El black metal nórdico

Profanación de cementerios, matanzas de animales, amenazas a sacerdotes, crímenes y quema de iglesias

Del horror al meme actual: cómo la sociedad noruega convirtió el black metal en atractivo turístico

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Mayhem
(Cecil)

por Alexis Borla
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Durante los años 90 en Noruega creció una nueva escena musical que trascendió lo artístico para transformarse en un fenómeno cultural salpicado por eventos delictivos: el black metal. Bandas como Mayhem, Emperor y Burzum pulieron un sonido primitivo, provocando una oscura hostilidad hacia las convenciones musicales más populares. En pocos años editaron una plétora de discos, todos en baja fidelidad, que llegaron a ser grabados hasta con un radiograbador casero, con muros de sonido en extremo distorsionados (a menudo rozando lo cacofónico) y con vocales a veces incomprensibles, enterradas en ritmos de batería más brutales que virtuosos.

Una ola de crímenes. El black metal noruego incluyó profanaciones de cementerios, matanzas de animales, amenazas de muerte a sacerdotes, suicidios, crímenes y quema de iglesias. Hasta 1996 más de 50 capillas fueron incendiadas, incluso un emblemático templo de madera del siglo XII, hoy reemplazado por una réplica idéntica que busca darle forma a la memoria.

Es que, a pesar de que hoy el género es tan noruego como un imán de heladera de El Grito de Munch, el pasado es un animal nocturno que no deja pasar los descuidos. El black metal nunca pudo consolidar un reconocimiento por su aporte musical; en vez de eso, se convirtió en una especie de meme musical que la cultura de internet fagocitó al vincular directamente a sus músicos con la quema de iglesias y las conductas extremas.

La profundidad de las heridas suele ser la medida de las cosas y en esa consideración estas bandas llegaron al hueso y la más íntima fibra de la cultura nórdica. Al igual que el Ragnarök, la mitológica batalla que termina con el fin del mundo y que destruyó dioses, héroes y cosmos por igual, el black metal nórdico buscó terminar con normas culturales y religiosas que la cultura local creía asentadas. La rebelión contra el cristianismo y su influencia en Escandinavia se manifestó en retomar creencias paganas. Esta suerte de “venganza cultural” por la pérdida de tradiciones nórdicas tuvo un círculo rojo de influencia, formado por los principales artistas de la primera ola que se reunían haciéndose llamar el “Inner Circle”. Algunos de quienes lo integraban eran viejos lobos culturales, depredadores sedientos que antes profanaban tumbas; otros eran omniscientes córvidos que eligieron el lado emblemático de la escena para continuar su legado en forma de canciones y nuevas bandas.

Per Yngve Ohlin, por ejemplo, “Dead” para los amigos, fue vocalista de Mayhem, uno de los precursores del movimiento. Solía usar bastones con cabezas de animales empalados durante los recitales y estaba tan obsesionado con la muerte como para enterrar su ropa días antes de los conciertos, para así “sentir la esencia de la muerte” cuando tocaban. Cuentan que a cada recital llevaba un cuervo muerto en una bolsa de seda negra, cuya pestilencia inhalaba antes de subir al escenario. En 1991 Dead se suicidó en una casa de campo a media hora en auto de Oslo. Se había seccionado las muñecas y se remató con un disparo de escopeta en la cabeza. La bala que lo mató había sido un regalo de Navidad que le dio otro colega de la escena. Su nota de suicidio (lacónica: “Perdón por la sangre”) respondía a la fórmula shakespeariana de cuanto más jodida la circunstancia, más negro debe ser el humor.

Euronymous (Øystein Aarseth, 1968–1993), guitarrista de la banda, aun conociendo los antecedentes de autolesiones de Dead, lo había incitado repetidas veces al suicidio. Al encontrar el cuerpo de su amigo practicó el arte de encogerse de hombros y, en lugar de llamar a la policía, le tomó fotos al cadáver de su amigo, una de las cuales usó luego como portada del álbum Dawn of the Black Hearts, registro de un recital de Mayhem. Euronymous tampoco estaba bien de la cabeza. De hecho en el libro Nacidos para Arder: la historia del Black Metal (2022) de Matías Gallardo, se cuenta que llegó a guardar fragmentos del cráneo de Dead para convertirlos en souvenirs que regaló entre allegados.

Fue fundamental para la escena por su compromiso con la idea del “Hazlo tú mismo” (DIY, por sus siglas en inglés), ya que ofició como guitarrista, productor, maestro de ceremonias y dueño de una tienda de discos en Oslo, punto de encuentro para sus colegas. El mencionado “Inner Circle” fue un engendro suyo; un grupo de enajenados dedicados a promover el satanismo cual iglesia pentecostal. En 1993, Euronymous encontró su final cuando “Varg” Vikernes, de Burzum, le asestó más de 20 puñaladas.

“Varg” (“lobo”, en nórdico antiguo) era un confeso neonazi. Fue quien le dejó como regalo navideño una caja de balas a Dead, con las que luego el músico se suicidaría. Quemó decenas de iglesias junto al propio Euronymous. Sonrió con cinismo ante el juez mientras lo estaban condenando por ese asesinato y los incendios. En 2009 salió en libertad después de más de 15 años recluido, se mudó a Francia y cambió su nombre para perderse entre la multitud.

Tras este crimen se los comenzó a investigar y se descubrió que Bård Eithun (“Faust“), baterista de Emperor, había asesinado de varias puñaladas a un hombre que quiso abordarlo cerca de un bosque en 1992, al que mató, según declaró, por ser homosexual. Y sin drogas, ya que todos los implicados eran profundamente abstemios. Consideraban a las drogas como una perversión Occidental alejada de sus tradiciones.

Asimilación. Hoy su integración en la cultura popular nórdica es uno de los procesos más fascinantes en la historia de la música contemporánea. La capacidad de los noruegos para metabolizar su pasado, enfrentarlo y reconvertirlo en un fenómeno comercializable hizo que aquellos riffs crudos y voces guturales se mezclen en videos de YouTube como “Top 10 Abbath Funny Videos”, donde toman formato de meme y quedan sometidos al sarcasmo y la burla. El black metal hoy es un atractivo turístico más en Noruega, donde no es raro toparse con exposiciones en museos, documentales financiados por la TV pública y tours temáticos en las zonas donde alguna vez ocurrieron los eventos trágicos, mostrando la capacidad de una sociedad para reírse de su propia oscuridad, asimilarla y convertirla en pura cultura pop.

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