por José Arenas
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Alguna vez dijo Fogwill que el paso de los poetas hacia la narrativa podía ser peligroso, porque el poeta intenta encontrar en el género narrativo una consagración como escritor que no suele darle la poesía. Y si bien no se equivocaba en el hecho de que hay un halo falsamente sagrado en —especialmente— la novela, también es cierto que hay veces en que ese paso no se da con pretensión sino que se trata de un ejercicio más de la buena escritura. Lo otro, ya se sabe, es cosa de las editoriales.

Un devenir con buenos resultados puede encontrarse en Los lejos, la primera obra narrativa de Magdalena Portillo (Montevideo, 1991). Ya consolidada como poeta, esta es su primera incursión en la narrativa y el doblez que ha dado la estética de su voz es tan potente, íntimo y convincente como el de su poesía. Eso sin problematizar el texto: Los lejos puede ser tanto una novela como un conjunto de micro relatos, así como un ejercicio de prosas líricas. Quizá ese despreocupado límite corrido entre las formas del discurso —cuestión a la que Benedetto Croce se refería como una discusión vacía— sea lo que hace del libro una forma de ir cantando sin darnos cuenta en qué ritmo han decidido moverse las seis cuerdas de la tinta. Se lee por libro más que por novela. Serán versos que sigan de largo o narraciones que estén marcadas por la poesía. Eso será trabajo del lector.

Son breves los fragmentos que componen el tejido de Los lejos, cada uno con su pequeña consciencia particular, con su historia mínima y en llamas como partes de una serie de mosaicos que, al final, van a armar algo mayor que no necesariamente es un relato hecho de retazos, sino “un algo” tejido con el mismo lenguaje preciso. La paradoja con cada uno de estos episodios que involucran confesiones, recuerdos, evocaciones y reflexiones es que forman parte de un libro cuyo título invoca a la lejanía pero cada momento pone a quien lee muy cerca de la voz narrativa. Aquel lector que entre en el libro sentirá que se le revelan episodios con reminiscencia de secreto.

Al final del texto una nota de la autora desbarata, por un instante, el ambiente de la lectura pero no desmerece en nada todo lo que antes se ha leído. Solo se muestran un poco las cicatrices de batalla que deja la escritura y que antes no se habían visto, o decidimos ignorar. Más allá de eso, Portillo crea un lejos conocido. Su libro llama y, de repente, el horizonte está a un paso de distancia.

LOS LEJOS, de Magdalena Portillo, Emecé, 2024. Montevideo, 154 págs.