Publicidad

Dictadura y más

Ruperto Long y su mirada a los años oscuros: de Zelmar y Gutiérrez Ruiz a la persecución de Wilson Ferreira

Historias de acoso, miedo y asesinato

Compartir esta noticia
Ruperto long
Ruperto Long
(Archivo El País)

por Ionatan Was
.
El ataque final, pasada una introducción breve, empieza con los secuestros de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. El lector de a poco irá entrando en aquella tensión de los años setenta, a través de ellos y también de otros en Montevideo, en especial con Mario Heber y su mujer Cecilia Fontana. También con los propios secuestradores, mercenarios argentinos ellos, muy profesionales en lo suyo de secuestrar, matar, y saquear cuanto podían. Y los militares uruguayos, vigilantes de cualquier desvío incómodo.

El foco de la narración va cambiando según el paso del tiempo. De Zelmar y el Toba, pasa a la mirada del tercero en discordia, nada menos que Wilson Ferreira Aldunate. A diferencia de aquellos ultimados salvajemente, Wilson había escapado por un pelo. El régimen lo tenía a él como principal enemigo, al punto que ni siquiera lo invocaban por su nombre: le decían el ‘innombrable’. Llegado aquel año 76 se hizo más fácil mandarlo matar, pues en Argentina había asumido una dictadura feroz y cómplice, con la cual la uruguaya coincidía en diversos intereses.

Wilson, bien avisado, se había refugiado con su familia en un campo agreste, a dos horas de Buenos Aires, llamado La Panchita. Hasta que en un momento ni siquiera allí estaba seguro. La inteligencia lo había detectado, y lo fueron a buscar. El libro narra con visos de thriller aquella persecución, incluyendo el escondite en el baúl de un coche, las andanzas por calles porteñas, hasta el refugio en la embajada de Austria, una especie de terreno neutral e inaccesible. Es el paso previo al escape a Londres. Allí el acoso no claudica, y hasta lleva un nombre en clave: Teseo. Pero Teseo fracasó, y el histórico líder blanco seguiría insuflando su discurso por varios auditorios.

Pasado Wilson, pasados Buenos Aires, Washington y Londres, y hasta pasado el plan Cóndor, faltaba Montevideo. La eternamente gris Montevideo —así la describe Long, como una metáfora de la angustia colectiva— en cuyos cuarteles habían empezado las divisiones, las inquinas, los pasquines de incierto origen, cuando ya no corría la mano del Norte. Si acaso, quedaba un último recurso, un manotón de ahogado como fue el envenenamiento de la viuda de Heber. Es casi el final no solo del libro, sino de un tiempo de horror. Lo que vino después sería la larga transición hasta ver la luz.

EL ATAQUE FINAL, de Ruperto Long. Penguin Random House, 2023. Montevideo, 293 páginas.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad