Poesía uruguaya

Un canto al dolor y a la muerte, pero también al amor, a la amada y a la alegría: el nuevo poemario de Hugo Achugar

Un hombre múltiple en busca del sentido de la vida

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Hugo Achugar
Hugo Achugar
(foto Marcelo Bonjour/Archivo El País)

por Juan de Marsilio
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La gran mayoría de los seres humanos de Occidente, en este siglo XXI y desde bastante temprano en el XX, cursa su vida sin fe religiosa, por lo menos la que se estructura alrededor de una doctrina más o menos estable, y en muchos casos sin ninguna forma de fe trascendente, por vaga que sea. De lo anterior se sigue que las voces poéticas que surgen de ese magma humano suelan pulsar, aunque asordinada, la cuerda de lo trágico, con pudorosos matices de broma, sátira o prosaísmo. Así suena de qué va, de Hugo Achugar (Montevideo, 1944).

El autor es un hombre múltiple. Además de ser uno de los mejores poetas uruguayos vivos dentro de la segunda camada de la Generación del 60 o “de la crisis”, se ha desempeñado como docente universitario, investigador y ensayista. Entre 2008 y 2015 fue Director Nacional de Cultura, y acaba de ser galardonado con el Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual 2024 otorgado por el gobierno uruguayo. Ha sido hijo, esposo y padre, con la carga de riesgos, dolores y pérdidas que implican esos roles de la humana condición

Duda y fe se alternan en este libro. El hombre y poeta que se expresa en estos versos no halla el Sentido con mayúscula para el ser y el hacer, y por eso “de qué va”, la primera sección de este libro se cierra así,
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de qué va la vida
de qué va todo
de qué va
de qué
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(“De qué va la poesía”)

No obstante, el deseo de creer, logra construir un sentido provisorio, o al menos una ficción de sentido, que le permiten al hombre seguir viviendo y al poeta escribir. A eso apuesta el hablante de estos textos. Y una apuesta es un acto de fe, como podría leerse en el siguiente poema,
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Quisiera decir:me seducen los espacios abiertos y los días de sol.Hacer chistes, establecer la hora del amor,jugar como antes con las palabras y creer,sobre todo creer que un montón de palabras puede cambiar        
el paso de las horas.
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(“Palabras”, pág. 54)

Como jugando, pero muy en serio: ese es el modo de escribir, leer y vivir que se canta en este libro,
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Los gorriones se acercan a la ventanano tocan el erizado cerco. Una brizaapenas mueve la cortina. Me despiertopara continuar imaginando deseos añejoscomo si esto fuera un juego. No lo es.
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(“Como si fuera una rutina”)

En línea con ese jugar sabiendo que no es un juego, varios de estos poemas juegan al hacer como si o a imaginar lo que hubiera podido ser, como por ejemplo en “Y si hubiera otro padre” (pág. 65), donde especula con la posibilidad de que su padre no hubiese fallecido temprano, no sólo no haber sido tanto tiempo hijo sin padre, sino incluso haber podido cuidar al padre anciano (“si para siempre ya no fuera hijo sino padre de mi padre.”). La apuesta al siempre muestra una sed metafísica —que no se pueda creer en la eternidad no hace dejar de desearla, al tiempo que apunta que, a fuerza de rumiarlos en el recuerdo, todos nosotros terminamos creándoles a nuestros difuntos otra identidad, que termina desbordando la que de modo objetivo tuvieran en vida. Este mentar a los difuntos es una nota que se reitera en este libro, en un tono entrañable a la vez que sobrio y contenido.

Eros. Este poeta tiene claro que la experiencia erótico/amorosa no se agota en la mera anatomía y fisiología del acto, por vitales que sean estos dos factores. Cualquiera que haya amado sabe que, cuando el otro se va de veras al país del orgasmo, parece haber alcanzado un nirvana distinto del propio, para uno por completo inalcanzable. Es un misterio que a uno le es dado sólo contemplar, feliz de saberse parte, pero en el que no accede. El Eros da sentido al resollar, incluso a quien no logra creer en otras maneras de vincularse con lo eterno. En este libro, y en toda la producción poética de Achugar, el erotismo es uno de los aspectos más finos, profundos, y contundentes,
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Amo tus ojos redondos, tus ojos de agua profunda, tus manos pequeñas sobre mi sexo dormido y luego tus manos sobre mi sexo armado.    
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Amo tu espalda y tus piernas, tu espalda ondulada y tus piernas trenzadas en mi espalda y amo también el modo en que tus labios aman mi espalda y mis piernas buscando mi sexo.    
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Amo el sofá azul de la esquina cuando nos amamos a las tres de la madrugada y amo tu pie destapado cuando ingresada en el sueño las luces de los autos cruzan el techo del cuarto.
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(“Amor”)

Bella cosa que, en un libro que no titubea ante el dolor y la muerte, también el poeta ponga su voz, maravillada y agradecida, al servicio del amor, de la amada y de la alegría —fugaz pero absoluta— que les es concedida a los amantes, en el mejor sentido de este término.

Complejidad y llaneza. El decir de Hugo Achugar es complejo, tenso y difícil para quien ame los discursos simples. El reseñista debe prevenir al lector: Achugar no es un nuevo Benedetti, ni mucho menos. Sin embargo, “punto muerto”, la segunda sección del libro, maneja un lenguaje más llano que hace un sabio equilibrio con la relativa dificultad del tramo inicial del libro, dificultad que nunca es capricho ni alarde y que siempre rinde fruto al que se toma el trabajo de abordarla.

El diseño de cubierta tiene un defecto. La tinta negra impresa sobre fondo bordó dificulta la lectura de los textos de contratapa a cargo de Gloria Salbarrey y Luis Bravo, muy orientadores para situar de qué va en el conjunto de la obra poética de Achugar.

DE QUÉ VA, de Hugo Achugar. Yaugurú, 2024. Montevideo, 88 págs.

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