Los cerritos de indios

Nuevo pasado indígena para el Uruguay, en contra de lo que nos enseñaron en la escuela y el liceo

Dónde están los cerritos, qué ocurría en ellos, incluso los que vivían en aldeas, en un completo libro con los hallazgos arqueológicos de José López Mazz

Compartir esta noticia
Investigacion sobre el impacto del hombre en la naturaleza
Cerritos de Indios, India Muerta, departamento de Rocha
(foto Hugo Inda)

por László Erdélyi
.
“Las raíces del presente están en el pasado” escribe el antropólogo y arqueólogo José López Mazz en el libro Cerritos de indios, Arqueología e historia de un pueblo originario en Uruguay. Allí reúne el trabajo arqueológico de varias décadas llevado a cabo por él y otros arqueólogos que comienza a renovar el pasado indígena uruguayo, uno donde predominaba la idea de primitivismo, es decir, de pueblos cazadores y recolectores incapaces de generar una cultura propia, rituales, jerarquías. Era lo que se enseñaba en la escuela y el liceo. Ese paradigma cayó, y muchos se enojaron. Pero el método científico aportó datos, y esa información interpela con la contundencia que solo posee el objeto hallado.

La primera pregunta que la gente se hace es quiénes eran esos constructores de cerritos. No hay, todavía, una respuesta concluyente a esa pregunta. Lo que sí aportó la arqueología tras todos estos años excavando bajo el sol o la lluvia, el calor o el frío, son miles de objetos, puntas de flecha, cerámica, utensilios, tierra quemada, restos animales o enterramientos humanos con claros indicios rituales. También, y eso resulta desconcertante, el agrupamiento de esos cerritos en grupos que conforman aldeas con la dinámica propia de pequeños asentamientos establecidos. La amplia aplicación del método de datación por Carbono 14 permitió saber que vivieron agrupados en esos montículos de tierra, que podían tener hasta más de siete metros de altura y decenas de metros de circunferencia, desde hace cinco mil años y hasta el siglo XVIII, cuando se consolida la colonización europea. Vinieron hasta estas tierras bajas, mayormente bañados en Tacuarembó, Rocha, cuenca de la Laguna Merín y parte de Maldonado, porque eran zonas ricas en recursos alimentarios. Claro que para vivir, comer, procrear, descansar y morir necesitaban un terreno seco, un poco más alto y alejado de la humedad del suelo inundable. Así nacieron los cerritos.

Excavar, hallar, datar. López Mazz relata en el libro los hallazgos siguiendo un hilo geográfico, recorriendo zonas más o menos reconocibles por el lector como puede ser la sierra de San Miguel donde se encuentra el fortín, a metros del pueblo 18 de julio y a pocos kilómetros del Chuy. En cada locación explica con detalles cómo se trabajó, dónde se excavó en tal o cual cerrito, qué se encontró, qué resultados dio el Carbono 14, y cierra con breves conclusiones que ayudan al lector a comprender los alcances de la información obtenida. Es decir, qué podía revelar, o quizá no significar nada. Así, el lector es un partícipe más de esta aventura científica compartiendo dudas, certezas, renuncias y conjeturas. Si hay algo que corre entre líneas a lo largo de todo el libro es la humildad ante los hallazgos, porque la tentación por abrazar ideas concluyentes que dan titulares de prensa puede ser un pecado mortal. El que mata a la ciencia.

Por ejemplo, el trabajo que hicieron con el Cerrito de La Viuda, en el bañado de India Muerta, Rocha. Allí está el cerrito más grande que se conoce, con 7,32 metros de altura. En él se realizaron dos excavaciones, una en la base y otra en la parte superior, con la finalidad de hallar vestigios de las etapas iniciales de la construcción del cerrito, y de las finales de ocupación del mismo. En la base la ocupación doméstica ocurrió en un período de hace 3.600 a 3.800 años antes del presente. La excavación superior descubrió objetos de 3.000 años de antigüedad. “El asentamiento fue ocupado intensamente y acumuló de forma rápida un importante volumen de sedimentos y materiales arqueológicos”, entre ellos restos óseos en su mayoría de mamíferos medianos o grandes, también herramientas, o tierra quemada por los fogones. Los restos óseos humanos hallados en la cima pertenecen a dos individuos adultos fueron datados con Carbono 14 en 1.071 años. Este hallazgo en la cumbre determina la fecha cuando el cerrito fue abandonado como lugar de actividades domésticas y pasó a ser sitio de enterramientos humanos.

Los cerritos pueden hallarse en altas concentraciones. Por ejemplo en Estancia Malabrigo, India Muerta, se encuentran 70 cerritos en un área de 50 hectáreas. En Puntas de San Luis está la mayor concentración del Uruguay, con 601 cerritos de 2 metros de altura o más, en un área de 670 km cuadrados. Una familia de esta zona todavía vive en uno de los cerritos, y así fue durante varias generaciones. Es la manera de evitar la humedad del suelo por las inundaciones.

Esa zona de tierras bajas de Rocha muestra abundancia de cerritos. La sierra de San Miguel, ubicada entre planicies inundables, actúa como isla, como lo demuestra la presencia regular de cerritos a lo largo de toda su cima. También ocurre en las colinas cercanas a la Laguna Negra, junto al muy conocido Camino del Indio. El libro detalla, a través de capítulos unitarios, el trabajo en cada uno de los sitios de esta sierra. Se hallaron restos animales de nutria, ciervo, pequeños roedores, peces, ñandú, también troncos de palma y coquitos de butiá y pindó, y restos marinos que sugieren contacto con el mar cercano, a unos 15, 20 kilómetros. En el bañado de San Miguel, que drena por el arroyo del mismo nombre hacia la Laguna Merín, las técnicas de identificación de restos microscópicos permitieron hallar restos de cultivos domesticados como la calabaza, los porotos y el maíz, con dataciones que van de 2.500 a 1.700 años de antigüedad. Los restos óseos humanos, a su vez, revelaron pertenecer a individuos con salud aceptable, con dientes castigados por el consumo de frutos de butiá. Y un dato no menor: “Estudios de ADN antiguo muestran una continuidad genética con los pobladores de cerritos y los pobladores actuales del Uruguay”. (M. Sans, 2022)

Aplicando la investigación sistemática, la aplicación de técnicas controladas de excavación, y el análisis de los materiales recuperados, fue posible establecer que estos pueblos constructores de cerritos, “casi dos mil años antes de la conquista, eran pueblos cazadores recolectores especializados con horticultura, tenían asentamientos complejos en diferentes áreas de actividad, y un relativo sedentarismo”.

Pero la conclusión desconcertante para aquellos que aun piensan que aquellos indios eran muy primitivos, son los conjuntos de cerritos que funcionaban con características de aldea. En la península Este de Rincón de los Indios, en la cercanía del Camino del Indio, hay “testimonio de una aldea, con economía mixta de cazadores hortícolas. Este asentamiento estuvo habitado entre 3.000 años antes del presente y el siglo XV”. Posee áreas para diferentes tipos de actividad, sea doméstica, artesanal, ceremonial y funeraria con sus rituales. En 1995 el arqueólogo norteamericano Thomas Dillehay llevó a cabo investigaciones en torno a la cultura constructora de cerritos, y llegó a la conclusión de que varios de estos sitios son “aldeas muy bien planificadas” asociadas a “sitios históricos de poder sagrado”.

El libro, en definitiva, ofrece un riguroso inventario de los trabajos arqueológicos en las tierras bajas del país donde se hallaron cerritos de indios. Capítulo a capítulo están los 23 sitios de la cuenca de la Laguna Merín, los siete sitios de las lagunas costeras (Laguna Negra, de Castillos, de Rocha), cinco de la costa atlántica (Cabo Polonio, Cerro Verde, Cerro Buena Vista, La Esmeralda, Punta del Este), tres de las cuencas de los ríos Negro y Tacuarembó, y en el norte en Yacaré Cururú, Artigas.

La narración fluye, es clara en general, y no ofrece mayores dificultades para un lector no especializado, aunque la aparición de términos como “paisaje antrópico” (no natural) habría merecido un glosario que los abra.

Quiénes eran. Es la gran pregunta, junto a otra: ¿qué fue de ellos, dónde están? Ambas son difíciles de responder. Se estima que hace 11.000 años grupos de cazadores recolectores se trasladaron a lo que hoy es Uruguay, y que hace 5.000 se asentaron en las zonas bajas desarrollando la cultura de cerritos. En el origen pudieron ser chaqueños o pampeanos. Luego está el tema del vínculo de los constructores de cerritos con los indios guenoa minuanes. “Entendemos que la cultura material de (ambos) es la misma, al menos para los últimos tres mil años”. Luego en el siglo XV llegarían los guaraníes, y tras ellos los conquistadores europeos en el siglo XVI, hasta que en el siglo XVIII los últimos caciques propietarios de ganado son expulsados hacia el norte por españoles y portugueses. Pero la pregunta de quiénes eran sigue abierta, y no ha estado exenta de polémicas.

Daniel Vidart fue el más virulento. Sin desmerecer los aspectos metodológicos de los arqueólogos, dijo que “no son iniciadores sino continuadores” que no han descubierto “nada distinto a lo que habían descubierto estos ciento diez años de excavaciones”, refiriéndose a trabajos arqueológicos que se remontan al siglo XIX. Le siguió Torres Wilson afirmando que habían descubierto “solo restos y campamentos de paso incierto y esporádico”. Renzo Pi Hugarte se sumó afirmando que no parecía que estos trabajos llevaran a “una revisión completa de los conceptos generales hasta ahora aceptados”. En el libro, López Mazz habla de estas reacciones calificándolas de “solidaridad intergeneracional” ante un “doloroso cambio de paradigma que enfrentó a veteranos intelectuales con jóvenes arqueólogos”. Defendieron “a rajatabla visiones completamente superadas”. Esto habría revelado, según López Mazz, el poder que tiene en el imaginario de la identidad nacional un indio primitivo, que además resiste la imagen de un indio evolucionado.

Esa resistencia se trasladó al ámbito del Ministerio de Educación y Cultura, cuyas políticas de investigación arqueológica eran impulsadas por la entonces ministra Adela Reta, y por el rector de la Udelar Samuel Lichtensztejn. Pocos recuerdan que el propio Presidente de la República, Julio María Sanguinetti, debió viajar a India Muerta en 1996 para ver los cerritos. Luego dijo en la prensa que se debía investigar científicamente el pasado, bajando los decibeles de la polémica.

Pero la gran pregunta sigue abierta: quiénes eran. En realidad solo se sabe lo que dicen los miles de objetos recuperados, lo que ya es mucho, muchísimo. Derriban certezas, y crean nuevas preguntas. De todas formas algo queda bien claro: que los indios del actual territorio uruguayo no eran tan “primitivos” como se pensaba.

CERRITOS DE INDIOS, Arqueología e Historia de un pueblo originario de Uruguay, de José López Mazz. Banda Oriental, 2024. Montevideo, 286 págs.

Nota: Un artículo con entrevistas a López Mazz y otros arqueólogos vinculados al tema, realizado por María de los Ángeles Orfila, se publicó en la Revista Domingo del 27/10/2024

tapa Cerritos de indios.jpg
Excavaciones en el Batallon 14
José López Mazz
(Archivo)

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar