Inventario de tres libros

TEJER LA OSCURIDAD, de Emiliano Monge. Literatura Random House, 2021. Buenos Aires, 237 págs.

Una distopía ambientada acá nomás, en el 2030-33. Grietas en el cielo, seres duplicados, suicidios y escribientes que dejan constancia de la guerra y sus sobrevivientes. El combustible anecdótico en esta novela del mexicano Emiliano Monge (n. 1978) se derrama en microunidades buscadamente confusas, quizá para dar idea de la confusión de un cataclismo. El problema es que el territorio narrativo, además de confuso y falto de tensión, tiene un aire de pretenciosidad bastante cargado y no compensado por elaboración ni de personajes ni de situaciones. Resultado casi lógico: no provoca incendios.

LA BALADA DEL VIEJO MARINERO, de Samuel Taylor Coleridge. Galaxia Gutenberg, 2021. Traducción de Jaime Siles. Barcelona, 97 págs.

Este es uno de los tres más famosos poemas de Samuel Taylor Coleridge, representante fundamental —junto con William Worsdworth, con quien compartió escritura— del romanticismo inglés. Los otros dos poemas son Kubla Khan y Christabel, pero La balada del viejo marinero (1798) tiene la virtud de estar concluido. Dividido en siete partes, se estructura en torno al encuentro entre el Invitado a una boda y el viejo marinero que lo elige como oyente de una confesión hecha castigo: el marinero mató a un albatros y erra por el mundo cargando su culpa hasta la redención final. En esa errancia ha sido testigo de sobrenaturales y simbólicos sucesos. La presente edición es bilingüe y la traducción está a cargo del poeta valenciano Jaime Siles, que sostiene en delicado equilibrio la musicalidad y la lealtad a lo literal de la poesía original.

MAL ALIENTO, de Jorge Fierro. Pez en el hielo, 2021. Montevideo, 118 págs.

Siete relatos (algunos entrelazados a fuerza de compartir narradores y personajes) forman este volumen debut del uruguayo Jorge Fierro (Maldonado, 1987). Se trata de historias de amor y desamor entre gente joven o de mediana edad, de rupturas anunciadas y posibilidades abiertas. El material es el usual, pero el tratamiento es convincente y por momentos poderoso, al amparo de algo que parece sencillez y de repente ahonda. Fierro maneja muy bien lo coloquial, los diálogos, las atmósferas y sobre todo, los detalles, haciendo creíbles no solo situaciones trágicas (eso sería fácil) sino la banalidad trágica de lo cotidiano y sin embargo irremediable.