Teatro

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EL PROCESADO 1040 Y OTRAS OBRAS INÉDITAS, de Juan Carlos Patrón. Ed. Rumbo. 2007. Montevideo. Distribuye Gussi. 334 págs.

EN 1957, la Comedia Nacional estrenó Procesado 1040, de Juan Carlos Patrón (1905-1979), dirigida por Alberto Candeau. La vieron más de ochenta mil personas, transformándose en uno de los mayores éxitos de esa institución en toda su historia. Patrón se había revelado como dramaturgo en 1928, cuando su obra Felicidad fue premiada por la Sociedad Uruguaya de Autores. Pero es a partir de Procesado 1040 que se convierte en un autor estimado: la Comedia Nacional representará Almendras Amargas (1963), dirigida por José Estruch; El pasajero (1966), dirigida por Ruben Yáñez y La casa vacía (1977), también bajo la dirección de Candeau. Los datos bastan para apreciar la importancia de una obra que se desarrolló en un período clave del teatro y la historia nacional. En 2007, gracias al apoyo de Agadu, de la que Patrón fue socio fundador, se reedita su pieza más célebre junto a otras que permanecían inéditas y que la profesora Carmen Galusso -quien por una nota introductoria se deduce que sería responsable de la edición- recuperó de los Archivos del Teatro Solís, la Biblioteca Nacional y Agadu. Aunque debe lamentarse la ausencia de un prólogo informativo y crítico, hay que saludar esta publicación en un medio difícil para la edición de textos dramáticos. Leída en conjunto, esta obra se percibe atada a las circunstancias de su producción -tal vez el teatro lo sea más que otros géneros- y no sostiene la fuerza que pudo alcanzar en su momento, para un determinado público y en un estricto contexto. Procesado 1040 (y no "El procesado…", como figura en la tapa de la reciente edición) es la historia de un buen hombre de clase media, que nunca ha tenido problemas con la justicia ni quiere tenerlos, para quien la división entre buenos y malos no admite matices. Cree que el mundo está bien hecho y confía en la labor de la policía y la justicia. Hasta que es denunciado por su vecino por cortar una enredadera y comienza a vivir un pesadillesco periplo que se inicia en la comisaría del barrio y termina en la Cárcel Central. El Zorrito, un delincuente común con quien alterna en la prisión, pícaro sentimental y agudo, resulta el personaje mejor logrado y más recordable. Patrón era abogado y volcó en el texto su experiencia en juzgados y su conocimiento del mundo carcelario, que resulta en una denuncia explícita al sistema procesal. La última función de la obra, en 1957, se cerró con un debate en el Teatro Solís, dirigido por la Dra. Adela Reta, a partir del cual se desarrolla un movimiento jurídico reformista que culminará en la Ley de procesamiento sin prisión. Su promulgación permite a los jueces eximir de la prisión preventiva a los culpables de delitos leves. La pieza explica el contexto e incide en él. De todos modos, Procesado 1040 admite una lectura reactualizada como metáfora de la debilidad del individuo frente a cualquier clase de poder.

Un rasgo común de las obras editadas radica en la preferencia por los marginados y sufrientes, abatidos por un sistema injusto, en ocasiones en base a un esquema algo ingenuo.

M.A.G.

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