Poeta en la frontera
El portuñol es la lengua de Fabián Severo, y así ha marcado un trillo destacado en la poesía nacional y fuera de fronteras.
Fabián Severo (Artigas, 1981) es poeta. Ha confesado que escribe para no morir de tristeza. Su patria es la frontera con Brasil, en especial Artigas. Su lengua, el portuñol.
A Severo, lo poeta no le quita lo novelista: por su novela Viralata ganó el Premio Nacional de Literatura en 2017, y su poesía llegó al prestigioso The New Yorker. Ahora Sepultura, poética de cabo a rabo, es también cumplida novela de principio a fin.
El relato es a la vez simple y complejo. Un viejo de pueblo Sepultura le cuenta a una mujer de la ciudad lo que le dicen los muertos del cementerio. Ella ha venido, previo a una operación cerebral, a rescatar parte de su pasado, en especial al Yoni, su abuelo, un desaparecido. El “escuchador” le irá contando, con saltos y digresiones, la historia que le piden, dejándola apenas sugerida. Por el camino, mientras oye en su cabeza voces de difuntos, dirá otras historias: la de su vida con su mujer, la Tere, y el hijo muerto en la infancia, el Toñito; la de cómo la escuela enseñaba a los niños a negar sus raíces, las fábricas secaron el río, y el muro de la frontera, impuesto por los militares, separaba Sepultura de Soledade, su vecina próspera del lado de Brasil.
Mientras cuenta, el narrador reflexiona sobre la miseria y la injusticia, el amor, el horror de que muchas veces el hombre vive como ya muerto. Ante tanta cosa triste, dejar la historia de uno para que otros la cuenten es una manera de no morir.
Como Hemingway, Severo muestra la punta del iceberg de su historia, y que el lector haga el resto. Al inventarse un territorio mítico — con el río Yaguareim y las ciudades de Ortigas y Riveramento— sigue a García Márquez o a Onetti, y con ellos a Faulkner. Al convertir el portuñol en lengua narrativa, toma la posta de Saúl Ibargoyen, que lo hiciera en sus novelas Noches de espadas y Soñar la muerte, pero en un tono más triste y más dulce. El hablar desde la muerte emparienta esta novela con Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Sin negar al niñito criado en Artigas, Severo es erudito, aunque nunca pedante.
El portuñol de Severo no le causará gran dificultad al lector acostumbrado al castellano (que tropezará en el texto, en lugares y a propósito de asuntos estratégicos, con frases en español, intercaladas en medio del discurso portuñol del narrador). La edición es cuidada y el diseño de Alejandro Sequeira hace del libro un agradable objeto.
SEPULTURA, de Fabián Severo. Ediciones de la Canoa, 2020. Montevideo, 144 págs.