DESARROLLO URBANO
Fue el eje natural por el que se expandió Montevideo una vez que se derribaron sus murallas. Reúne algunos de los principales edificios y espacios públicos. Y atesora un sinfín de historias.
El año 1830 fue un mojón en la historia del Uruguay, con dos hechos sobresalientes para el desarrollo nacional: la Jura de la Constitución y la asunción de José Fructuoso Rivera como primer presidente de la República. Pero también representó la vuelta de página de una ciudad que había quedado prácticamente asfixiada detrás de sus murallas (en lo que hoy se conoce como Ciudad Vieja), las cuales ya no eran necesarias y generaban todo tipo de perjuicios, desde lo sanitario a lo urbanístico, para el desarrollo de los montevideanos.
En 1829, una Asamblea Constituyente decretó la demolición de las murallas y otras fortificaciones, para que la población pudiera extenderse siguiendo el eje de la actual avenida 18 de Julio. La “Ciudad Nueva” fue proyectada por el ingeniero José María Reyes y la Ciudad Vieja quedó rezagada. La historia, desde entonces, no para de escribirse: Montevideo creció por el trazado de 18 de Julio, el borde de la bahía y la costa del Río de la Plata. Y los sitios despoblados y “distantes” pasaron a ser los “nuevos barrios”, en los que actualmente vive nada más ni nada menos que la mitad de la población del país.
La conformación de la Plaza Independencia tras la demolición del fuerte llamado Ciudadela y del mercado público que quedó después, conectó el espacio directamente con 18. La avenida se diseñó en línea recta, recorriendo las últimas estribaciones de la Cuchilla Grande, hasta encontrar el Camino de Maldonado en el Cordón. Pero luego se prolongó hasta el Bulevar Artigas, señalizándose después el remate de la “Ciudad Novísima” con el Obelisco a los Constituyentes de 1830.
En el medio quedó un rosario de espacios públicos como la Plaza de Cagancha, el terreno que hoy ocupa la Intendencia de Montevideo (donde antiguamente existió un cementerio) o la Plaza de los Treinta y Tres. Y un conjunto de residencias que fueron de lujo en su época, salas de teatro y cine, grandes galerías (precursoras de los actuales shoppings), organismos públicos, oficinas y otras viviendas.
¿Un nombre colorado?
El nombre 18 de Julio recuerda la fecha del año 1830 en la que fue solemnemente jurada la primera Constitución por las autoridades y el pueblo uruguayo. Y según el historiador Leonardo Borges, bautizar de esta manera a la principal avenida de Montevideo fue de alguna manera un “triunfo” de los colorados sobre los blancos, que probablemente hubieran optado por llamarla 25 de Agosto -como finalmente se bautizó a un importante tramo de la rambla- por la Declaratoria de la Independencia.
“La historia se construye siempre de relatos. Y en esa lucha de relatos, el colorado fue más fuerte que el blanco por obvias razones: el poder real lo detentaban los colorados, al igual que el poder simbólico”, explica Borges a Revista Domingo.
“Dieciocho de Julio se convierte en la avenida más importante de Montevideo en un país centralista como lo es Uruguay. Y 25 de Agosto queda por fuera, aunque esta fecha tiene más importancia en el interior que la que tiene en Montevideo. La tesis colorada claramente coloca el énfasis en lo que va a ser el ‘nacimiento legal’ del Uruguay, mientras que el 25 de agosto es una fecha blanca, que tiene que ver con la épica y otras cosas”, agrega el escritor, quien acaba de publicar el segundo volumen de La historia escondida del Uruguay (Ediciones B, 2021).
“Cuando se discutió cuál iba a ser la fecha de nacimiento del Uruguay, hacia 1922-1923, hubo un montón de posturas, donde fue protagonista Pablo Blanco Acevedo. Y llegaron a una especie de tablas: 25 de Agosto feriado por la Declaratoria de la Independencia y 18 de Julio también feriado por la Jura de la Constitución. Pero ahí tuvo mucho que ver la mayoría que tenían en ese momento los blancos en el Parlamento, aunque no fueran gobierno. La correlación de fuerzas colocaba a los blancos en un lugar donde también podían imponer, de alguna manera, pero en cuanto a la avenida 18 de Julio, me parece que salieron ganando los colorados”, agrega.
El kilómetro cero
Cuando la Ciudad Nueva necesitaba expandirse, la Plaza de Cagancha fue el lugar elegido como su nuevo punto neurálgico. Por ese motivo, a este sitio de partida geográfico todavía se lo toma como el “kilómetro cero”, en el cual se inicia el sistema vial del país.
En 2016 se cumplieron 150 años de la instalación del monumento público más antiguo que se conserva en el país y que se encuentra, precisamente, en este importante espacio público: la Estatua de la Paz, la cual cobró vida gracias a la fundición de dos cañones de bronce usados en un conflicto entre blancos y colorados.
Por mandato de la Jefatura Política de Montevideo, comandada por el coronel Manuel M. Aguiar, la tarea fue realizada en la fundición de Ignacio Garragori, donde se trabajaban y laminaban los metales para acuñar monedas. Esto ocurrió en enero de 1866 y meses después ya comenzaron los trabajos de cimentación en el cruce de la 18 de Julio con la excalle Ibicuy (hoy Gutiérrez Ruiz) y Rondeau.
También al coronel Aguiar, militar que acompañó al general Venancio Flores durante su revolución, le correspondió hacer contactos privados para dar con posibles proyectos para la estatua. Dos escultores respondieron al llamado, José Livi y Andrés Bramante. Al primero de ellos, un italiano alumno de las academias de Florencia y Carrara, que llegó a Montevideo desde Buenos Aires en 1859, le concedieron el desafío. El arquitecto Bernardo Poncini lo consideraba “el primer artista de escultura que ha venido al Río de la Plata”.
La modelo que posó para Livi con túnica griega y gorro frigio no fue otra que su agraciada mujer, Rosita Pittaluga. La matrona en bronce terminó coronando una columna. Y sumadas, alcanzan una altura de 17 metros y un peso de nueve toneladas. El 20 de febrero de 1867, 21 cañonazos retumbaron contra los muros de las primitivas y escasas edificaciones de la zona. Había quedado inaugurado el único monumento público de su especie en la capital, y en la plaza que, tras la Paz de la Unión, recobró su nombre de “Cagancha” en lugar de “25 de Mayo”.
El historiador y abogado uruguayo José María Fernández Saldaña llegó a decir que podría discutirse si la columna con su estatua modelada por Livi honra la Libertad, la Ley, la Paz o hasta la revolución de 1865.
Pero lo indiscutible para él es que “los materiales nobles, las líneas esbeltas y la elevación del fuste realzaban todavía el mérito del monumento que, en medio del descampado de la plaza, cruzada por la desolación de la calle 18 de Julio, entre casas paupérrimas y barracones, destacaba la silueta de una columna romana”.
Cañones en la avenida
Como cualquiera puede presuponer, por la importancia histórica que tuvo este camino de carretas que luego se trasformó en la principal avenida de la Ciudad Nueva, ocurrió de todo en 18 de Julio. Aunque muchas de esas cosas son poco conocidas o recordadas.
Entre estas últimas, se encuentra un episodio que ocurrió el 4 de julio de 1898, cuando se enfrentaron en el Centro de Montevideo un grupo de insurgentes -que se oponían al presidente de facto Juan Lindolfo Cuestas- con las tropas gubernistas. Eran las seis de la mañana y la ciudad dormía cuando las filas se preparaban para el combate. “Las hostilidades comenzaron en las bocacalles de 18 de Julio y Minas y Colonia y Minas. Entre los cañones Krupp y los fusiles Máuser, amaneció Montevideo”, recuerda Leonardo Borges.
Corrió sangre, de un lado y del otro. Y a las 7 de la mañana los gubernistas seguían intentado romper el cerco insurgente, pero no lo lograban. “Los revoltosos cortaron las líneas telegráficas y telefónicas; al mismo tiempo que intentarían tomar como prisionero al jefe político de Montevideo, pero no lo consiguieron”, anota el historiador. De las 8 a las 10 de la mañana, se dio el combate cerrado de artillerías, lo que generó la rotura de miles de vidrios de la ciudad, incluyendo las ventanas de la casa del exmandatario Máximo Tajes y de la del mismísimo presidente Cuestas, quien tras el hecho sentenció irónicamente: “Negocio para vidrieros”.
En medio de aquella batalla, los revolucionarios comprendieron que por más que lo intentaran, estaban destinados a fracasar. Era hora de parlamentar. En su libro Sangre y barro (Ediciones B, 2020), Borges dice que el general gubernista Nicomedes Castro, al ver la bandera de parlamento, ordenó un alto al fuego. Las negociaciones terminarían con una amnistía. Y tras entregarse, Cuestas decidió desterrar a los insurgentes a Buenos Aires.
Las dos torres
Entre los edificios más altos y emblemáticos de 18 de Julio se encuentran el Palacio Salvo y la Intendencia de Montevideo. El primero ha sido históricamente una de las principales postales de la capital, desde que fue inaugurado en 1928 en el sitio donde se encontraba el café La Giralda, en el cual se estrenó La Cumparsita de Gerardo Matos Rodríguez. Durante décadas, el Salvo fue el edificio más alto de Sudamérica.
En tanto, el terreno donde se encuentra el Palacio Municipal tiene una larga historia. Fue cementerio inglés, plaza de armas para ejercicios de instrucción militar, escenario de teatro reidero y de exposiciones ganaderas y agrícolas. También de temporadas de zarzuela y bailes de máscaras en carnaval.
El edificio, habilitado en 1942, fue construido en distintas etapas entre 1936 y 1968. Recién coincidiendo con su inauguración se construyó la explanada, el garaje del subsuelo y el puente que originalmente la unía con la torre de ladrillos. Hacia 1944 y 1946 se erigieron las alas laterales de Ejido y Santiago de Chile. Y dos años más tarde, se inició la construcción del atrio.
La copia del David de Miguel Ángel fue trasladada el 7 de abril de 1958 desde su anterior ubicación, la ahora Plaza de los Desaparecidos, en la esquina de Rivera y Juan D. Jackson. El emplazamiento del David en la explanada de la Intendencia responde a un homenaje simbólico al origen italiano de los municipios.
La última reforma propuesta
El último proyecto de reforma para la avenida 18 de Julio fue presentado en 2017 durante la administración del entonces intendente Daniel Martínez, pero recibió una catarata de cuestionamientos técnicos y políticos y nunca fue implementado. Según el plan, explicado en su momento por el director de Planificación de la comuna, Ramón Méndez, las bicicletas pasarían a ocupar un lugar centralísimo, circulando por el medio de la avenida en una bicisenda de 3 metros de ancho que se prolongaba desde el Obelisco hasta la Plaza Independencia. La iniciativa vedaba el ingreso de los autos particulares y los taxis a la avenida, en la que solo quedaban sendas para ómnibus, preferentemente eléctricos. A su vez, las veredas ganaban espacio hacia la calle, lo cual se lograría -según el proyecto- mediante el empleo de macetones, pintura, bolardos y mobiliario, no necesariamente “picando” los cordones.
El fotógrafo del gorrito blanco y el político disparatado
La presidenta de la Comisión de Nomenclatura de la Intendencia de Montevideo, María Emilia Pérez Santancieri, dijo a Revista Domingo que desde mucho antes que se derribaran las murallas había actividad en el entorno de lo que hoy es la avenida 18 de Julio. Comentó, por ejemplo, que en la zona del Cordón vivió José Artigas. Y recordó algunas anécdotas. Una de ellas de la época en la que murió Venancio Flores (1868), cuando llegó al país un fotógrafo famoso, el inglés John Fitz-Patrick, quien se paró en el nacimiento de 18 de Julio con un sombrero blanco y casi pierde la vida a manos de unos colorados que se acercaron con intención de asesinarlo. Pérez Santancieri también dijo que desde el balcón de su casa de 18 de Julio y Juan Paullier, el disparatado político Domingo Tortorelli arengaba a sus seguidores proponiéndoles, entre otras cosas, que si llegaba a presidente haría calles en bajada, techaría el Estadio Centenario y colocaría canillas gratuitas de leche en las esquinas.
Sin dudas son infinitas las anécdotas sobre 18 de Julio. Y entre ellas está la que recoge el escritor Milton Schinca en su obra magna Boulevard Sarandí, donde reproduce el testimonio de un viajero que llegó a Montevideo por los días de la Guerra Grande (1839-1851), relatando el estado deplorable en el que encontró la arteria a causa de este conflicto bélico: “La calle grande de 18 de Julio, tan alegre y animada en otro tiempo, hoy está desierta. Si la recorremos en toda su extensión, vemos las casas vacías, las ventanas rotas, las puertas cerradas. En uno que otro sitio queda todavía alguna tenducha o algún taller donde unos pocos artesanos se sienten satisfechos cuando se les recomienda siquiera un pequeño trabajo”.