Poeta es quien se la cree, dicen en uruguayo

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Eduardo Milán

Poéticas de Milán

En América Latina, además, los poetas actúan convencidísimos.

Se escribe desde un no saber. Ni qué se escribe ni quien se es. Parece una problematización estúpida en un tiempo de catástrofes. Que la pandemia haya situado a un poeta en el lugar de un ser humano igual a otro ser humano es una cosa. Otra, que lo anterior dicho no sea verdad. “Productor de objetos simbólicos” es elegante, abstracto, especializado: queda bien el día de tu cumpleaños. O el día del fichaje en la colección de inútiles. Pero no soluciona nada. Keats: “los poetas no tienen identidad”. Luego, pero en el mismo siglo, Rimbaud: “Yo es otro”. Por fin, ya entre nosotros, Agamben: “la poesía es eso que va de uno que no sabe a otro que no sabe”. Lo que confirma el triunfo de Baudelaire, mediante un paso atrás casi leninista hasta 1848: “Hipócrita lector-mi semejante-mi hermano”. Eso, pórtico de Las flores del mal, está dicho el mismo año en que Marx-Engels publicaron el “Manifiesto del Partido Comunista”. ¿Sería ya el anuncio de una confrontación entre el materialismo y la ambigüedad poética? Porque es a partir del siglo del triunfo implacable del ocularcentrismo o, glosando a Octavio Paz, de “los privilegios de la vista”, que los poetas entraron en entredicho. Lo que quiere decir que entre lo que se dijo desde allí empezó a sonar un ruido raro. Cierto que la cosa empieza bajo el signo de la Ilustración en el XVIII. Pero ninguno de los amontonados nombres célebres que mencioné en poco más de diez líneas discrepaba con la Revolución Francesa, hija indirecta de Las Luces. Ni Góngora ni Quevedo ni John Donne ni Garcilaso —ni el peruano ni el español— ni Petrarca ni Dante ni Cavalcanti ni Guilhem de Peitieus dudaban del lugar de lo que hacían ni menos de quiénes eran. ¿O fue un mal sueño de Europa? ¿O forma parte del devenir-negro del poeta? Esto le hubiera gustado a Perlongher. Porque en América Latina, por ejemplo —no sé en China ni en sus laboratorios de sopa qué piensan al respecto— los poetas actúan convencidísimos sin que les importe ni el materialismo histórico-dialéctico ni el valor de uso ni el de cambio ni si se cayó el mito y se levantó como Lázaro al tanteo —primero el derecho, para empezar bien la nueva vida, luego el izquierdo para estar a tono con lo que existió realmente como dejó claro la Comuna de París— Lázaro se mostró preocupado con la pérdida de la memoria en los tiempos que ya presentía. De vez en cuando aparece un claro en la selva tipo Paulo Leminski: “Inverno-verao-outono-primavera: poeta é quem se considera”. O, dicho en uruguayo, “poeta es quien se la cree”.

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