por Laura Chalar
.
La cantante, actriz, escritora y poeta argentina Rosario Bléfari llevó, en el último año de su vida —murió en 2020 a la edad de 54 años— un diario. El 30 de diciembre de 2019, en la primera entrada, anotó: “Este será el diario de la dispersión. Quiero ver cómo hago lo que hago y si en realidad hago algo”. Lo que sigue es el minucioso trabajo de describir y dar cuenta de composiciones para guitarra (“una serie de piecitas que pudieran ser tocadas por principiantes”), collages de papel y tejidos, tareas en las que se involucra física y creativamente revelando los mecanismos de su pensamiento e imaginario (“Creo que es verde inglés porque es un verde parecido al del césped inglés y al de los blazers que en mi imaginación llevan los alumnos de colegios ingleses”).
Asombra, una y otra vez, cómo hasta los elementos más prosaicos de la vida cotidiana encendían la curiosidad de Rosario: “Encuentro una cinta rosa y se me aparece la palabra listón. (...) La lavo y la cuelgo. Debajo del aguaribay la luz llega atravesando sus hojas que apenas se mueven. (...) Es imposible describir lo que siento al ver todo eso, los reflejos de la luz, el color armándose delante de mis ojos, la combinación de la cinta rosa pálido con la madera que remite al mar (...)”. Y al otro día: “La cinta es hermosa así lavada y seca (...). Me la pongo sobre el cuerpo desnudo, ese color y la suavidad se llevan muy bien con la piel”. Nada se pierde, ni siquiera lo más común e insignificante; todo, siempre, se transforma.
Aunque el diario no lo dice —sólo algunas referencias pasajeras a estudios médicos y a su “salud debilitada” podrían revelar que algo anda mal—, Rosario padecía cáncer. La pandemia la había separado de su pareja y su hija, que estaban en Buenos Aires, mientras ella quedó viviendo con su padre en La Pampa: “así nos encontró la reclusión y por ahora parece ser una buena manera de repartirnos”. Esta distancia es, quizá, la que le permite conectar las vidas y experiencias de sus padres —él presente, ella fallecida— con la suya propia, y construir también a partir de ellas.
Su muerte súbita dejó trunco este hermoso documento donde conviven partituras, plantas y trozos de papel atravesados por el sol. Los materiales de Rosario eran los de la vida misma, incluso cuando ésta se acerca rápidamente a su fin y la muerte alza su sombra amenazante; incluso sabiendo que “(t)ejer también es destejer”.
DIARIO DE LA DISPERSIÓN, de Rosario Bléfari. Mansalva, 2024. Argentina, 143 págs.