NOMBRES
Todos los recuerdos que tiene son como famosa. La actriz argentina vivió siempre entre estudios de grabación y papeles de ensueño, entre ellos Mili en Chiquititas, que le valió un Martín Fierro.
Tenía solo seis años la primera vez que audicionó en un casting. Era fanática de Flavia Palmiero, se enteró que buscaban una niña de diez años para sumarse a La ola está de fiesta y le insistió tanto a su madre que la convenció para que la anotara. Agustina Cherri, que no le daba tregua al baile en su casa, compitió contra 3.500 chicas del Conservatorio Nacional de Danza y se ganó el lugar contra todos los pronósticos.
Esta muchacha oriunda de Pilar y autodidacta conquistó a varios directores gracias a su talento inigualable para llorar. Logró tal dominio de sus glándulas lagrimales que sabe cuándo debe soltar la lágrima. “Hay directores que me conocen y me pueden llegar a pedir de qué ojo llorar”, confesó en la mesa de Mirtha Legrand seis años atrás.
Lo que sigue es una historia conocida marcada por personajes memorables en telenovelas de culto: fue Camila en ¡Grande, Pa!, Mili en Chiquititas, Violeta en Verano del 98, Rocío en Mis amigos de siempre y la lista hasta llegar a Lola en La 1-5/18, su último rol, es larga.
Cumplió 39 años el 15 de febrero pero da la impresión de que es eterna. Y algo de cierto hay en esa sensación. Es que no hemos parado de verla protagonizar tiras -salvo los cuatro años sabáticos que se tomó para dedicarse por completo a sus dos primeros hijos, Muna y Nilo, que tuvo con Gastón Pauls.
Todo sucedió de golpe y sin que lo planeara. No tuvo tiempo de formarse en una academia. Toda su experiencia la hizo al andar. Esta mujer a la que le llovieron personajes que cualquier artista anhelaría no tiene recuerdos de su vida sin ser famosa: “Desde que tengo memoria la mirada del otro siempre está”.
Hay un público que la sigue, que se crió con ella y fue testigo de su crecimiento en los sets de TV. Cualquier similitud con un reality show es mera coincidencia. Es que a pesar de que aclara que tuvo una infancia “sana”, que fue una niña “muy cuidada y mimada”, su niñez fue atípica. Tanto que cuando sucedió el fenómeno de Chiquititas en el Gran Rex a su madre le aconsejaron que la llevara a la psicóloga. Agustina recuerda que la terapeuta hizo el cálculo y le dijo que había pasado más horas dentro de un estudio de televisión que en casa con su mamá.
Terapia alternativa
A su fama se sumó haber estado en pareja con mediáticos -Nicolás Cabré y Gastón Pauls- pero jamás vivió el exceso de popularidad como un trauma. Quizás naturalizó todo porque sus padres no tenían nada que ver con los medios y fueron su cable a tierra. O porque al volver de las grabaciones, las giras o el teatro era una más: “Hacía la tarea y ayudaba en casa como cualquiera de mis hermanos”. Así lo reflexiona a la distancia.
Aunque es consciente de que “muchos actores jóvenes terminan para la mierda”, agradece que no haya sido su caso.
Hizo un único intento por retomar la terapia, sin éxito: “Le contaba solo ciertas cosas, era medio autoengaño”. Entonces abandonó el diván y encontró en la fundación Chaka -que trabaja por la nutrición en los niños y de la cual es presidenta y fundadora- su mejor antídoto contra todo sufrimiento.
Su historia con el activismo no es reciente. Creó hace una década Amigos del Alma (ADA), una fundación que luchaba por la violencia de género “cuando nadie hablaba del tema”.
No integra el colectivo Actrices Argentina “porque hay cosas que comparto y otras que no” y elige militar desde su rol en Chaka: pasa días enteros junto a sus hijos en los comedores y “eso hace que todo valga la pena”.
Bien dicen que la genética es una ciencia exacta. Muna Pauls Cherri, hija de Gastón Pauls y Agustina Cherri, tiene un parecido con su madre que impresiona: “Es igual a mí pero más blanca”, reconoció la actriz. Al igual que sus papás, le corre arte por sus venas. La niña de 12 años estudió piano, comedia musical y canto. Acumula más de 700.000 seguidores en Instagram, donde comparte vídeos con temas compuestos por ella. Se hacía un festín cada vez que iba a los camarines con su mamá. Y seguirá sus pasos: se fue a Nueva York a perfeccionarse en baile y canto. “Tiene muy claro lo que quiere y eso me deja tranquila”, confesó Agustina.
Equilibrio
Fue mamá de Muna a los 26 años y fue la primera vez que puso un freno a su carrera. Los embarazos le vinieron como anillo al dedo para bajar la pelota al piso. Se quedó cuatro años en su casa sin hacer nada y -asegura- “fue el mejor parate de mi vida”. No extrañó el medio. Disfrutó la distancia. Empezó a sentir la necesidad de volver cuando Nilo, su segundo hijo, cumplió un año. Venía rechazando varias propuestas. “No quería que dejaran de llamarme”, reconoció.
Se reunió con Adrián Suar ocho meses antes de empezar a rodar Mis amigos de siempre y él le dijo: “No tengo nada, pero quiero que estés vos con el pelo corto, y bancalo, no lo muestres”. Y sorprendió a todos con look renovado ese 2014.
Desde entonces conjuga la maternidad con su profesión. Equilibra los roles pero el tiempo que pasa en el hogar que comparte con Tomás Vera, su actual marido y padre de su hija Alba, es un tesoro. Ahí está todo lo que necesita para ser feliz: una huerta donde cultiva sus alimentos, árboles frutales, sus perros, la casa del árbol donde juegan sus hijos, un jardín inmenso con fogoneros para invitar amigos. “Mi casa es mi templo, mi refugio y si fuera por mí estaría todo el día ahí”.
Familia atípica: gigante, ensamblada y macrobiótica
Tomó la decisión de hacerse vegetariana diez años atrás y lo hizo a consciencia: investigó y estudió cocina macrobiótica para conocer los alimentos que iba a ingerir. Armó una huerta orgánica en su casa donde cultiva sus propios alimentos. Al nacer sus hijos se asesoró con una pediatra antroposófica y los niños fueron macrobióticos hasta los tres años, edad en que sus órganos terminaban de desarrollarse, y vegetarianos hasta el día de hoy. Dentro de su hogar la alimentación es estricta y consciente: los niños no toman refrescos, no consumen carnes ni lácteos; toman maca y espirulina, pero si van a un cumpleaños tienen permitido comerse unas papas chips.
La dieta no es lo único llamativo en la vida de Agustina Cherri. Su familia ensamblada es poco común pero maravillosa. Estuvo en pareja siete años con Gastón Pauls, tuvo dos hijos con él (Muna y Nilo), rehizo su vida con el fotógrafo Tomás Vera, a quien conoció en el casamiento de su íntima amiga y también actriz, Marcela Kloosterboer, y fue un flechazo.
“Fui sola y con cero expectativa. Apareció Tomás y quedé flechada. Nunca nos habíamos cruzado, nos vimos ese día y nunca más nos separamos”, contó. Es tal el buen vínculo entre toda la familia que es lo más frecuente llegar a la casa de Agustina y Tomás y encontrarse a Gastón Pauls tomando unos mates con ellos en la cocina. “Tuvimos una separación súper pacífica y eso ayudó a que nunca dejáramos de querernos”, aseguró la actriz sobre su ex. Viven a tres cuadras uno del otro y los hijos mayores van de una casa a la otra en bicicleta. “Si nos ves, somos los Ingalls, vamos a todos lados juntos. La pasamos genial. Gastón ama a Alba (hija de Agustina y Tomás), ella lo ve y se desespera. Más que ensamblada es una familia gigante, porque se multiplican las abuelas... así nos tomamos todo”.