Juan de Marsilio
SI ORIENTE es hacia el Este, para un japonés California estaría al Oriente. Pero en un mundo eurocéntrico Occidente es Europa, aunque de un tiempo a esta parte subordinada en lo cultural -sobre todo en cultura de masas - a los Estados Unidos.
Lo que llamamos Occidente, en realidad comenzó su desarrollo civilizatorio en el Oriente Medio. Sumerios, caldeos, babilonios y asirios vivieron en lo que hoy es Iraq. Los fenicios, que nos dieron el alfabeto, y los hebreos, de cuya religión se escindió el Cristianismo, vivieron en las costas del Asia Menor.
El Oriente nació con el Islam. O mejor dicho, Europa necesitó construirse una imagen del Islam para confrontarlo y afirmar su propia superioridad cultural. Luego, al irse topando con sucesivos "orientes", les fue endilgando muchos de los prejuicios y estereotipos de ese Islam. Resultado: la actual dificultad de unos y otros para comprenderse, aceptarse y convivir en paz.
Ziauddin Sardar (1951) tiene mucho para decir sobre este problema. Pakistaní de origen pero criado en Inglaterra, posee una sólida formación cultural "occidental" e islámica y ha viajado por el mundo musulmán, buscando las claves para el progreso espiritual, cultural y social de la "umma", la comunidad de los creyentes..
UN VIAJE PERSONAL. Sardar fue joven en una época signada por los más diversos llamados a cambiar el mundo. En los 60 y principios de los 70 desarrolló activa militancia social, tanto en ámbitos laicos como en la Federación de Estudiantes Islámicos de Inglaterra. Desde joven ha buceado en su identidad musulmana, enfrentando los estereotipos occidentales que desacreditan su cultura pero también la visión esclerosada, estancada en el tiempo, irracional y autoritaria que en muchos países de mayoría musulmana se tiene acerca del Islam y de la Sharia, la Ley Islámica.
Sardar cree que es imprescindible un resurgimiento y dignificación de la "umma", la comunidad de los creyentes. Pero no piensa que aplicar disposiciones judiciales de hace mil años, sofocar el debate filosófico y tomar una actitud hostil hacia los no musulmanes sea la solución. Por el contrario, sabe que la cultura musulmana ha tenido, desde su Arabia inicial hasta los confines de su expansión, un pasado de fomento de las ciencias, la técnica y el debate filosófico, que debería ser retomado, para bien de los musulmanes y la humanidad. Su ideal histórico es la España musulmana, que además de largos períodos de paz entre cristianos, judíos e islámicos, produjo sabios de la talla de Averroes y Abuchafar Abentofail.
Para llegar a su visión del Islam, Ziauddin Sardar ha viajado mucho. No sólo por haber recorrido los países de mayoría musulmana, o por haber visitado comunidades musulmanas minoritarias, como la de China, sino también por haber estudiado de cerca las distintas corrientes religiosas del Islam, desde las más ritualistas y ortodoxas hasta el misticismo sufí. De mucho se ha decepcionado tras esas experiencias, pero no de su fe e identidad islámicas.
LAS TRES PISCINAS DEL JEQUE. Todo musulmán cuyos recursos lo permitan debe hacer por lo menos una vez el peregrinaje a La Meca (Hajj). El hecho de que la vida del Profeta haya transcurrido en territorio de Arabia Saudita hacen a este país referente obligado para el mundo islámico.
La experiencia saudí del autor ha sido decepcionante. Sardar formó parte de un centro de estudios acerca del Hajj, pensado para facilitar la afluencia de los peregrinos a la vez que para conservar el patrimonio histórico y natural de la región de La Meca. Esta experiencia ha sido clave para definir el pensamiento de Sardar: la comunidad musulmana no debe estancarse en la aplicación de recetas de hace mil años, pero tampoco debe aceptar de modo acrítico la tecnología y los valores occidentales. Según este autor, Arabia Saudita es ejemplo de ambos males. Buena parte de la responsabilidad la tiene la adinerada aristocracia petrolera, tanto en Arabia Sudita como en los Emiratos Árabes.
VERSOS SATÁNICOS Y EL AYATOLLAH. Como muchos musulmanes honestos, Sardar fue muy crítico hacia el Sha de Irán y sus políticas de occidentalización e industrialización, que beneficiaron mucho a muy pocos. Si bien es sunnita, Sardar tuvo muchas esperanzas en los inicios de la revolución encabezada por el líder religioso chiíta, Ayatollah Ruhollah Jomeini. La experiencia iraní se las quitó. Sardar cuestiona los criterios religiosos obtusos donde los ve, sea entre sunnitas o entre chiítas, las dos ramas principales del Islam. Pero además se opone a los gobiernos teocráticos. Es musulmán ferviente, cree en la preservación y actualización de los valores islámicos, no como una antigualla sino como cultura viva, pero está convencido de que los gobiernos deben ser laicos. Ha brindado activo apoyo a los elementos moderados y abiertos de la revolución islámica iraní.
El decreto de Jomeini condenando a muerte al escritor Salman Rushdie por su libro Versos satánicos profundizó el enfrentamiento. A Sardar, el libro de Rushdie le parece insultante para los musulmanes. Es muy probable que, si un libro tratara con similar irreverencia a Jesucristo, muchos cristianos de mentalidad abierta se sentirían igual de agraviados. Pero la condena a Rushdie agrava el problema, al confirmar el estereotipo del musulmán fanático y violento.
MADAME BUTTERFLY. Sardar comienza su libro sobre el orientalismo aludiendo a la película de David Cronenberg M. Butterfly, en la que un diplomático francés, René Gallimard, se enamora de Song Liling, un cantante de ópera china que hace el papel femenino creado por Puccini. El diplomático no sólo no advierte que no es mujer, sino que es usado por su amada/o con fines de espionaje, lo que le cuesta ir a prisión. Cuando en el camión celular que los lleva a la cárcel Song se desnuda para entregársele, René lo rechaza, pues lo que amaba era la bella ficción de femineidad.
El sentido de la alusión es mostrar cómo lo que llamamos Occidente se ha construido una imagen del Islam y de los sucesivos orientes con los que se ha ido relacionando (India, Indochina, China, Japón). La imagen del Islam ha condicionado esas sucesivas imágenes de Oriente, que han sido, más que una lente, una pantalla que ha impedido a los orientalistas ver el objeto real de su estudio.
Sardar define al orientalismo como una larga reelaboración de viejos prejuicios, útiles a la hora de ver a los islámicos -primero árabes, luego turcos- como enemigos y a los orientales como seres inferiores a los que la colonización favorece. Por razones de dominio, se prefiere la mentira en vez de la realidad.
En esta visión estereotipada del Islam y del Oriente, juegan un papel determinante las ideas de despotismo y licencia sexual. Sardar repasa siglos de arte orientalista y el harén es un elemento simbólico clave. Hay sumisión al amo y está permitido todo lo que en Europa es tabú. Es interesante y doloroso ver lo hirientes que pueden resultar para un musulmán devoto algunas producciones hollywoodenses.
Sardar abre al lector un camino de reflexión. No porque sea obligatorio estar en un todo de acuerdo con él, sino porque urge avanzar hacia el entendimiento entre las distintas culturas.
BUSCANDO DESESPERADAMENTE EL PARAÍSO y EXTRAÑO ORIENTE, de Ziauddin Sardar. Gedisa, Barcelona, 2009. Distribuye Océano. 380 y 218 págs. respectivamente.