A US$ 50 mil: así se hace el sombrero que no es de Panamá aunque lleve el nombre

El auténtico sombrero de paja toquilla proviene de Pile, en la costa ecuatoriana; un arte tradicional que ha trascendido el tiempo y fronteras.

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Sombrero Panamá
Rodrigo Caballero

Por Rodrigo Caballero, especial para Domingo

Los legendarios sombreros Panamá no provienen, como mucha gente cree, de Panamá. Su verdadero origen está en Pile, una pequeña localidad ubicada en la costa del Pacífico ecuatoriano, en el cantón de Montecristi, en la provincia de Manabí.

En el entorno selvático donde se encuentra el pequeño pueblo, abunda la Carludovica palmata, conocida como palma paja toquilla, de cuya fibra se extrae la materia prima con la que casi la mitad de sus mil habitantes se dedica a la confección del sombrero. Este producto es un orgullo nacional y un custodio de una tradición ancestral que se transmite de padres a hijos y de abuelos a nietos.

El nombre ‘Panamá’ proviene de que los trabajadores que construyeron el famoso canal interoceánico, que conecta el Atlántico con el Pacífico, usaban el sombrero para protegerse del sol durante las largas jornadas de trabajo al aire libre.

Sin embargo, su historia se remonta mucho más atrás en el tiempo. Los pueblos indígenas de Ecuador ya tejían estos sombreros en la época precolombina. Posteriormente, con la llegada de los conquistadores españoles, quienes quedaron deslumbrados por la fineza, comodidad y eficacia del producto, comenzaron a llevarlos a Europa para su comercialización a partir de 1630.

En 1854, la exportación de sombreros de paja toquilla superó a la del cacao, y una década después, en 1864, más de medio millón de sombreros fueron enviados desde el puerto de Guayaquil. Sin embargo, fue con la construcción del canal de Panamá y la difusión global de esta monumental obra de ingeniería que la demanda de sombreros alcanzó niveles insospechados.

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Sombrero Panamá
Rodrigo Caballero

Verdaderas obras maestras de la producción artesanal, los sombreros de Pile son reconocidos mundialmente por su elegancia y la fortaleza de su tejido. Además de ofrecer eficaz protección contra los rayos solares, tienen la particularidad de poder ser doblados o enrollados sin deformarse, siempre regresando a su forma original. Actualmente, se venden en las tiendas más exclusivas de las grandes ciudades del mundo y se han convertido en un símbolo de estatus y refinamiento. Es la prenda oficial del torneo de tenis Roland Garros, y es probable que el lector los haya visto coronando la estampa de figuras como Winston Churchill, Clark Gabble, Humprey Boggart, Sean Connery o Brad Pitt. Los mejores ejemplares pueden llegar a valer hasta US$ 50 mil, y el tiempo que le lleva a un tejedor confeccionar un sombrero de alta calidad puede superar los 12 meses.

DISPUTA POR EL ORIGEN

Existe una discusión sobre el origen de los sombreros de paja toquilla. Una corriente sostiene que tienen sus raíces en Cuenca, pues es allí, en la ciudad conocida como la más bonita del Ecuador, donde se produce la mayor cantidad de estas prendas. Quizá sea ese el motivo de la confusión.

Don Marcial Espinal, en cambio, asegura que “el sombrero no es cuencano, aunque muchos digan que sí lo es. El cuencano no es igual. Se hace a máquina y en pocos días, como en dos meses nomás. Y no dura mucho. Se daña rapidito. Se va partiendo porque le ponen un líquido químico para que quede súper blanco”. Luego agrega con orgullo, mientras muestra la foto de una maravilla sobre la que trabaja ahora: “El sombrero verdadero es cien por ciento de Pile, Montecristi. Usted sí me entiende”.

Pero para realmente entenderlo, no basta con leer esta nota. Es necesario, además, tomar un sombrero de Pile por las alas, calzarlo en la cabeza con suma delicadeza y sentir la frescura de su sombra mientras se saborea un buen ron, inmunizado del imponente sol del medio del mundo por esa joya de la artesanía ancestral ecuatoriana.

La calidad de un sombrero de paja toquilla está determinada por los puntos de la trama. A mayor cantidad de puntos, mayor finura. Cada hebra se teje con una precisión absoluta, y el resultado es un tejido de tal tersura que recuerda la seda. “Ahora estoy haciendo uno de 64 puntos, que es lo más fino que se puede hacer”, comenta Espinal. “Hasta ahí llega la cosa. Ya no se pueden hacer más puntos porque el material no lo permite. Pero estos los hago solo por encargo, ya que aquí no se venden. Los súper finos van para Nueva York, Europa, por esos lados. Aquí no se paga lo que valen esos sombreros”, explica.

Súper finos.

Don Marcial Espinal es uno de los “tejenderos” de sombreros de paja toquilla más notables del pueblo. Y también del mundo.

Nació en este pueblo hace 52 años y aprendió el oficio observando a su madre. Ella no le enseñó directamente a tejer, pero él la observaba trabajar, y de esa forma fue conociendo los secretos de este tradicional arte. Con solo 10 años, se animó a hacer sus primeros sombreros, momento en el que su mamá empezó a apoyarlo con valiosos consejos, especialmente en la etapa final del proceso, en el acabado, supervisando “los últimos toques para que todo estuviera bien”, cuenta el artesano. Así pasaron varios años de perfeccionamiento, hasta que un día decidió cambiar el rumbo de su vida. “Me fui al mar, a la pesca’” recuerda Espinal.

La costa de Manabí es rica en diversas especies de atún, como el aleta amarilla, el ojo grande y el bonito barrilete, muy codiciados por su exquisita carne y otros productos principales de exportación de Ecuador. Sin embargo, Espinal no permaneció mucho tiempo en el duro oficio de pescador. Al poco tiempo, comenta: “Me cansé de ese trabajo y regresé al tejido. Y ya llevo casi cuatro décadas elaborando sombreros, dedicado al cien por ciento”.

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Sombrero Panamá
Rodrigo Caballero

Sus creaciones son de las más refinadas que se pueden encontrar. Se las identifica por sus iniciales M.E., llevan los sellos “Original” y “Pile”, así como la bandera de Ecuador, y solo las fabrica en las variedades denominadas “ultra finos” y “súper finos”. “Un sombrero de los que yo tejo se está vendiendo en el extranjero por unos US$ 40 mil, hasta US$ 50 mil. Está hecho a mano, a puro dedo, como decimos nosotros, con la materia prima que conseguimos aquí mismo, en Pile, adentro de la montaña”. señala Espinal.

Los sombreros de mayor calidad le requieren alrededor de 12 meses de trabajo, tiempo en el cual el clima influye significativamente en el proceso de elaboración. “Cuando el tiempo está soleado, en verano, no se puede tejer porque el calor hace que las pajas se quiebren”. Por eso, los maestros tejedores trabajan durante las horas más frescas del día: al amanecer o al atardecer.

PATRIMONIO CULTURAL VIVO PARA LA HUMANIDAD

El 5 de diciembre de 2012, la Unesco incluyó al “Tejido tradicional del sombrero de paja toquilla ecuatoriano” en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Este reconocimiento busca visibilizar no solo la destreza y creatividad de los artesanos, sino también el profundo valor cultural y social de esta tradición ancestral. Va más allá de la concepción monumentalista del patrimonio y del enfoque conservacionista de la artesanía como un simple objeto. En lugar de eso, destaca el conjunto de conocimientos, prácticas y técnicas tradicionales que se transmiten de generación en generación.

El proceso de tejer los sombreros de paja toquilla es considerado una labor de paciencia, precisión y destreza, que implica un vínculo profundo con la tierra, el clima y la cultura local. El reconocimiento de la Unesco, además de poner de relieve la importancia económica y cultural de este oficio, tiene un impacto significativo en la autoestima de las comunidades involucradas. Esta distinción no solo valida su tradición, sino que también permite una reivindicación de su identidad cultural frente al mundo. A través de este reconocimiento, las comunidades se comprometen a continuar con la transmisión de estos conocimientos a las futuras generaciones, asegurando que el arte del tejido del sombrero de paja toquilla perdure en el tiempo. La inclusión en la lista de la Unesco también promueve el intercambio cultural y el respeto por la diversidad, inspirando tanto a las generaciones jóvenes como a las de otras partes del mundo a valorar y preservar el patrimonio intangible de los pueblos originarios de Ecuador.

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