Aeródromo de Melilla cumplió un siglo en el aire

Compartir esta noticia
El aeródromo que lleva el nombre de su creador continúa siendo una referencia para los pilotos.

Aniversario

Este mes cumple 100 años el Aeródromo Ángel S. Adami, para todos el viejo Aeropuerto de Melilla. Los pioneros de la aviación uruguaya lo crearon y todavía sigue en pie.

"Las colinas, bajo el avión, ya abrían sus surcos de sombra en el oro de la tarde. Las llanuras se volvían luminosas, pero de una luz inútil: en este país no terminan nunca de entregar todo su oro, así como después del invierno no terminan de renunciar a su nieve”.

Así comienza Vuelo nocturno, la novela de Antoine de Saint-Exupéry, más conocido como autor de El Principito. Cuenta la peripecia de Fabien, un joven piloto que en pleno vuelo debe enfrentar una tormenta mientras atraviesa Los Andes. Algo que Saint-Exupéry conocía muy bien, él mismo piloto y jefe de la base de la Compañía Aeropostal Francesa en Buenos Aires. Ambientada en 1929 cuando volar era un acto de heroísmo muchas veces marcado por la tragedia. Pero Saint-Exupéry y tantos otros pilotos se habían enamorado de esa facultad que los acercaba a los dioses. El célebre piloto francés no solo surcó los cielos uruguayos varias veces, también estuvo en su suelo.

El 31 de julio de 1930 hizo escala en Melilla para traer a seis médicos argentinos. Su pasaje quedó en los registros. No era una terminal que utilizara habitualmente, ya que los franceses tenían su base en Pando, donde hoy está la Escuela Militar de Aeronáutica. Pero la terminal ubicada en las afueras de Montevideo era un paso casi ineludible para los ases del aire de la época.

La torre de control del aeródromo Ángel S. Adami como luce actualmente.
La torre de control del aeródromo Ángel S. Adami como luce actualmente.

El 2 de julio pasado el Aeródromo de Melilla, que lleva el nombre de su fundador Ángel Salvador Adami, cumplió sus primeros 100 años. Y durante ese siglo ha sido una referencia constante para toda la aviación civil uruguaya. Prácticamente todos los pilotos que han obtenido alguno de los grados de su brevet profesional han pasado por sus pistas.

“Melilla es el lugar donde se ha formado la enorme mayoría de los pilotos civiles del Uruguay. Se les dice los melilleros, en la jerga”, asegura el capitán aviador Eduardo Mazzucchelli, de la Dirección Nacional de Infraestructura Aeronáutica y Aviación Civil (Dinacia).

Lo cierto es que este antiguo campo de aviación fue fundado el 2 de julio de 1920 por aquel pionero inquieto del aire, periodista, fotógrafo y aviador que fue don Ángel Salvador Adami. En 1914, apenas 12 años después que los célebres hermanos Wright echaran a andar sus máquinas volantes, Adami ya impartía clases a los futuros pilotos. Su primera escuela estuvo donde hoy se encuentra la Estación Atlántida. Pero sobrevino la Primera Guerra Mundial y el aire fue ocupado por las máquinas de guerra. Así que no fue sino hasta la segunda década del siglo XX que el pionero pudo ver cumplido su sueño de un gran campo de aviación.

“En esos años, entre el 20 y el 36, Melilla fue el punto de concentración de las actividades académicas en materia de vuelo, base de estas compañías. Cerca de 1926 uno de los hangares que estuvo hasta hace poco, en el último gran temporal se le volaron los techos, todavía estaba el cartel que decía Centro Nacional de Aviación y en el alero de ese hangar había un letrero que decía Escuela Civil de Aviación, tenemos una foto que lo acredita”, recuerda Mazzucchelli.

Un apunte: en 1936 se crea Primeras Líneas Uruguayas de Navegación Aérea (sí, Pluna), que comenzó operando algunos vuelos allí en Melilla.

PRIMEROS VUELOS. Aquel lejano 2 de julio tres vuelos despegaron del campo de aviación de Melilla. El primero en salir fue un capitán de la Royal Air Force británica, Charles E. Wilmot, que utilizó un biplano muy conocido durante la Primera Guerra Mundial: el Avro 504.

En el segundo vuelo de aquella jornada inaugural Wilmot llevó como copiloto al fundador y alma mater de la aviación uruguaya Ángel Salvador Adami. Y el tercer vuelo lo hizo el capitán Cesáreo Berisso, que hoy da el nombre oficial al Aeropuerto Internacional de Carrasco.

Volar en aquellas máquinas era todavía un acto de osadía. Muchos pilotos dejaron su vida en esas proezas.

Durante años este aeropuerto fue un punto ineludible para todos los vuelos.
Durante años este aeropuerto fue un punto ineludible para todos los vuelos.

“Hubo cuatro aviadores comerciales importantes en esa época, uno de ellos se accidentó enseguida. De Tomassi falleció en San José, Bonilla que era otro que además era constructor de aviones, se accidentó y en 1915 dejó de volar. El único que quedó, pese a que se accidentó varias veces, pero quedó volando fue Adami”, recuerda el coronel aviador (retirado) Álvaro Quirós, referente del Museo Aeronáutico uruguayo y apasionado historiador de la Fuerza Aérea.

“En 1920 el único aeródromo que había era el de Boiso Lanza, que había empezado en 1916, donde había una escuela de vuelo. Pero era un peligro operar allí: no había comunicaciones, no había planes establecidos, cada uno aterrizaba como quería, o sea que si a eso se le agregaban aviones de transporte con pasajeros era un peligro para todos”, recuerda Quirós.

Y así en aquellos primeros años el campo de Melilla se fue convirtiendo en una referencia ineludible.

“Hasta la mitad de la década del 30 los aviones no necesitaban mucho campo, eran livianos, entelados, podían operar sin problemas. En los años de pre-guerra empezaron a venir aviones más pesados, y Pluna que empezó en el 36 con aviones viejos, operaba sobre todo en Boiso Lanza”, apunta el historiador aeronáutico.

Durante la Segunda Guerra Mundial la aviación militar dio un salto gigantesco. Las máquinas se volvieron más pesadas y sofisticadas, esas enormes estructuras volantes serían heredadas al término del conflicto por la aviación comercial. “Cuando empezaron a venir los aviones DC2 en la década de 1940, se dieron cuenta de que necesitaban campos más grandes”, apunta Quirós.

Hasta 1947 continuaron operando vuelos comerciales en Melilla, pero pronto se concentraron en Carrasco que había ampliado sus pistas. Sin embargo, la terminal que había inaugurado Adami continuó siendo una referencia para los pilotos. Lo que durante varias décadas se conoció como el Centro Nacional de Aviación pasó a ser el Aeroclub del Uruguay.

Pero si hay una figura que se destaca entre aquellos pioneros de la aviación de las tres primeras décadas del siglo XX fue sin duda Adami. Aquel inquieto corresponsal de las revistas argentinas Fray Mocho y Caras & Caretas fue el primer piloto graduado en 1914. Una fotografía de 1915 lo muestra orgulloso en los mandos de un Farman, que era apenas una estructura ultraliviana de madera y tela con la que hizo sus primeros vuelos.

Adami fue el anfitrión de cada uno de los pilotos extranjeros que llegaron al país en esas épocas. Los historiadores llaman “misiones” a los vuelos que llegaban en aquellos biplanos desde lejanas latitudes.

“La misión inglesa que estaba encabezada por el May. de la R.A.F. Frank P. Scott, quien representaba a la empresa británica A.V. Roe Co.Ltd., fue la primera en arribar”, apunta el historiador oficial de la aviación civil y militar en Uruguay, el aviador Juan Maruri, autor de varias obras que hoy son referencia. Y a estas misiones siguieron varias más, italianos, franceses y algunos alemanes.

Las primeras demostraciones de acrobacia aérea dejaron deslumbrado al propio presidente Baltasar Brum que concurrió al campo de Melilla a presenciarlas.

Volar en aquellos años era bien distinto a la experiencia de los pilotos actuales. Por ello la obra del autor francés es, no solo un tesoro literario, sino uno de los mejores testimonios de aquellos que amaban su combate con la naturaleza: “Oírlo nacer, rugir y desvanecerse, como el paso formidable de un ejército en marcha entre las estrellas”. (Vuelo nocturno, Antoine de Saint-Exupéry)

Libro de vuelos de Melilla

Los primeros instructores fueron dos aviadores británicos, los capitanes Charles E. Wilmot y James Frazer Bremmer. “De acuerdo al Libro de Vuelos del Centro Nacional de Aviación que se inició el día 2 de Julio de 1920, el primer vuelo se realizó ese día en un avión AVRO 504 K piloteado por Wilmot, quien media hora más tarde vuela nuevamente llevando a Adami como pasajero y el tercer vuelo de ese día lo efectúa el Cap. Cesáreo Berisso solo, en ese mismo avión”. Las Misiones Aeronáuticas Extranjeras, de Juan Maruri.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar