Alan Moore, el creador de comics que se hizo mago

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Alan Moore

NOMBRES

El guionista de historietas como V de Venganza y Watchmen abandonó la fama para convertirse en un hechicero contemporáneo.

Cuando recientemente Netflix estrenó la serie Sandman, el nombre de Alan Moore volvió a aparecer, no porque Moore haya sido el creador de la historieta que fue adaptada para televisión —ese es Neil Gaiman—, sino porque en la serie aparece Johanna Constantine, una “versión” de John Constantine (interpretado en el cine por Keanu Reeves en 2005). Ese personaje sí es una creación de Moore (y varios dibujantes). Incluso cuando ya no tiene nada que ver con las marcas DC o Marvel, el nombre de Moore sigue apareciendo. Es que la frondosa imaginación de este inglés ha dejado una huella profunda en la cultura de masas.

Moore nació en la ciudad de Northampton, Inglaterra, hace 68 años. Vivía en la parte más pobre de esa ciudad. Un lugar “triste y monocromático”, como él mismo ha dicho. En 1968, Mick Jagger cantaba —en Street Fighting Man— sobre qué podía hacer un niño pobre excepto cantar en una banda de rock. Moore no parecía tener siquiera esa posibilidad.

Para él, la única ventana que le permitía mirar más allá de ese lugar triste y monocromático, eran los relatos mitológicos que leía y, también, las historietas de superhéroes estadounidenses: “Aventuras coloridas de gente que no tenía restricciones, gente que podía volar sobre los techos de las casas, o volverse invisible”.

Faltaría para que Moore pudiera ser él mismo autor de ese tipo de aventuras, pero ya se había plantado la semilla. Antes, tuvo que lidiar con trabajos poco remunerados y repetitivos. La clase de trabajos que la sociedad le asigna a quienes, como él, provienen de lo más humilde.

Pero a fines de la década de 1970 Moore empezó a vender guiones para distintas revistas alternativas y under. En esos primeros años quiso hacer todo él, guionar y dibujar, pero pronto se dio cuenta de que no tenía la habilidad y —sobre todo— la rapidez que hay que poseer para ser dibujante de comics.

Los guiones de Moore impresionaron a muchos entendidos y ejecutivos de la industria de historietas en Inglaterra, y pronto Moore estaba colocando historias en revistas como 2000AD, una publicación que revolucionó al mercado de comics en Inglaterra. También escribió guiones para otras editoriales, como V de Venganza (o "Vendetta"), comic publicado por la empresa Quality Communications.

V de Vendetta
De esta revista salió la imagen de Anonymous.

No pasó mucho tiempo antes que una de las dos editoriales más grandes de Estados Unidos —DC— abriera sus cuentas bancarias y le ofreciera a varios guionistas y dibujantes de 2000AD cuantiosas sumas para que estos imprimieran su talento en las propiedades intelectuales de esa empresa.

Moore fue uno de esos y en 1983 empezó a guionar La cosa del pantano, un personaje que hasta entonces chapoteaba en la periferia de DC. Lo que Moore hizo con ese personaje también impresionó: entre otras cosas, le dio a la historieta una faceta ecológica. De repente Moore era un capo de la narración y sus servicios empezaron a ser muy demandados, tal como lo habían sido en Inglaterra.

Moore se paró en los pedales y empezó a escribir casi con frenesí. No solo revivió a varios personajes secundarios de La cosa del pantano, sino que también creó uno nuevo: John Constantine, un mago inglés de clase trabajadora cuyo aspecto (diseñado por varios dibujantes e ilustradores) estaba inspirado en Sting. Constatine fue también un éxito, faltaba más, y tuvo su propia revista.

John Constantine
John Constantine, mago.

Moore era uno de los guionistas más hot de los comics en la década de 1980, y pronto empezó también a narrar historias de personajes centrales de la casa editorial DC, como Batman (suya es la historia de la serie La broma asesina, una de las más celebradas de esa época), Superman, la Mujer Maravilla y otros.

tapa revista La broma asesina
La broma asesina.

Pero Moore quería más. No estaba satisfecho con darle su particular vuelta de tuerca a personajes creados por otros. Quería crear historias desde cero, con personajes hasta entonces inexistentes y ver hasta dónde podía llegar.

Resultó que podía llegar muy lejos. En 1986 presentó, junto al dibujante Dave Gibbons Watchmen, una historia en la que imaginaba cómo sería el mundo si realmente existieran “superseres”. Palabras más, palabras menos, Moore se preguntaba qué haríamos si existieran seres que superarían a los seres humanos en todo lo imaginable. Si los humanos supieran que por más que se esforzaran en superarse, siempre habría alguien que anularía todo ese esfuerzo. Watchmen fue, otra vez, un gran éxito y la marca vive prácticamente hasta hoy (la serie de televisión homónima se estrenó en 2019).

Watchmen comic
Watchmen comic

Pero Moore no se durmió en los laureles. Y en vez de quedarse en la zona más exitosa de la industria, se fue a escribir para editoriales más pequeñas. Ganaría menos dinero, pero tendría menos restricciones para sus ideas, que siempre tuvieron facetas sorpresivas y polémicas. Entre otras cosas, Moore siempre fue frontal acerca de sus posturas políticas (es anarquista) y muchas veces las incluyó en sus historias.

Durante ese período de su trayectoria, Moore también fundó su propia editorial, Mad Love, cuyo primera publicación fue una antología de comics denominada Aargh, que por su sigla en inglés significaba “Artistas contra la homofobia rampante del gobierno”. Él y otros creadores se pronunciaban así contra un proyecto de ley del gobierno de Margaret Thatcher, la Cláusula 28, que según sus impulsores iba a prohibir la “promoción de la homosexualidad”. Ni él ni otros opositores a ese proyecto de ley lograron detenerlo, pero Moore no se desanimó: “No logramos pararlo, pero nos unimos al escándalo que generó, lo cual hizo que la ley no fuera tan perversa como sus creadores habían querido” (la ley fue posteriormente derogada).

Moore regresó brevemente a lo más comercial de los comics cuando empezó a escribir para la editorial Image, que en una época parecía que podía llegar a convertirse en la tercera en discordia de un mercado dominado por Marvel y DC.

Pero el desencanto con la industria editorial de historietas lo llevaría de nuevo a alejarse. “Me encantan los comics, pero detesto a la industria”, ha dicho. Entre otras, una de las cosas que más molestan a Moore de esa industria es la fijación de esta por llevar a los personajes de sus tiras al cine. Eso parece sacarlo de quicio. Tanto que ha logrado que se quite su nombre de la adaptación cinematográfica de su creación más famosa, Watchmen (tampoco aparece en la serie televisiva del mismo nombre).

Las razones de Moore para no querer figurar son un intríngulis, pero el efecto concreto es que se pierde de aumentar sustancialmente su cuenta bancaria. “No se puede comprar esa clase de empoderamiento: saber que uno no tiene un precio, que por más dinero que te ofrezcan, no vas a comprometer tus principios”.

Porque la fama (y el dinero que muchas veces viene con ella) no le importan a Moore. En un larga entrevista filmada que da lugar al documental de 2003 The Mindscape of Alan Moore (El paisaje mental de Alan Moore), el guionista y escritor lo dice claramente: “No firmé nada para convertirme en una celebridad”.

En lugar de seguir ideando historias y personajes para la industria, Moore escribe para editoriales independientes, y en algunas de sus obras presenta su visión del mundo, en la cual la magia es fundamental. No se trata de ilusionismo o trucos. La magia, para Moore, es la palabra. La palabra moldea o incluso determina a la realidad, porque tiene el poder de cambiarla. A él se le ocurrió una historia como Watchmen, y mediante la materialización de esas ideas gracias en parte al dibujante Gibbons y a las imprentas que produjeron miles de revistas, la “realidad” fue alterada por algo que previamente no existía (dando lugar, entre otras cosas, a la generación de millones de dólares para los accionistas de Warner Brothers, propietaria de DC Comics).

Buena parte de las posturas de Moore se inspiran en el "hermeticismo", una serie de prácticas y principios basadas en gran medida en el libro Corpus hermeticum, atribuido al helénico Hermes Trismegisto. Y si todo esto empieza a parecerse al ocultismo y/o paganismo, se está en lo correcto. Moore se opone al monoteísmo. Entre otras cosas porque Dios es lo inefable, o sea aquello que no puede ser puesto en palabras. ¿Hay mayor afrenta que esa para un escritor?

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