por Mercedes Estramil
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La literatura de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), gran lector, clasificador y operador logístico de los almacenes literarios, puede producir en los lectores tres impactos básicos: la adoración incondicional (a su ingenio, a su pasión metaliteraria, a su correctísima prosa, a su fidelísimo ego), el rechazo uniforme (a lo mismo), o la disonancia cognitiva. Este último es el caso. En Montevideo (2023), el autor catalán se pasea en círculos por las tierras de la autocita y por algunas ciudades y pueblos, entre ellos nuestra capital. Es dudoso que le llamemos “Mar de la Plata” al río, y que el Palacio Salvo esté deshabitado, pero son cuestiones menores (peor nos pintó Murakami en Tokio Blues), y además el mapa de Vila-Matas es exclusivamente literario y de lo que va a hablar, entre guiños, es de otra cosa.
El narrador/protagonista es un escritor paralizado en un bloqueo creativo, viviendo del extrarradio literario: viajes, conferencias, recuerdos. Detesta el éxito condenatorio de su libro estrella (“Virtuosos de la suspensión”, almibarada sustitución del Bartleby y compañía del autor), cuenta sus encuentros con Antonio Tabucchi, hace una lista de “escritores franceses” entre los que figuran Ida Vitale y Felipe Polleri, visita el Hotel Cervantes de Montevideo para hallar la abertura que inspiró el relato “La puerta condenada” de Cortázar, conversa con su amiga Madeleine Moore, elogia a Idea Vilariño, etc. Resumiendo: busca una puerta para entrar a la escritura y la encuentra en la reflexión sobre esa búsqueda, enmascarada en un deambular físico que apenas es una excusa puesto que solo se mueve de verdad entre libros, autores, citas.
Vila-Matas escribió el libro tras salir de un trasplante de riñón, donado por su esposa. Afirmó que no es autobiográfico, pero también ha señalado que toda literatura es autoficcional, y lo cierto es que las correspondencias entre él y personaje son de calco y que la enfermedad de la literatura —el “mal de Montano” de uno de sus mejores libros— los tiene en la misma cama de hospital. Montevideo tiene cotas de altura y simas de aburrimiento; el punto fuerte son algunas frases subrayables, pero no la historia completa. Destaca su definición de la “parcialidad fría”: “concepto clave con el que di a entender que era de los que vivían las cosas que les pasaban siempre distanciándose de ellas para así poder pensar en cómo las narrarían si decidieran narrarlas”. En lugar de narrarlas, Vila-Matas reflexiona en bucle, a lo Macedonio Fernández, sobre esa posibilidad.
MONTEVIDEO, de Enrique Vila-Matas. Seix Barral, 2022. Barcelona, 300 págs.