María Kodama: en busca de un estilo propio

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María Kodama

cuatro cuentos largos

Con prosa sonora e imágenes expresivas.

María Kodama (Buenos Aires, 1937) estudió con Jorge Luis Borges desde los dieciséis años, llegando a colaborar con él en la escritura de Atlas, las traducciones de La alucinación de Gylfi de Snorri Sturluson, y El libro de la almohada de Sei Shonagon. Tras viajar juntos desde 1975, su relación afectiva llegó al matrimonio en 1986, enviudando meses después. Preside desde 1988 la Fundación Internacional Jorge Luis Borges y ha publicado, en 2016, un Homenaje a Borges. Pero esta reseña no trata de Borges sino de Kodama y su honesto esfuerzo en pro del estilo propio, con sus aciertos y errores.

El volumen está compuesto por cuatro cuentos largos, de los que Kodama ha venido escribiendo desde hace décadas y en su momento quiso prologar Borges, así como también el poeta Alberto Girri (Buenos Aires, 1919–1991). Son relatos en los que la autora apuesta a narrar diciendo, con profundidad temática, prosa sonora e imágenes expresivas.

Este libro es una especie de punta del iceberg, una muestra de una obra cuyo volumen total sólo Kodama conoce. Los libros denotan talento a la hora de elegir los asuntos, bosquejar los argumentos y concebir los personajes. Pero también muestran cierta falta de corrección que desemboca en un discurso moroso; el enlentecimiento no siempre redunda en una profundización de la psiquis de los personajes. Hay algunas apuestas técnicas fallidas, como el uso de verbos conjugados en presente en medio de relatos en pasado, uno de los recursos narrativos más difíciles. En algún caso hay alguna obviedad al señalar, por ejemplo,  los temas al lector, como en este pasaje de “El dinosaurio” en el que un paleontólogo sigue adelante la escalada de una montaña en busca del hallazgo de su vida, dejando tras él a su mujer herida de muerte: “Se odió. ¿Era eso el amor? ¿Decir adiós a Gudrun sabiendo que no volvería a verla? ¿Despedir a todos para seguir él? ¿Era esa la vocación, el ideal? ¿Era esa la gran diferencia entre el hombre y el animal?”

La autora ha optado por escribir así, como lo declara en un reportaje para el diario Clarín del 20 de octubre de 2017:
"-¿Es metódica para escribir y corregir? Borges hacía un verdadero culto de la corrección...
-Yo no, solo escribo si se me ocurre una idea: la pienso dos o tres días y recién cuando tengo el cuento terminado en mi cabeza me siento a escribirlo. Después, casi ni corrijo. Él buscaba la perfección en sus textos, por eso corregía tanto.”  Es un criterio que debería considerar. No obstante ello, en “John Hawkhood”, acerca de la muerte de un mercenario inglés al servicio de Florencia y su tortuosa relación con su hermano mayor, sacerdote, también llamado Juan, Kodama construye un texto de gran valía.

Debe atenderse el trabajo del conflicto entre el deber de combatir y la aspiración a la vida contemplativa de un samurái –Kodama es hija de japonés, alguna prensa facilonga la ha apodado “la Yoko Ono argentina”– , en “La sentencia”, y el tema de la delgada línea entre fantasía y locura en la infancia (como su contracara, el par sensatez/cobardía en la edad adulta), en “Leonor”.

Las ilustraciones, todas acerca del cuento “John Hawkhood” y todas del plástico italiano Alessandro Kokocinski (1948- 2017), junto con el excelente papel, la cuidada edición, el interlineado espacioso y el cuerpo de letra amplio hacen de este volumen un objeto por demás agradable.

RELATOS, de María Kodama. Sudamericana, 2017. Buenos Aires, 160 págs. Distribuye Penguin Random House.

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