Otra forma de ser judío
La serie Poco ortodoxa le dió fama, dinero, y la posibilidad de concretar su libertad. Pero este relato íntimo todavía no tenía relato. Llega ahora con su nuevo libro Exodus.
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En 2020, cuando arreciaba la pandemia del Covid en Uruguay —con sus encierros— llegó a Netflix una serie que planteaba exactamente lo opuesto. Se titulaba Poco ortodoxa (Unorthodox, su título original), y estaba basada en una historia real, pues contaba el periplo de una chica muy joven que decidía huir de un encierro religioso, el de la comunidad jasídica judía de Williamsburgh en Brooklyn, Nueva York, en la cual había nacido. Discrepaba con el aislamiento, la adjudicación estricta de roles (sobre todo para la mujer), la limitada educación religiosa ortodoxa, y sobre todo con la ausencia de horizontes. Todo era muy mediocre y controlado, y esta chica, que en la vida real se llamaba Deborah Feldman, tenía ambiciones. Quería, en definitiva, realizarse como ser humano, ganar independencia, y controlar su destino.
El relato de Poco ortodoxa tal como lo presentó Netflix, con guión de la propia Deborah Feldman, tenía mucha ficción. La protagonizaba una joven llamada Esther Shapiro, interpretado de forma magistral por la actriz Shira Haas, y el relato pegaba en el corazón de cada espectador, tal era la determinación de esa chica de apariencia frágil y espíritu fuerte, que huye del encierro y sale sola al mundo, y que transita caminos llenos de simbolismos. Por ejemplo la huida hacia Berlín como santuario, un lugar curioso para un judío pues era la capital del país de los perpetradores del Holocausto, o su baño liberador en las aguas del lago berlinés de Wansee, lago impuro si los hay para el judaísmo pues en un palacete en sus orillas las SS pergeniaron el plan maestro del Holocausto.
Años antes de esa serie de ficción Feldman había escrito su crónica verdadera, Unorthodox, Mi verdadera historia (2012), de gran éxito en ventas. Una historia bastante diferente, pues ella huye de la comunidad con su hijo pequeño, siguió años en Nueva York para no perder la tenencia legal de su hijo, pasó hambre y fue discriminada. Años más tarde emigró y se instaló en Berlín.
Aún así su viaje espiritual, las decisiones íntimas que forjaron su destino de mujer independiente, el impacto que tuvo la serie de Netflix en su vida, y el por qué de la elección de Berlín, carecían de relato. Habían pasado diez años de su huida de Williamsburgh y faltaba mucho por contar. Ese libro acaba de llegar en castellano y se titula Exodus, Mi viaje poco ortodoxo a Berlín.
Contradicciones
Exodus es un libro sobre la memoria, la identidad, y el sentido de pertenencia.
Empieza con una pregunta a su abuelo Bubby cuando era niña, “Abuelo, ¿soy cien por ciento judía?”, para reflexionar ya de grande: “En la tradición jasídica, ese tipo de pureza tiene sin duda alguna mayor peso que contar con algún antepasado importante. La obsesión con la pureza del linaje vendría después, quizá como resultado de una ideología y unas leyes que nos definían por exclusión” relata Feldman. Así, “inventaron una especie de pureza propia. Crearon árboles genealógicos que se remontaban a miles de años para exhibir sus ramas intactas y discriminaron a los judíos que no podían demostrar esa pureza. Igual que los nazis, también se atrincheraron en el falso y traicionero refugio de la identidad consanguínea”.
Entonces Deborah se hace una y otra vez la misma pregunta: “¿Cómo consigo que mi judaísmo se me haga soportable?” Mientras piensa en voz alta estas cuestiones espirituales, debe resolver cosas muy concretas. Por ejemplo, para cumplir sus deseos de estudiar aún antes de huir de su comunidad se inscribe en el Sarah Lawrence College, lo que exigía una logística compleja, pues debía hacer todo a escondidas. Con ese primer paso conoció compañeros y docentes de un mundo diferente, al punto de querer ser como ellos, de imitarlos hasta en la forma cómo fumaban, para lograr una pertenencia. Luego la decisión de escapar y vivir sola —casi sin ingresos— con su hijo a cargo en el hostil entorno de Nueva York, la ciudad más rica del mundo donde el peor pecado es ser pobre. También las dificultades para conseguir trabajo, pasar hambre o comer solo porotos, pero sobre todo no poder darle una estabilidad al niño, un hogar, esas rutinas tan necesarias en la primera edad. De seguir recibiendo cartas de parientes cercanos con amenazas de muerte, o de primos que la invitaban a suicidarse. De optar por donar óvulos a cambio de dinero, proceso que dejó secuelas en su cuerpo.
Destacan dos historias. En su lucha por mantener la tenencia legal de su hijo frente a su esposo, su abogada le sugiere mudarse a Manhattan porque allí los jueces son más liberales; había antecedentes de jueces que, influidos por sus electores de la comunidad jasídica de Williamsburgh, terminaban fallando a su favor. Esa mudanza tiene un costo material y espiritual desmesurado, no sólo para conseguir casa y comida (la vida en Manhattan es mucho más cara que en Brooklyn), sino para lograr que su hijo fuera aceptado en un colegio judío, pues ser un judío pobre entre los judíos ricos de Manhattan establecía otro umbral de discriminación (que incluso deriva en una situación de bullying). Ahí comienza su disgusto con cierta cultura norteamericana, por su materialismo. Descubre que “el sistema de valores del imperio espiritual de mi infancia chocaba de manera tan frontal con el del reino materialista al que me enfrentaba que de pronto me resultaban irreconciliables”. De niña aprendió que la riqueza es inmoral, y la ostentación el origen de todos los males. “Acabé repudiando a Nueva York por su obsesión por el lujo a expensas de todo lo demás (por esa) omnipresente fealdad de un paraíso capitalista”.
Vivir con nazis
Aquel primer libro del 2012 le dio a Deborah popularidad y autonomía financiera. La miniserie de Netflix más. Logró la tenencia legal de su hijo viviendo situaciones de corte hollywoodense, salió de Nueva York, vivió un tiempo en una zona tranquila de Connecticut, descubrió Alemania y se sintió conectada con sus antepasados judíos alemanes. Con sus olores y costumbres ancestrales. En su constante búsqueda de identidad y pertenencia, encontró una luz.
Los capítulos finales de Exodus son complejos porque, lejos de ser un lugar idílico, la Berlín contemporánea planteaba cuestiones muy duras para un judío. Por ejemplo, tener que convivir con neonazis que hacen público su odio sectario y se mueven libres, violentos, tan campantes. O dejar expuestas las diferencias culturales entre un judío israelí y un judío de la diáspora que optó por no vivir en Israel (¡y vivir en Alemania!). Pero Deborah no claudica nunca en su intento por resolver sus contradicciones. Es una mujer desnuda que escribió un libro abierto, honesto, y sin soluciones fáciles. Quizá porque sabe, en un sentido borgeano, que solo somos libres el día que sabemos para siempre quiénes somos.
EXODUS, Mi viaje poco ortodoxo a Berlín, de Deborah Feldman. Lumen, 2021. Montevideo, 396 págs. Traducido por Laura Manero Jiménez y Laura Martín de Dios.