Obra poética reunida de Chantal Maillard

Una poesía sobre la terrible condición humana

Desde el horror y el desencanto, la poeta belga-española escribe sobre cosas que duelen.

Compartir esta noticia
Chantal Maillard.jpg
Chantal Maillard

por Juan de Marsilio
.
Nacida en Bélgica en 1951, Chantal Maillard reside en España desde sus catorce años. Filósofa, ensayista y poeta, en este último campo obtuvo, a partir de Hainuwele (1990), su primer libro, cierta atención de crítica y lectores. A partir de Matar a Platón (2004), que le valiera el Premio Nacional de Poesía de España, sus libros, recitales y performances han atraído de modo extraordinario a público y crítica.

En Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es el agua, Virginia Trueba Mira reúne y estudia la obra poética de Maillard entre 2004 y 2020. Son textos complejos, variados en lo formal, que critican, desde el horror y el desencanto, la condición humana, como puede verse en el fragmento inicial de “Balbuceos”, sección del libro La herida en la lengua (2015),
.
En una de las que serían sus últimas noches de libertad, Friedrich Nietzsche sale de su alejamiento en el número 20 de la calle Milano. Es enero en Turín, y hace frío. Aprieta el nudo de la bufanda en torno al cuello de su abrigo. Va a cruzar la calle cuando, ante él, un caballo se desploma. El cochero, impaciente, lacera a latigazos el lomo del animal, que no puede tirar de la carga. El filósofo corre hacia él, se abraza a su cuello y, llorando, le pide perdón a nombre de la humanidad.
La Historia considera este episodio como uno de los síntomas de su locura.
.
En todos los poemarios la poeta rumia, lúcida y a la vez visceral, todo ese horror.

Matar a los hijos.
En 2020 Maillard dio una vuelta de tuerca al mito de Medea —cuya protagonista mata a sus propios hijos— y a la tragedia que Eurípides compuso sobre ese mito. En la Medea de Maillard la madre filicida afirma haber abreviado el sufrimiento de sus hijos,

Maté a mis hijos, sí. O esa fue
la historia que os contaron.
¿Qué utilicé: la soga, el cuchillo
el veneno? ¿Q quizás fue la ausencia?
¿Importa eso ahora?
.
Tan sólo aceleré el final de un proceso.
¿No condenamos todas
acaso a nuestros hijos? ¿No
destinamos su cuerpo tembloroso
a la muerte
en aquel mismo instante
en que los concebimos?
Y al expulsarlos
Del útero a la luz, ¿no os forzamos a
compartir la violencia
y el miedo de saber
que cada paso adelante es una resta?

Por debajo de la condena moral de la violencia y la injusticia humanas, hay en la obra de Maillard un horror metafísico ante un universo en el que llega a existir el Hombre, capaz de concebir la palabra “siempre”, pero obligado a morir. Leerla es aleccionador: para ayudarse a uno mismo y al prójimo a encarar vida y muerte, no sirven los diagnósticos facilistas que llevan a soluciones ilusorias.

La clave está al inicio del segundo fragmento de los “Balbuceos”,
.
RECLUIDO en un torreón a las orillas del río Neckar, en los últimos años de su vida, Friedrich Hölderlin, según se cuenta, a cualquier pregunta que se le hiciese, contestaba invariablemente “pallaksch, pallaksch, una expresión con la que se remeda el balbuceo de los niños pequeños. Celan alude a ello en el poema “Tubinga. Enero”,
.
Si viniera,
si viniera un hombre,
si viniera un hombre al mundo, hoy, con
la barba de luz de
los patriarcas:
debería,
si hablara de este
tiempo,
debería
sólo balbucir y balbucir,
siempre, siempre
asiasí. (“Pallaksch, Pallaksch”).
.
Era un mes de enero cuando los altos mandos de las SS se reunieron en Tubinga para decretar el exterminio del pueblo judío. Hay épocas, en efecto, en que la boca de un sabio no podría sino balbucir.

De inmediato la voz lírica se pregunta —de manera retórica— si ha habido alguna época libre de horror y sinsentido. Al recorrer Lo que el pájaro bebe... el lector no lo tiene fácil, pues los textos de Maillard son complejos en lo formal y fragmentarios, oscuros, casi crípticos. Tienen por nota común la desolación.

Experimental.
A lo largo de libros que componen este libro” escribe Miguel Morey en la Posdata, “se podrá comprobar que el trabajo de reinvención poética de Chantal Maillard es constante y manifiesto; quema sus naves una y otra vez para renacer nuevamente de sus cenizas”. Este carácter experimental se nota ya desde Matar a Platón, de relativa llaneza dentro del conjunto. En cada página hay un poema, y al pie, la voz lírica comenta que un amigo le ha pedido consejo sobre un libro que está escribiendo, titulado Matar a Platón, acerca del que Maillard escribe sin mostrarlo. Así, el poemario es un diálogo entre dos voces y un silencio. Luego vendrán, en los libros siguientes, poemas en prosa, poemas visuales, chispazos de tono aforístico, porque en tanto poeta, Maillard inicia este período maduro de su obra disponiendo de un arsenal técnico considerable, que amplía en sucesivas exploraciones. Pero lo que no domina, porque precede a la existencia de la poeta como persona, es la herida desde la que crea. Y la conciencia de esto ya es clara en Matar a Platón, al que pertenece el siguiente poema,
.
Mejor no diga nada.
Sería inútil. Ya ha pasado.
Fue una chispa, un instante. Aconteció.
Yo acontecí en ese instante.
Puede que usted también lo hiciera.
Suele ocurrir con los poemas:
terminan condensándose las formas
en nuestros ojos como el vaho
sobre un cristal helado;
las formas, con su herida.
Pues quien construye el texto
elige el tono, el escenario,
dispone perspectivas, inventa personajes,
propone sus encuentros, les dicta los impulsos,
pero la herida no, la herida nos precede,
no inventamos la herida, venimos
a ella y la reconocemos.

Hay que leer a Maillard aunque duela, aunque se discrepe con ella, aunque, por desgracia, le sobren los motivos para escribir así.
.
LO QUE EL PÁJARO BEBE EN LA FUENTE Y NO ES EL AGUA (Poesía reunida 2004–2020), de Chantal Maillard. Galaxia Gutenberg, 2022. Barcelona, 800 págs.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar