Poéticas de Milán
La poesía es esa capacidad de ser y no ser al mismo tiempo.
La guerra bloquea la imaginación. Es, entre otras, su tarea. Prohibido “saltar” por encima de la contingencia. Te apega al hecho, no hay más que el aquí, no lejos ni más lejos. No hay otro fuera de esto. Pero es un aquí sin la transparencia del presente, sin la conciencia del presente como único tiempo real de existencia. Es un presente sin conciencia. La conciencia del presente como el único tiempo real da un giro afectivo: hace querer el presente, vivir con detalle la vida. Si la imaginación no actúa la erótica posible se vuelve descriptiva. La escritura compite en la capacidad de fidelidad al sucediendo: el tiempo es un elástico estirado y en suspensión, un espacio cerrado del que no sale nadie, un patio circular donde los presos dan la vuelta al mundo con sus zapatones arrastrados y sus cordones sin atar. La escritura poética entra en un hiperpresente: las cosas brillan más de lo común, aun las opacas, las mudas, las entradas en la cueva sorda de la madera. De ahí el zanate y su canto. De ahí, de la imaginación faltada. En el canto de un pájaro negro brilla la huella de la imaginación. Ella se anida allí, se enrosca, hace un nudo de canto. El pergamino desovillado es un palimpsesto. Al desdoblarlo, cae un manto vertical como tapiz de pelo de Gabriela Gutiérrez Ovalle. Allí está escrito el papel del imaginar en la historia del canto pero también en el bloqueo de su acción durante la guerra. El papel de imaginar como invención de mundos por venir. La invención como búsqueda es el gran motor de la máquina humana. Esa búsqueda que permite desmentir las “únicas realidades” o las “sin opción” de los sistemas económicos impuestos a sangre y fuego. La imaginación es la alternativa abierta al aire. La imaginación es el otro posible antes de plantarse ahí adelante.
Yo imagino el canto. Un canto con mundo o un canto sin mundo. Yo imagino un canto sin palabras. Pongo palabras al canto de un pájaro muy parecido al cuervo pero con la cola más larga, zanate. No sé lo que quiere decir porque no quiere decir. Pero que exista un pájaro que coexista conmigo me permite incluirlo en mi existencia, una existencia con saber y sin saber. La poesía es precisamente esa capacidad: la de ser y no ser al mismo tiempo. ¿Eso es incógnita? ¿Eso es pobreza? Eso es felicidad. La guerra con su desborde irrecuperable termina con todo esto. Pero el zanate, pájaro utópico, entre las ramas o parado sobre la fuente ordena el fin de la enfermedad.