Nueva biografía
El periodista Nelson Castro aborda, en base a datos concretos, la intimidad y los coqueteos con la muerte del ídolo argentino.
Este contenido es exclusivo para nuestros suscriptores.
Nelson Castro es un prestigioso periodista argentino. En Uruguay se lo conoce por sus periodísticos de actualidad en el canal Todo Noticias. Pero Castro además es médico y escritor. Y uniendo ambas profesiones, tiene un par de libros de esos que hacen ruido, no solo a partir de su propia fama, sino por el calibre de quienes ha retratado. Los papas, por un lado, y Cristina Kirchner por otro, enfocando el análisis a partir de los temas de salud. El último de los libros sigue estos ejes, sobre el que acaso haya sido el personaje más influyente de la Argentina en toda su historia: Diego Maradona. Amado por miles y criticado por otros, nadie es ajeno al diez. Así, con estos ingredientes, La salud de Diego, la verdadera historia es una crónica de esas que a nadie deja indiferente.
Maradonianos
El mundo podría estar dividido entre los que admiran al Diego y aquellos que lo defenestran. En este sentido La salud de Diego resulta una biografía fundamental para los primeros, y para los segundos una mirada objetiva que podría aclarar puntos, hacer reflexionar acerca de si Maradona fue realmente Maradona por sí mismo, y cuánto tuvo que ver la fama incontrolable, los amigos de ocasión, las malas juntas. Como si hubiera un Diego, pero también un Maradona muy diferente a aquél, como dos almas en un mismo cuerpo.
Vale decir que La salud de Diego no es una novela ni mucho menos. El que busque una literatura florida o una prosa exquisita, acá no la va a encontrar. En todo caso, Castro se encarga de dar a luz cada etapa del diez, desde el origen humilde de Villa Fiorito hasta el triste y tumultuoso final. Si bien el foco está puesto en la salud, no faltan las anécdotas, algunas ya sabidas y otras que tal vez puedan sorprender al lector, pues traspasan por mucho el ámbito del fútbol.
El libro es una especie de documental escrito, con testimonios de las distintas etapas del diez, más otros recogidos este año en el momento de armado del libro, con el cariz que da el paso del tiempo y una muerte ya consumada. El lector podrá saber de alguna intimidad de la casa y del barrio, pasando luego al debut en la Primera División de Argentinos Juniors, la fama repentina y las primeras patadas. Pues enseguida que el mundo conoció a Maradona, ya todos lo querían ver jugar, o simplemente lo querían ver, en un país donde estar siempre en la palestra se paga, para bien o para mal.
La droga
Antes de los veinte años ya Maradona era la gran estrella del fútbol argentino. Y antes de los veinte años ya tenía una familia que dependía de él, empezando por los amados padres: los sacó de Villa Fiorito hacia un lugar mejor. Su paso por Boca, aunque efímero, marcó el vínculo eterno entre el diez y el club de la ribera. Fue entonces que conoció a José Barrita El Abuelo, el siniestro jefe de la hinchada, una vuelta que este irrumpió en la concentración amenazando con armas. También conoció a Claudia Villafañe, de cuyo padre el autor sospecha que fue quien lo inició en el consumo de drogas.
Para cuando Maradona pasó al Barcelona, en 1982, en el libro habrán pasado innumerables doctores, fisioterapeutas, nutricionistas y otros, que estaban con él día y noche, igual que varios amigotes de índole variada. A Maradona le gustaba estar acompañado de gente, mientras la noche y las fiestas con sus drogas empezaban a ser una realidad incontrastable.
El estigma de Uruguay
La salud de Diego es una de una de las tantas biografías que existen, aunque tal vez la más visible de los últimos tiempos, con el rigor que se espera de Nelson Castro. No incluye comentarios de ningún tipo, sino que se remite a la objetividad de los hechos; a los incontables testimonios se deben sumar los recortes de prensa como testigos de cada etapa. Después del Barcelona el derrotero siguió por el Napoli —donde se codeó con la famosa Camorra—, los mundiales de México e Italia —apenas mencionados—, y la primera suspensión por droga a principios de los noventa. Luego vinieron otros tantos intentos de volver a jugar, pero el brillo se había apagado, y el fantasma de la droga lo acechaba una y otra vez. Un pozo del que ya no podía salir, como lo reflejó en una frase recordada: “A la droga no la manejás nunca. Te maneja a vos”. En 1997 se retiró a pedido expreso del padre, don Diego. Maradona no tenía cuarenta años, pero era como si tuviera doscientos.
Si tuvo varias vidas, no menos frecuentes resultaron los coqueteos con la muerte. La primera de ellas fue durante su internación en el sanatorio Cantegril de Punta del Este, a principios del año 2000. El Diego, con cien kilos arriba, se había descompensado, pero no por consumo de droga (según el libro), sino en un atracón de comida. Guillermo Cóppola, personaje de mil anécdotas, llamó entonces al policlínico de La Barra donde lo atendió un joven médico recién recibido, Jorge Romero. El drama del traslado al sanatorio, más el diálogo Romero-Cóppola, está relatado al detalle y no tiene desperdicio.
Unos meses después vino Cuba, la amistad con Fidel Castro, y una ristra incontable de tratamientos, la mayoría infructíferos. Los excesos no eran solo por drogas: también estaba la comida y el sexo. Pero para ese entonces las historias del libro se vuelven largas, recurrentes, y el lenguaje lleno de tecnicismos médicos. Como en la convalescencia antes del último suspiro, con personajes nuevos (Morla el abogado; Luque el cirujano) y desencuentros permanentes con las hijas. Tanto que las acusaciones siguen hasta el día de hoy. Pero una cosa es segura: al diez lo dejaron solo.
LA SALUD DE DIEGO, de Nelson Castro/Investigación: Pablo Corso y Juan Manuel Lombardero. Penguin Random House, 2021. Buenos Aires, 360 págs.