, ante un artículo de Le Nouvel Observateur donde se afirmaba que había manipulado la voluntad de Borges e impedido la publicación en francés de algunos de sus libros. Inició otro litigio por injurias contra el biógrafo de Borges, Alejandro Vaccaro, por un artículo publicado en la revista Veintitrés, en el que se refería a manejos hechos sobre la obra de su esposo. En el primero ganó, y en el segundo la demanda fue rechazada. Ha negado la posibilidad de usos o intervenciones de la obra de su marido. Demandó a Roberto Alifano, al que acusó de violar derechos de autor, por el libro El humor de Borges y la Agenda Borges 2001, que incluía frases del autor argentino. En un diferendo que no llegó a los estrados, consiguió que Alfaguara atendiera sus reclamos sobre un libro de Agustín Fernández Mallo, El Hacedor (de Borges). Remake, publicado en 2011, donde el español utilizaba el texto de Borges para realizar un juego literario. El caso pudo haber derivado en una polémica apasionante. Lo que para Fernández Mallo era un homenaje para Kodama era un intento de apropiación de Borges.
Hay dos mundos que a veces se miran con recelo. El creativo, la búsqueda estética, la creación a partir de reescritura de una obra, rehacerla agregando trabajo original del autor, lo que es una técnica válida. Pero hay otro mundo, el jurídico, donde el derecho de autor es claro en cuanto a que solamente se puede utilizar una obra con autorización de quien posee los derechos de la misma. Según Fernández Mallo se estaba atacando una técnica literaria; la crítica y los lectores entendieron el homenaje. No así Kodama que logró que la obra fuera retirada de circulación.
Engorde
En 2009, el escritor argentino Pablo Katchadjian dio a conocer un libro que llamó El Aleph Engordado. Pensado como un experimento literario, tomó el cuento original de Jorge Luis Borges, “El Aleph”, que fuera publicado por primera vez en la revista Sur en 1945, agregándole 5.600 palabras al texto original de 4.000 y creando una nueva obra. Tuvo un tiraje de trescientos ejemplares a través de la pequeña editorial Imprenta Argentina de Poesía, la mayoría de los cuáles fueron obsequiados por el autor. A fines de 2011 recibió la primera notificación de que María Kodama le iniciaba un juicio acusándole de plagio y de atentar contra la obra de Borges atribuyéndose un texto ajeno. Había publicado una obra sin autorización y había alterado “dolosamente su texto” incurriendo en plagio. Sin embargo, Katchadjian aclaraba en su libro que “El trabajo de engordamiento tuvo una sola regla: no quitar ni alterar nada del texto original, ni palabras, ni comas, ni puntos, ni el orden… el texto de Borges está intacto pero totalmente cruzado por el mío, de modo que, si alguien quisiera, podría volver al texto de Borges desde éste. Con respecto a mi escritura, si bien no intenté ocultarme en el estilo de Borges tampoco escribí con la idea de hacerme demasiado visible: los mejores momentos, me parece, son esos en los que no se puede saber con certeza qué es de quién.” En El Aleph Engordado no se diferencia el texto original de Borges con el agregado por Katchadjian.
El derecho de autor protege el derecho moral del creador sobre su obra original y le reconoce la propiedad sobre la misma. La ley obliga a respetar la integridad e invariabilidad de la obra, otorgando al autor la facultad exclusiva de enajenar, reproducir, distribuir, publicar, traducir, adaptar, transformar, comunicar o poner a disposición del público la misma. Ese derecho permanece con el autor por toda su vida y por un plazo posterior a su muerte. En Argentina, y a partir de diciembre pasado también en Uruguay, ese plazo es de setenta años. El primero de enero de 2057 la obra de Borges pasará al dominio público y podrá ser utilizada en forma libre, atento a la legislación de cada país. La legitimación de Kodama en el reclamo es indiscutible, pero se critica su inflexibilidad. Beatriz Sarlo ha dicho que Kodama es una rústica exageración de la figura del heredero por la forma en que determina qué se hace o deja de hacer con ese gran legado cultural dejado por su marido. Ella responde que no permitirá que la obra de Borges sea utilizada por personas que solamente buscan fama utilizando el nombre de su marido y violando el derecho de autor.
Instancias
A fines de 2011 Katchadjian recibió la primera notificación del reclamo de Kodama. Lo acusaba de haber distorsionado uno “de los más célebres trabajos de Borges, convirtiéndolo en un pastiche”, y de haber violado la propiedad intelectual sobre dicha obra. El juicio penal duró varios años. En primera instancia Katchadjian fue sobreseído, al no encontrarse mérito para la denuncia. La sentencia fue apelada y la Cámara de Apelaciones ratificó el sobreseimiento. Un nuevo recurso interpuesto llevó el caso al Tribunal de Casación que determinó que el reclamo era válido y volvió el proceso al Juez de Primera Instancia. Se realizó un peritaje sobre el texto de Katchadjian que concluyó: “Surge en forma palmaria la alteración del texto de la obra de Borges por parte del evaluado, dejando caer por tierra el descargo intentado por este último, en cuanto pretende explicar que la publicación de El Aleph Engordado obedece simplemente a una experimentación literaria”.
Fernando Soto, abogado de Kodama, dijo: “Cambiar palabras por otras, párrafos enteros, cambiarle el sentido al cuento, eso no es un homenaje, ni un experimento literario, eso es adulterar la obra de otro”. El juez imputó a Katchadjian un delito de violación a la propiedad intelectual, trabó embargo sobre los bienes del acusado por ochenta mil pesos argentinos, mientras estudiaba la condena que podría llegar a los seis años de prisión. El Centro Pen Argentina, rama local del Pen Club Internacional —célebre asociación de escritores— condenó que se hubiera judicializado el caso y tuvo la adhesión de muchos autores. La organización concluyó: “cuando las cuestiones artísticas intentan dirimirse en los tribunales derivan en conclusiones tan alejadas de la justicia como de la libertad de creación”. César Aira, Claudia Piñeiro y Ricardo Piglia, entre varios, hicieron oír su voz contraria a la condena a un autor que solamente había realizado un experimento literario.
“Yo no publiqué el cuento de Borges. Publiqué una novela mía. Es distinto. El plagio no es un concepto literario. Es un concepto jurídico, legal, lo que sea, pero no es un concepto literario. Yo estaba pensando en literatura”, declaró Katchadjian. Nunca fue intención del autor atribuirse el texto de Borges como propio ni tampoco intentó engañar al público ocultando que “El Aleph” integraba su trabajo. Eso, en concepto de este cronista, aleja la figura del plagio que tiene como componente esencial la intención de engañar a otro atribuyéndose la autoría de un trabajo que no es propio. Por lo dicho tampoco se configura el dolo (engaño, fraude o simulación llevados a cabo maliciosamente con la intención de dañar a alguien) en su accionar. Ricardo Strafacce, abogado de Katchadjian y también escritor, apeló la condena y, en lo que parecía un punto final al diferendo, el demandado fue nuevamente sobreseído por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, que revocó el procesamiento al entender que el “engorde” es un procedimiento “extremo pero legítimo” utilizando el texto para producir una nueva obra literaria. Algo a lo que hizo referencia el propio Borges en su cuento “Pierre Menard, autor del Quijote”.
Coletazos
“A partir de ahora no va a ser gratis enjuiciar a los escritores cuando se proponen un juego literario...” escribió el abogado Strafacce en su Facebook donde publicó parte de la sentencia que establecía que Kodama debía “pagar las costas. Mis honorarios, los de su abogado y la tasa de justicia". El revuelo fue mayor dado que la sentencia mandaba a trabar embargo sobre los “derechos de autor de la obra de Jorge Luis Borges que pudieran corresponder a la ejecutada María Kodama”. El monto del reclamo es $ 888.000, algo más de nueve mil dólares. Algún medio sensacionalista llegó a titular que la heredera perdería los derechos sobre la obra de Borges. Fernando Soto, abogado de Kodama, respondió en un reportaje del diario Clarín, que el embargo no llegará a efectivizarse dado que abonarán la cifra. Avisó que también él reclamará sus honorarios en las instancias que resultó ganancioso y que está a estudio el inicio de una acción civil. Si bien en la instancia penal no hubo delito, en el ámbito civil puede probarse que hubo una reproducción y alteración de la obra de Borges, sin autorización. Katchadjian nunca engañó a nadie, porque desde el comienzo explicó el juego literario, pero utilizó un cuento de Borges sin solicitar autorización para hacerlo. Nuevos capítulos de esta larga novela, que ya posee demasiadas páginas, pueden avecinarse.
María Kodama no podrá eludir las críticas a su forma de actuar y proteger la obra de Borges, pero la ley la ampara. Los derechos morales sobre la paternidad, respeto e integridad de la obra, se traspasan del autor a los herederos junto a los derechos económicos sobre la obra del autor. Mientras esté en dominio privado son los herederos quienes determinan qué se puede hacer o no con ella. Si bien a veces se queja de lo agotadora que es su misión, Kodama parece sentirse cómoda en el papel de custodia del legado de uno de los escritores más importantes del siglo pasado y defiende la creación de ese hombre al que amó, según sus palabras, “for ever and ever and a day” (por siempre y para siempre y un día).
Obra propia y ajena
Más allá de este rol, Kodama publicó en calidad de autora el libro Relatos (2017) que fuera reseñado en El País Cultural.
En 2016, apareció su Homenaje a Borges (Sudamericana) donde reúne una selección de veinte conferencias de las muchas que ha dado sobre el autor y su obra. Es otra forma menos beligerante de custodiar el legado de su marido. En el conjunto se encuentra una visión cercana de quien lo conoció como nadie. Sus opiniones son fundadas y las conferencias tienen un nivel de erudición justo. El libro es un homenaje en el aniversario número treinta de la fecha en que Borges entró al “Gran Mar”, como la pareja llamaba al momento en que abandonó este mundo. Está segura que, desde algún lugar del infinito, el libro alegrará a su esposo que siempre la alentó a que publicara. Los temas elegidos van desde las bibliotecas, el periodismo, Islandia, el Golem, los sueños, lo fantástico, el Oriente, todos muy caros a su esposo. Algunas reiteraciones sobre la obra de Borges, entendibles, pueden causar molestia. Son reparos menores a estas veinte conferencias que ayudan a repasar parte de la obra y el pensamiento del gran escritor argentino en forma amena, en las que la autora demuestra conocimiento, admiración y algo de devoción.