por Darío Jaramillo
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El escritor francés Romain Rolland (1866-1944) —ganador del Premio Nobel de literatura en 1915— es el autor de esta breve biografía de Beethoven, quien había nacido el 16 de diciembre de 1770 en Bonn, en donde vivió sus primero 20 años. Cuenta Rolland que el genial músico nació en una mísera buhardilla, que “era flamenco de origen” y que su padre era “un tenor borracho y sin talento” que “quiso explotar sus disposiciones musicales y exhibirlo como un niño prodigio; a los cuatro de edad lo sentaba, durante horas enteras, frente a su clave o lo encerraba con un violín y lo abrumaba de trabajo”.
Su madre era “una criada, hija de un cocinero y viuda en primeras nupcias de un ayuda de cámara”. Beethoven la adoraba, pero ella murió de tisis en 1787. En una carta de ese mismo año, Beethoven escribe: “¡era tan buena conmigo, tan digna de ser amada, mi mejor amiga! ¡Oh: quién más feliz que yo cuando podía pronunciar el dulce nombre de madre, y que ella podía escucharme!”. Apenas murió su mamá, él se hizo cargo de la familia y de la educación de sus hermanos.
Sordera. En 1792 Beethoven se trasladó a Viena. Entre 1796 y 1800 empieza a sentir las manifestaciones de la sordera: “las orejas le zumban noche y día; lo minan dolores en las entrañas; su oído se debilita progresivamente. No lo confesará a nadie durante muchos años, ni a sus amigos más queridos; evita toda compañía para que la enfermedad no sea advertida, y este terrible secreto sólo es suyo; pero en 1801 ya no lo puede callar, lo confía con desesperación a dos de sus amigos”.
Al pastor Amenda: “Tu Beethoven es profundamente desventurado. Debes saber que la parte más noble de mí mismo, mi oído, se ha debilitado mucho. Ya en época en que estábamos juntos sentía síntomas del mal, y lo ocultaba, pero después ha empeorado mucho… ¿Curaré? Lo espero, naturalmente, pero muy poco, porque estas enfermedades son de las más incurables”. A otro amigo, Wegeler: “… llevo una vida miserable, desde hace dos años eludo toda compañía porque no me es posible conversar con los demás: soy sordo. (...) Los sonidos altos de los instrumentos y de las voces no los oigo si me coloco un poco lejos”. El mismo Wegeler dice que “no conoció nunca a Beethoven sin una pasión llevada al paroxismo”. Y cuenta Rolland que “en 1801 el objeto de su pasión fue, parece, Giulietta Guicciardi, a quien inmortalizó con su famosa sonata Claro de luna, op. 27”. Para Beethoven era una muchacha adorable, “que me ama y a quien yo amo. Son éstos los primeros momentos felices que tengo desde hace dos años”. Según Rolland pagó duro por esa pasión. Su enfermedad y lo precario de su vida hacían imposible el casamiento con la muchacha, que además era coqueta, infantil, egoísta. Beethoven sufrió cuando ella, en noviembre de 1803, se casó con el conde Gallenberg. Estuvo a punto de poner fin a su vida, y solo su inflexible sentido moral lo detuvo.
Beethoven estaba componiendo la Sinfonía en do menor cuando interrumpió ese trabajo para escribir de golpe y sin sus bosquejos habituales la Cuarta Sinfonía. La felicidad se le había revelado. En mayo de 1806 entró en relaciones con Teresa von Brunswick, quien lo amaba desde hacía largo tiempo, porque siendo niña recibía de él lecciones de piano. “La Cuarta Sinfonía, escrita ese año, guarda el perfume de aquellos días, los más tranquilos de su vida”. Pero no duraría.
Sin responder a la pregunta, tan sólo dando posibles causas, Rolland se pregunta: “¿qué misteriosa causa impidió la felicidad de estos dos seres que se amaban? Acaso la falta de fortuna, la desigualdad social; acaso Beethoven se sublevó ante la larga espera que se imponía y ante la humillación de mantener en secreto su amor indefinidamente; tal vez, violento, enfermo y misántropo como era, hizo sufrir, sin quererlo, a la que amaba, y esto lo desesperó. La promesa de unión se rompió y, sin embargo, ni el uno ni el otro parece que hayan olvidado nunca su amor. Hasta su último día Teresa von Brunswick amó a Beethoven”.
Goethe. Siendo el genio que era, no es extraño que Goethe quisiera conocerlo y, en efecto, se encontraron en Toeplitz en 1812 pero, aunque se admiraban mutuamente, no se entendieron. El mismo Beethoven cuenta la historia: “Ayer encontramos en el camino, al regresar, a toda la familia imperial: la vimos de lejos; Goethe se desprendió de mi brazo para detenerse a la orilla de la carretera, y me habría gustado decirle que yo querría no dejarlo dar un paso más. Me hundí entonces el sombrero, me abotoné la levita, y avancé, con los brazos a la espalda, por entre los grupos más espesos. Príncipes y cortesanos formaron valla; el duque Rodolfo se quitó el sombrero delante de mí, y la emperatriz fue la primera en saludarme. Los grandes me conocen. Para mi entretenimiento, vi desfilar la procesión delante de Goethe, que permanecía a la orilla del camino, profundamente inclinado y con el sombrero en la mano. Se lo reprendí enseguida”. Por su parte Goethe escribió: “Beethoven es desgraciadamente una personalidad indomable (...). Es preciso excusarlo y compadecerlo, porque es sordo”.
En el año 1814 alcanza la gloria. Los príncipes le rendían homenajes, y de forma altiva dejaba que le hicieran la corte. Luego la decadencia: su salud, un catarro casi crónico, reumatismo agudo, ictericia, conjuntivitis. También los problemas económicos; en 1818 escribe: “estoy casi reducido a la mendicidad, y obligado a aparentar que no carezco de lo necesario”. Cuenta Rolland que “se encontraba siempre mal alojado. En treinta y cinco años, cambió treinta veces de casa en Viena”. Y añade: “agobiado por los trajines domésticos, la miseria, los cuidados de todo género, no escribió en cinco años, de 1816 a 1821, más que tres obras para piano (op. 101, 102, 106). Sus enemigos decían que estaba agotado; se volvió a entregar al trabajo en 1821” con momentos apoteósicos como el 7 de mayo de 1824 con la primera audición de la Misa en re y de la Novena Sinfonía. “Murió durante una tempestad, una tempestad de nieve, al fulgor de un relámpago. Una mano extraña cerró sus ojos el 26 de marzo de 1827”.
VIDA DE BEETHOVEN, de Romain Rolland. Casimiro, 2023. España, 104 págs.