por Mercedes Estramil
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Un poema contundente de la polaca Wislawa Szymborska, Premio Nobel en 1996 viene a cuento para referir la vida y la poesía de una poeta anterior, rusa, cuya vida explotó en su obra y en la sociedad de su tiempo como una granada en vidriera pública. La rusa fue Marina Tsvietáieva (1892-1941), una de las mayores poetas de su país, junto con Anna Ajmátova, ambas víctimas del régimen soviético. El poema de Szymborska se titula “Gratitud” y habla —elíptica, sabiamente— de la diferencia entre la amistad (relación que no nombra de modo explícito) y el amor pasional,
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Debo mucho
a quienes no amo.
El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.
La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.
Este poemario de Marina Tsvietáieva, La amiga, de publicación completa y póstuma en 1976, no habla de amistad sino de la vertiginosa y fracasada relación de amor que su autora sostuvo con otra poeta, Sofía Parnok. Se lo dedicó, y luego fingió el olvido.
Todos los amores. El 31 de agosto de 1941, cuando Europa cursaba la Segunda Guerra Mundial y la URSS el auge de su estalinismo, Tsvietáieva escribió una carta a su hijo adolescente, Georgy, y se ahorcó. Días antes había pedido trabajo como lavaplatos en un comedor. Venía de una separación involuntaria y definitiva con su hija mayor, Ariadna, y con su esposo, el poeta Serguéi Efrón, encarcelados por la temible NKVD (Comisariado del pueblo para asuntos internos). Venía de la muerte por desnutrición de su hija Irina años antes. Venía de años de exilio por Praga y París, viviendo y escribiendo en la pobreza; de la consideración afectuosa de sus pares (Boris Pasternak, Rainer María Rilke); y de relaciones amorosas —paralelas a su matrimonio y con alto índice de fracaso emocional— que su literatura reflejó sin atenuantes. Sofía Parnok no sería la única. En 1923 comenzó un romance con Konstantín Rodzévich, estudiante de Derecho y amigo de su marido, que duraría quince años y que no prosperó por la devoción casi maternal que Tsvietáieva sentía por su esposo. De ese adulterio surgirían un puñado de cartas que Rodzévich conservó y que fueron publicadas décadas después. Su traducción al español fue obra de Reyes García Burdeus, profesora de ruso, traductora y especialista en Tsvietáieva, la misma que ahora traduce, prologa y anota este poemario bilingüe.
Pero Sofía Parnok fue la primera. Siete años mayor que Tsvietáieva, Parnok venía de una rica familia judía y estaba segura de su lesbianismo. Más crítica literaria que poeta, esa seguridad se iba a chocar de frente con la censura que a partir de 1928 le impediría publicar. Pero para ese entonces ella y Marina ya estaban en mundos separados. La relación de ambas, profundamente física, sensual, duró apenas de 1914 a 1915 y estuvo marcada por los celos, la desconfianza, el arrebato. En palabras de Tsvietáieva, fue la primera “gran catástrofe” de su vida, y este poemario lo atestigua. El soneto completo que empieza con “Desmayarse, atreverse, estar furioso” del poeta español Lope de Vega podría servir de acápite a todo el conjunto de La amiga, que no por nada iba a titularse “El error”. Tsvietáieva ya había publicado tres poemarios: Álbum de la tarde (1910), Linterna mágica (1912) y De dos libros (1913), pero los textos siguientes abren paso a una poesía más madura, más consciente y difícil.
La amiga consta de diecisiete poemas centrales, uno posterior (y brillante, dotado de una melancolía piadosa) perteneciente a otro ciclo poético (Verstas), y dos poemas de Parnok en los que alude a Tsvietáieva. En los centrales, el tembladeral afectivo va de la admiración sin freno al desprecio vengativo.
Flechazo y vaivenes. Marina y Sofía se conocieron en un salón literario y la carga erótica fue inmediata. El poema 10 de La amiga traslada esa vivencia desde los primeros versos,
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Acaso puedo no recordar
aquella fragancia de White Rose y de té,
las figuritas de Sèvres
sobre la flamante chimenea… Llevábamos: yo —un vestido vaporoso
de faille apenas dorado,
usted —una chaqueta negra de punto con un cuello alado
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y la continúa con estrategias propias de Tsvietáieva: el fuerte tejido simbólico, la singularización descriptiva, a veces metafórica, de detalles físicos (la frente prominente y altanera, la palma delicada y helada, el cabello pelirrojo, la lentitud de movimientos), las sensaciones contrastantes, el uso de signos de exclamación y de guiones largos para marcar intensidad y distancia. En otros poemas, compara a Parnok con una heroína shakesperiana, le declara su amor culposo, exhibe el dolor de verla con otra por la calle y seguirlas con la mirada. Con una triste certeza de su papel de amante y no de amada, Tsvietáieva intentó, por la fuerza de la palabra, poner en tela de juicio quién fue la presa y quién el cazador, pero terminó siempre en la constatación suplicante,
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¿Qué quedará de mí,
en tu corazón, peregrina?
El vaivén del amorío, marcado por desplantes de Parnok y ansiedad de Tsvietáieva, se traduce en un vertiginoso raid poético. En el último poema de La amiga, escrito el 6 de mayo de 1915, Tsvietáieva se blinda con frases de autoayuda y espíritu resentido,
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Recuerde: de todas las cabezas,
me es más querido un solo cabello de mi cabeza
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y cierra la etapa, por lo menos hacia afuera, declarando posteriormente que no recuerda a Parnok.
Más creíble y honesto resulta el poema 13, que va en la línea de la Szymborska de “Gratitud”,
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Lo repetiré la víspera de la separación,
hasta el fin del amor,
que he amado estas manos,
¡tus poderosas manos!
Y tus ojos, que a los otros,
no regalan miradas
exigiendo cuentas,
por una mirada casual. […]
¡Dichoso aquel que no se haya cruzado
en tu camino!
Lo personalísimo de su vida, por obra del arte, lo hizo extensivo a todos, a cualquiera, al hoy.
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LA AMIGA, de Marina Tsvietáieva. PreTextos, 2023. Valencia, 97 págs. Trad. de Reyes García Burdeus.