Luis Fernando Iglesias
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En 1966 The Beatles estaban en la cima de su popularidad. La beatlemanía había conquistado el mundo. En marzo de ese año, John Lennon dijo en un reportaje: “El cristianismo se irá. Va a encoger y desaparecer. No necesito argumentarlo, tengo razón y el tiempo lo demostrará. Ahora mismo somos más populares que Jesús. No sé qué se irá antes, si el rock o el cristianismo”. La frase cayó como una bomba. Al poco tiempo varias radios de Estados Unidos se negaron a emitir canciones de la banda. En pueblos y ciudades se hicieron convocatorias para quemar sus discos. Un cura alertó que quienes fueran a sus conciertos debían ser excomulgados. Brian Epstein, manager de la banda, convenció a Lennon que aclarara sus dichos. “Dije que ahora mismo tenemos más influencia en los jóvenes que cualquier otra cosa, incluido Jesús, pero no me expresé debidamente… no era mi intención ofender. No nos estaba comparando con Jesucristo”. Las amenazas continuaron y se llevaron adelante manifestaciones de protesta en ciudades donde la banda se presentaba. Con el paso del tiempo los dichos de Lennon sobre Jesús y el cristianismo resultaron una anécdota en la exitosa carrera del grupo.
En 1992 la cantante irlandesa Sinéad O’Connor se encontraba en un punto alto de su carrera. Su segundo álbum, I Do Not Want What I Haven't Got (1990), tuvo un enorme éxito. La canción “Nothing compares 2 U”, compuesta por Prince, permaneció varias semanas como número uno en ventas. El video del tema hizo popular a la cantante en todo el mundo. Su cabeza rapada, su increíble expresividad para cantar, el tono de su voz y la belleza de su rostro auguraba el nacimiento de una estrella del pop internacional. Sin embargo, para su siguiente disco I am not your girl? (1992) Sinéad eligió canciones emparentadas con el jazz o la comedia musical como “Don’ cry for me Argentina”. El 3 de octubre de ese año, fue invitada al programa Saturday Night Live (SNL). La canción que eligió interpretar a capella fue “War” de Bob Marley, cambiando la letra y haciendo referencia al abuso infantil. Al final del tema, la cantante tomó una foto del Papa Juan Pablo II, que había colgado por años de una de las paredes del cuarto de su madre, dijo “luchad contra el verdadero enemigo” y la rompió en pedazos. Los teléfonos del canal NBC colapsaron por llamadas de televidentes indignados. A la semana, en el mismo programa, el actor Joe Pesci dijo que había pegado la foto del Papa con cinta adhesiva y que le hubiera “tirado de las cejas” a Sinéad para sacarla del escenario. Con cierto aire al personaje que interpretó en Goodfellas (1990) Pesci concluyó que si hubiera sido su show “le hubiera dado una cachetada”. El público se rio ante el exabrupto. Los noticieros mostraban ciudades de Estados Unidos, donde los CD de O’Connor eran destruidos por aplanadoras y luego enviados a la cantante. Varias radios se negaron a emitir su nuevo disco y también los anteriores. Hasta Madonna se burló de ella. La Iglesia Católica, en tanto, sacó un comunicado y expresó que perdonaba a la cantante. Nada habló sobre el fondo del reclamo.
Dos semanas después fue invitada al concierto de homenaje a Bob Dylan por los treinta años de la carrera del músico, en el Madison Square Garden. Fue presentada por Kris Kristofferson quien dijo que su nombre era sinónimo de “coraje e integridad”. Ingresó al escenario, se escucharon aplausos, pero en segundos comenzaron a crecer silbidos y abucheos. Iba a interpretar el tema de Dylan “I believe in you” pero los gritos de desaprobación del público, mezclado con algunos aplausos, se alargaron. Kristofferson se acercó y le dijo a Sinéad al oído “no dejes que esos bastardos te derroten”. Cuando los músicos comenzaron a tocar, Sinéad les hizo una seña para que se detuvieran. Pidió más volumen para su micrófono y volvió a cantar, a los gritos, la letra de “War”. Luego se retiró del escenario. La prensa y gran parte del público no estaba dispuesto a perdonar a esa cantante calva irlandesa por su actitud contra la Iglesia Católica. Tampoco ella a pedir disculpas. Su accionar nunca pasaría a ser una anécdota. La noche del incidente en el SNL puede considerarse el comienzo del fin de la carrera de O’Connor como exitosa cantante pop.
Infancia y juventud. Sinéad nació en Dublín en 1966 en una familia que tuvo cinco hijos. Jake y Marie O’Connor, sus padres, se conocieron jóvenes y su matrimonio nunca funcionó bien hasta que se separaron. Sinéad tenía cinco años cuando eso ocurrió y se quedó con su madre. En su autobiografía y varios reportajes, la cantante describió algunos de los abusos que sufrió. Su mamá la golpeaba en forma constante, la hacía tirar sobre el piso desnuda mientras la pisaba e insultaba. Su hermano Joe huyó de casa. Finalmente lo encontraron, pero el niño se resistió a volver. La madre le dijo que si no lo hacía chocaría el auto para dañar a Sinéad, que iba en el asiento del acompañante. El niño no subió y la madre cumplió su promesa, pero fue ella la que llevó la peor parte. Como castigo tuvo a los niños viviendo en el jardín trasero de la casa por semanas, sin dejarlos entrar a la casa. En otras ocasiones los encerraba en un cuarto por todo un fin de semana sin comida y debiendo hacer sus necesidades en ese lugar. En medio de ese infierno, a los trece años Sinéad huyó de su casa y pidió refugio a su padre. Era una joven rebelde y fue a varios colegios donde terminó siendo expulsada. Su padre la internó en The Magdalena Laundries, un sitio donde las jóvenes sin hogar, muchas veces madres adolescentes, vivían y se encargaban de lavar ropa. Ahí vio el abuso que sufrían esas jóvenes. Finalmente dejó el instituto y volvió a otro colegio. En ese tiempo, compró su primera guitarra.
Desde que cantó “Evergreen” en la boda de su hermana, los que la escucharon supieron que Sinéad tenía un tono de voz y una forma de cantar fuera de lo común. En 1984 ingresó al grupo Ton Ton Macoute con los que se trasladó a Dublín. Un año después su madre falleció en un accidente de tránsito. El recuerdo de ella, el dolor y los asuntos no resueltos la perseguirían por toda la vida. Declaró que cuando en el video de “Nothing compares 2 U” se ven lágrimas en sus ojos es porque siempre que la cantaba aparecía su madre detrás de la letra. Su fama como vocalista de la banda creció y conoció a Fachtna O’Ceallaigh quien sería su manager y la llevaría a grabar su primer álbum solista, The Lion and the Cobra (1987). Dos simples, “Troy” y “Mandinka”, tuvieron buena difusión sin que el público supiera de los enfrentamientos que tuvo la cantante con el sello discográfico. O’Connor, con veinte años, había quedado embarazada cuando empezó a grabar el disco. Los directivos de la discográfica aconsejaron que interrumpiera el embarazo, ella se negó y junto a su pareja resolvieron tenerlo. También tuvo peleas por el estilo que quería imprimir a sus canciones. En ambos casos la cantante se impuso. A los ejecutivos de la productora debió molestarlos ver a Sinéad vistiendo una corta remera blanca, que dejaba su barriga al aire, en la que podía leerse la inscripción “Wear a Condom” (Ponte un condón).
Recuerdos. En estas memorias O’Connor cuenta su vida en forma cronológica. Lo hace en capítulos breves, ágiles e irreverentes. Aun cuando relata eventos tristes como su niñez y las postergaciones que sufrió luego de 1992, el relato nunca se vuelve un drama. El libro lo terminó en 2021 y sirvió como base para el excelente documental Nothing compares (2022) dirigido por Kathryn Ferguson, que se enfoca en el período 1987–1993 de la vida de la cantante. El capítulo que relata una noche siniestra vivida en la casa de Prince, en el momento en que Sinéad había llegado al éxito con la canción del músico, es muy oscuro y a la vez muy gracioso. No acepta imposiciones, se rebela una y otra vez. En 1990, en pleno conflicto del Golfo, exigió que no se tocara el himno norteamericano antes de sus conciertos. Varias radios dejaron de pasar sus canciones y Frank Sinatra dijo que si se la encontraba le “patearía el trasero”. El padre de Sinéad le respondió que con los años que tenía Sinatra “dudaba que pudiera levantar la pierna a la altura necesaria para pegar esa patada”.
La cantante reconoce que no estaba preparada para ser la nueva reina del pop y que siempre quiso ser una cantante de protesta. Apoyó desde el comienzo al movimiento LGTB, así como la legalización del aborto. Sus denuncias contra la Iglesia Católica irlandesa, que ocultó por décadas los abusos sexuales cometidos por sacerdotes contra menores, llegaron veinte años antes de la confesión de esos delitos por parte de la iglesia. Los niños arrancados de sus madres adolescentes en The Magdalena Laundries, en uno de cuyos centros estuvo internada como adolescente problemática, y el trabajo casi esclavo al que sometían a esas mujeres, también fue reconocido.
Son reveladores los capítulos donde habla de cada uno de sus álbumes posteriores a 1993, que están contados en forma breve y precisa. Los siete discos, el último de 2014, son analizados por la cantante sin enfatizar que los grandes medios de comunicación no estaban interesados en difundirlos, y rescata las canciones que más le gustó grabar. Repasar temas de esos álbumes, no tan difundidos como los tres primeros, hace valorar el gran talento de O’Connor.
Semilla. En 2015 le practicaron una histerectomía y se mudó a Estados Unidos dado que el sistema de salud en Irlanda no le ofrecía cuidados mentales o alguna terapia de reemplazo hormonal. En medio de la depresión, Sinéad realizó pedidos desesperados diciendo, de forma implícita, que quería quitarse la vida, algo que ya había intentado varias veces. Un millonario mediático norteamericano conocido como Dr. Phil (Phil McGraw) le ofreció apoyo y expuso la desesperación de la cantante. Reconoció que había sido diagnosticada con trastorno bipolar. Se convirtió al islamismo y comenzó a preparar un nuevo álbum. El suicidio de su hijo Shane de 17 años, ocurrido en enero de 2022, fue un golpe devastador del que no pudo sobreponerse.
Alguna vez le preguntaron si no se arrepentía de haber tirado por la borda su carrera con el incidente de SNL. En el documental Nothing compares dice que lamenta que la gente la haya tratado como si fuera una mierda y que eso le dolió. Pero que nunca dijo que le gustara ser una estrella del pop. No tiró por la borda esa carrera porque no era lo que quería, y se sentía orgullosa por lo que hizo. “Me partió el corazón y me mataron, pero no he muerto. Intentaron enterrarme, pero no se dieron cuenta de que yo era una semilla”. La cantante fue encontrada sin vida el 26 de julio pasado en una casa en las afueras de Londres.
REMEMBRANZAS. Escenas de una vida complicada, de Sinéad O’Connor. Libros del Kultrum, 2023. España, 311 págs. Traducción de Iñigo García Ureta.
Invitación peligrosa a la casa de Prince
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Prince la invitó a cenar a su casa. Pasó a buscarla un chofer en limousine. Un sirviente la recibió. La sala estaba en penumbra. “No le gusta la luz” le dijo el empleado. La entrada de Prince fue ampulosa. Saludó y remarcó que ella decía muchas malas palabras. Ordenó a su sirviente sopa. Sinéad no quiso. Prince insistió. Ella volvió a negarse y vio el rostro de temor del sirviente. Prince dijo “Este, por cierto, es mi hermano Duane”. La invitó a jugar una guerra de almohadas. Luego de iniciada, Sinéad se dio cuenta “…que tiene algo en la almohada, algo que ha metido dentro, algo diseñado para hacerme daño. No está jugando ni mucho menos”. Huyó de la casa.