Música y memorias
Uno de los más grandes de la música contemporánea aporta datos -no todos- para comprender su origen humilde, su talento y su éxito.
Sería bueno saber por qué esta autobiografía de Quincy Jones, uno de los músicos más importantes del siglo veinte, tardó más de dos décadas en ser traducida. Conocer detalles de su vida, de cómo un niño condenado a la pobreza y marginalidad se transforma en un referente de la cultura norteamericana, es algo que no solamente interesa al público angloparlante. Quedó probado con el buen documental "Quincy", disponible en Netflix, y su éxito de audiencia.
El comienzo de la historia impacta. La madre de Jones, que lo marcó y persiguió por toda su vida, sufría esquizofrenia y una noche se la llevaron en una ambulancia. Los niños quedaron a cargo de una abuela. Una de las tareas asignadas a Quincy y sus hermanos era matar ratas que aparecían cerca de la casa. No por higiene, sino que eran parte de la cena. Tiempo después vuelven a vivir con su padre, que se había vuelto a casar. La relación con la madrastra tuvo de todo menos cariño. El mundo de ese niño llamado Quincy cambia cuando escucha por primera vez a una banda de jazz y detrás de esas notas visualiza su futuro. Ese destino no se torció por sus tempranos contactos con el delito, ni por los delirios místicos de su madre —ella decía que esa música era inspirada por el diablo—, ni por la esposa del director de la primera banda a la que quiso ingresar como trompetista —lo bajó del ómnibus cuando descubrió que era menor de edad. Hay tropiezos y gloria, bancarrotas e ingresos millonarios que “Q” cuenta en detalle. Intercala capítulos donde la voz la toman miembros de su familia, amigos y sobre todo músicos, entre los que destaca su mentor Ray Charles.
Una gira por Europa, donde quedó sin dinero y a la deriva con una gran banda de músicos que dirigía y de la que era responsable, su unión con Frank Sinatra y la producción de los álbumes de Michael Jackson, al que quiso como un hijo, son algunas de las partes más interesantes de este relato. A veces se queda en la superficie de ciertos temas, o es condescendiente tanto con él como con sus compañeros de ruta. No ahonda en sus problemas matrimoniales, así como en la crianza de sus hijos, y suele achacarse la culpa de cada uno de esos fracasos. La colección de elogios de quienes hablan de él, o el reconocimiento de sus logros que hace el propio “Q”, puede abrumar. Nadie dijo que sea un hombre modesto, pero tuvo una vida y carrera fuera de lo común. Tiene derecho a contarla a su manera y lograr, con un relato entretenido y ágil, que el lector confirme la trascendencia de su obra.
“Q”, Autobiografía de Quincy Jones, de Quincy Delight Jones Jr. Libros del Kultrum, 221. España, 519 págs.