Elvio E. Gandolfo
ES INEVITABLE que el aspecto más conocido de Dani Umpi sea el musical. Al menos en Montevideo. Porque en Buenos Aires se publicaron sus tres novelas: Aún soltera, Miss Tacuarembó y Sólo te quiero como amigo. Por ahora, allí es más conocido como escritor. Como músico, Umpi ha creado una "persona" más que un personaje: crenchas largas y multicolores que le estallan a partir de la cabeza, ropa femenina un poco trucha (batones, vestiditos, equipos de gimnasia). Y sobre todo una mirada y una sonrisa frontales, inquisitivas, francas.
Es interesante ver cómo mucho consumidor cultural que empieza por rechazar con violencia esa "persona", termina por aceptarla con una sonrisa. En parte se debe a su centro de "buena onda", y también a la lucidez de sus respuestas en los reportajes, que se multiplicaron a partir de que uno de sus clips entró en MTV. En ellos se niega a entrar en cualquier casilla prefabricada, incluida la de homosexual o gay, palabras tan rígidas y estereotipadas como cualquier otra. Afirma además vivir y disfrutar el presente, sin inventarse grandes expectativas a largo plazo. Si en la superficie parte de su encanto viene de proyectar una imagen de mascota irresistible, el agrado suele imponerse al fin por el reconocimiento de su inteligencia y sensibilidad. Y del modo en que se instala en una zona personal: entre otras cosas rechaza los tonos a veces arrogantes del pop: "entre `alta cultura` y `baja cultura` me quedo con la baja. (…) Yo estoy en el abajo. No me interesa prestigiar nada."
En escena toca "acompañado" por señoras que saltan al ritmo del rock y agitan sus guitarras, obviamente replicadas en playback. Con poco más de treinta años (nació en Tacuarembó en 1974) ya tiene etapas artísticas diversas a sus espaldas: por ejemplo una producción de fotógrafo considerable (la menos conocida) y también de artista plástico.
LAS LETRAS. Sus tres novelas tienen que ver con personas o personajes solitarios, y son muy sólidamente literarias. Eloísa, la protagonista de Aún soltera, es una cuarentona adolescente, con la vida un poco a la deriva. Acaba de vender su departamento "para pagar las deudas del Clearing de Informes" y decide irse a un chalé de Piriápolis porque nada la ata "a una ciudad tan agria y descuidada" como Montevideo. En el viaje conoce a Elisa, una mujer más joven, que se deja olvidado su diario íntimo en el asiento. En Piriápolis recordará a Pedro, un novio anterior, conocerá a una peluquera/o, seguirá tomando a Teté Coustarot como modelo, y se expresará con metáforas elaboradas: "desorientada, como cuando se intenta cambiar de canal televisivo con el control remoto sin darse cuenta que se ha tomado el del equipo de audio".
Miss Tacuarembó circula libremente entre la infancia y el presente de joven promotora de perfumes de su personaje. Al parecer menos sola (vive con Carlos, un compañero de juegos infantiles) su mundo más sentimental que afectivo se verá sacudido casi por necesidad. Carlos es homosexual, tiene un amigovio, Enrique, y la aparición de la madre para "reconciliarse" en público y en televisión tensará al máximo la convivencia de todos en un departamento más bien apretado. En los abundantes fragmentos infantiles hay un empleo a la vez intenso y desopilante de la figura de Cristo, a quien la muchacha considera obligado a cumplir sus deseos (un televisor color, por ejemplo). Entre los personajes inolvidables hay dos mellizas arrogantes e insoportables. No tolera mucho a su madre ("me avergüenza. Me siento como una japonesa nacida de una coreana"), pero al fin se reconcilian.
A la larga en los libros de Dani Umpi el modo de vida desestabilizado, imprevisible de sus personajes, encuentra su factor equilibrante en el cariño, un cariño del momento, de los detalles, que ellos disfrutan en su misma fugacidad. Y en la lucidez. Como cuando plantea la diferencia con su madre: "Siempre supe que su verdadera vocación era ser monja y vivir en función de Cristo, mientras que yo creía que Cristo existía en función de mí."
EL PRESENTE SENTIMENTAL. Esa apertura que ofrece el cariño no se niega la irritación o el fastidio, sin embargo. Es lo que ocurre con Sólo te quiero como amigo, hasta ahora su libro más maduro y complejo. Aquí la primera persona femenina pasa a la voz de un homosexual "colgado" por su pareja: "Quedé duro, con la campera puesta. Un perchero. Un gato que acaba de caer en el patio del vecino y trata de ubicarse." Con una estructura a la vez fluida y muy cuidada, la separación (a medias) va desgranando su relación con su ex "suegra", la aparición de Gonzalo (que trabaja en un laboratorio), una memorable escena, extensa e intensa, donde los dos "ex" discuten la propiedad de una licuadora. La voz, el espíritu, la mente y el corazón de quien narra están invadidos por la duda y el rencor, pero a la vez por la apertura: participa en lo que su presente sentimental hecho trizas le va ofreciendo. Es destacable la minucia con que se mezclan en el relato datos sobre el combate contra los tordos tomados como plaga, por ejemplo.
En los tres libros Umpi se muestra experto para insertar marcas de perfumes o de ropa, personajes populares de la música y la televisión, o centros de alto "cholulismo" cultural (los libros de David LaChapelle) sin romper la textura del lenguaje. Ese lenguaje es totalmente suyo, se encadena en ritmos y aceleraciones o frenadas, y expresa con sutil contundencia sentimientos y sensaciones huidizas. Si en la superficie parece remedar una corriente verbal o mental, cuando termina su despliegue se advierte hasta qué punto es en realidad un estilo plenamente literario.
Críticos y editores argentinos parecen en los últimos años obsesionados por encontrar un "heredero de Puig", como antes en encontrar un heredero de Borges (Ricardo Piglia, por ejemplo) o de Saer (Sergio Chejfec, por ejemplo). En ese sentido han metido en la "bolsa Puig" a cualquiera (Washington Cucurto, Alejandro López, y siguen firmas). Por lo general ese movimiento se basa en una idea sobre Puig tan ridícula como la "mala escritura" de Roberto Arlt: tomarlo como un mero reproductor del fluir verbal, la cultura "popular" de sus personajes. Basta leerlo para percibir que se trata de otra cosa. Alberto Giordano, una de las voces ensayísticas más penetrantes de Argentina, apuntó al respecto: "Como en la de Puig, según la sabia intuición de Aira, hay en la literatura de Umpi un `gesto inicial de amor` dirigido hacia las voces narradas, que si no se debilita, les garantiza alguna forma de supervivencia al proceso de aniquilación que desencadenan los estereotipos."
Hay algo paradójico en el hecho de que sus personajes, cuando vuelven a estar solos, como el protagonista de Sólo te quiero como amigo, lejos de dar una idea de final deprimente, proyectan la sensación de una nueva apertura. "Estás solo en una playa. Te dejaron solo, te abandonaron. Ya está. Se fueron. Te sentás en una roca, sin saber qué hora es, esperando amanecer, pensando, reflexionando, meciéndote como un bobeta, recordando muchos momentos, atando cabos." Curiosamente, suena a una expresión perfecta del proceso literario: más que una nueva pareja, la meta inmediata bien podría ser el libro siguiente. O las dos cosas. En sus tres libros, Umpi encarna su decisión de evitar lo que denominó "el ego surf", no creérsela. Preferir la fuerza del cariño a la mera fuerza del carisma.
AÚN SOLTERA, Mansalva, 108 págs. Buenos Aires, 2006, MISS TACUAREMBÓ, 204 págs. Interzona, Buenos Aires, 2004 y SÓLO TE QUIERO COMO AMIGO, 253 págs. Interzona, Buenos Aires 2004, de Dani Umpi. Distribuye Gussi.