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por László Erdélyi
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La escritura de Carlos Manuel Álvarez descoloca. Cuando se trata de Cuba, su país natal (Matanzas, 1989), escribe de la gente, de sus rutinas diarias, de los pequeños desafíos que implica sobrevivir, conseguir alimento, defender un trabajo. En su prosa no hay comunismo ni anti-imperialismo ni Fidel Castro ni el Che. No hay relatos. Hay seres humanos con sus alegrías y tristezas, sueños y frustraciones. “Está Cuba”, dirá Martín Caparrós. No en vano es considerado una de las estrellas de la nueva narrativa latinoamericana, con un libro anterior que merece ser leído, La tribu, Retratos de Cuba (2017). Como toda su obra, todo él. Incluso sus posteos en Facebook, o sus artículos del New York Times.
En su nueva novela, Falsa Guerra, vuelve a colocar al lector en un estado de gracia particular, por fuera de todo discurso. Ya no hay tanta Cuba como en libros anteriores, ahora es México DF y Miami con personajes de la diáspora que han decidido abandonar la isla. Miami, con su aire de no-lugar, es la que duele, porque se viste de latina pero no es, pues o te subes al carro para hacer dinero de manera enfurecida o te conviertes en marginal, en otro caído del tren del sueño americano donde “a veces se supone que tienes que quedarte en formol, como si la vida no pasara por ti” dice el narrador.
“Falsa guerra” es el título de un capítulo que se repite. Allí se desarman las palabras falsas. Estando en Miami, “al rato vino una mujer y nos preguntó de dónde éramos (...) Iba pronto a la isla, para ver de cerca los logros que allí había. Eso dijo, y yo me pregunté si eso estaba pasando de verdad. Mi chica sonrió y abrazó a la mujer. Le dijo que mejor fuera a ver otra cosa, una palma real, un tocororo, un carro viejo. (...) La mujer quedó un poco aturdida, pero igual fue muy cariñosa. Nos dijo que sí, que a ella le gustaba el castrismo. Yo seguí callado. ¿Qué palabra?, pensé. ¿Qué hacía esa palabra ahora aquí?” La falsa guerra es aquella que usa palabras vacías que en Cuba “no decían nada, que estaban dichas para disimular”.
El narrador aclara que pudo haberse quedado en la isla en un lugar donde “enviar despachos desde el enquistamiento”, pero “yo no lo quería, relatar y convertirme en relato”. Optó por el salto al vacío. Se suceden entonces sitios como Hialeah, Miami Beach, los no lugares donde los personajes deambulan a veces sin sombra.
Carlos Manuel Álvarez fue preso en Cuba en 2020. El olor de la cárcel, real, verdadero, es de las cosas más auténticas que quedan en la isla. Fue preso por disidente, por escritor, por ser alguien “a quien la rabia” no le fue negada.
FALSA GUERRA, de Carlos Manuel Álvarez. Sexto Piso, 2021. Madrid, 242 págs.