Poéticas de Milán
Detrás de todo está el terror de Occidente a la decadencia.
Ahora la poesía también cae bajo una guerra. Sus maravillosas salidas tangenciales que hicieron la delicia de los poetas mayoritarios del siglo XX, sordos a las advertencias del trío dinámico Baudelaire-Rimbaud-Mallarmé, no pueden escapar al presente, un presente sin final previsto. Si el final del presente es el bloody future por el que lucharon nuestros padres y abuelos bajo la bandera enseñoreada en la forma de una zanahoria tecnológicamente puntual (puntual por la punta, por el ir adelante siempre, por el estar a la delantera de los descubrimientos, Qué palabrita, América) mejor no moverse. Manrique, Jorge, ya lo sabía: “Non mirando nuestro daño/corremos a rienda suelta/sin parar./Desque vemos el engaño/e queremos dar la vuelta/no hay lugar”. El primer no-lugar de la poesía enunciado en el siglo XV. O sea, la poesía ocurre en presente, se lee en presente, se escribe en presente. Lo que se entiende como pasado o anterioridad o antecedentes se trae al presente: ese es el sentido del “make it new” de Ezra Pound. Es lo que está vivo para nosotros. En una texto notable, “Guerra y demencia senil” que está en el blog Lobo Suelto, Bifo explica las raíces profundas de esta necesidad de acabar con todo que se puede enraizar en el deseo de realizar la Gran Rusia —siempre humillada, nunca reconocida, relegada a segundo o tercer lugar y otros argumentos dignos del Gran Maestro perenne Adolfo Hitler. Y es cierto, lo nazi no se borra así como así. Detrás está el terror de Occidente a la decadencia. Este es el tema. Occidente aterrorizado por la inevitable decrepitud de lo humano y de lo vivo, acaba con lo que está para que no devenga. Para no devenir, se venga en el presente. ¿Qué harán nuestros poetas ante lo inevitable, echarle la culpa a la experimentación formal, a la oscuridad significante, a la falta de “realismo” como Neruda en la Guerra de España cuando dice en Tercera Residencia: “Preguntaréis ¿y dónde están las lilas?/ Y la metafísica cubierta de amapolas?” Se refiere a lo que el mismo había hecho en la Primera y Segunda Residencia en la Tierra. Pero “la metafísica cubierta de amapolas” es uno de los ejemplos que he encontrado más finos de lo que es una metáfora perfecta. Hasta como autocrítico Neruda era fuera de lo común. Y en el levantamiento franquista de 1936 le habían matado inmediatamente al brote fascista a su amigo íntimo y admirado Federico (García Lorca). Ni Franco ni Lorca justifican la andanada antiformalista de Neruda. El realismo no es un reconocimiento del presente, no en este mundo. Es una habilitación al pasado como reverso exacto de un futuro que se niega. El pasado es un alimento, no un lugar. Si se cae en su adoración, ahí está el hegemón chino para convencernos de que el arte es repetir una y otra vez lo mismo. El impávido hegemón chino, aliado silencioso del último zar que invadió Ucrania.