Faltaban cuatro días para la última Navidad cuando Alejandra Rey (55 años) recibió la noticia. Tenía cáncer en ambas mamas. Haber iniciado una terapia de remplazo hormonal por la menopausia —que puede actuar como desencadenante a largo plazo— la había hecho estar atenta.
“Tenía una mamografía normal de mayo. Me palpé un bulto, como si fuera un carozo. Como sabía que no era normal en mi mama, hice la consulta”, cuenta a Domingo sobre un tema que recién reveló hace una semana en Saber vivir mejor, el programa sobre salud que comparte con Soledad Ortega en Canal 10.
Recuerda que la mamografía siguió dándole normal, pero la doctora Graciela Vázquez insistió con los estudios y finalmente llegó al diagnóstico. “Primero fue muy duro, asumir por qué, qué quiere decir”, señala. El pasado 9 de enero le practicaron una mastectomía bilateral y no tuvo que hacer radioterapia porque no había mamas para radiar. Tampoco tuvo que pasar por quimioterapia, algo que agradece a un estudio que no está cubierto por el Sistema Nacional Integrado de Salud y por eso invita a las mujeres a pelear por que se lo incluya (oncotype). “Te evalúa la posibilidad de metástasis a nueve años y te lo contrasta con el riesgo de la quimioterapia”, explica.
Finalmente a principios de julio tuvo la cirugía de reconstrucción mamaria, le colocaron una prótesis bilateral financiada por el Fondo Nacional de Recursos. “Estoy adaptándome: las mamas a mí y yo a ellas. Ya le veo cosas positivas, están mucho más altas que las anteriores”, comenta con ese humor que le es característico. Sabe que recién podrá definirse como “curada” en cinco años, pero ya vivir con la esperanza de sanar es muy importante para ella.
Rescata que pudo darse cuenta de qué cosas la hicieron más fuerte y cuáles no. Dentro de las primeras está el pedir ayuda. Siempre fue de esas mujeres que resuelven y, como tal, comenzó el camino sola creyendo que eso estaba bien. Pero un día se encontró esperando media hora el resultado de una tomografía sin nadie a su lado y se lo cuestionó. “Qué necesidad de estar sola. Mirá si el resultado era malo, ¿por qué iba a estar sola teniendo muchos apoyos?”, dice.
Fue ahí que decidió que la iban a acompañar y se basó, no sabe por qué, en un clan de mujeres y a cada una le asignó una función específica, desde acompañarla a las consultas con el oncólogo hasta ir con ella a la peluquería previo a la cirugía. Se acuerda que su peluquera le llevaba comida casera todos los días. “Aprendí que a mí me hacían muy bien y a la persona que me ayudaba también”, destaca.
Alejandra tiene una familia numerosa, que también estuvo muy presente. A sus padres, un trabajador y una ama de casa, prefirió dejarlos un poco por fuera por la edad. Pero sus cinco hermanos —tres mujeres y dos varones— siempre estuvieron brindándole su respaldo. Lo mismo su marido y sus hijos.
Es entonces que recuerda cómo fue su infancia en Pocitos. “Mis padres nos criaron con mucha austeridad, con mucha responsabilidad, solidaridad, cuidado del otro… Si pasás por mi casa, vas a tener un almuerzo, una cama y mi madre que te va a cuidar como si fueras un hijo”, destaca sobre esos padres que siempre insistieron en que no dejaran de estudiar.
Alejandra siempre quiso ser médica. “En sexto año de bachillerato me gustó mucho matemáticas y dije que quería ser profesora; me duró creo que tres meses”, comenta a las risas. Entró a la Facultad de Medicina e hizo la carrera en tiempo porque era muy buena estudiante; en julio pasado cumplió 29 años de recibida. “Amo la carrera y me conmueve que siga habiendo gente con vocación”, afirma.
Gracias a la medicina llegó a la televisión. Resulta que como médica neumóloga fue designada por sus colegas para ir a Buen día, Uruguay (Canal 4) para hablar de EPOC. A Rafael Arza, el productor, le gustó su participación y le dijo: “Vos que hablás bien, ¿podés venir a hablar de temas médicos?’” Y Alejandra, que confiesa que es de tirarse a la pileta sin valorar mucho los riesgos —“los veo después”, admite—, aceptó.
Tuvo su espacio una vez por semana hasta los inicios de la pandemia, que el programa cambió su estructura. No pasó una semana que la llamaron de Polémica en el bar y allí se quedó. Fue en el programa de Canal 10 que se ganó el apodo de “La diva de los tapabocas” porque fue de las primeras en insistir en su uso al ver que colegas en Milán (Italia) con los que estaba mucho en contacto lo recomendaban.
“Esa fue mi bandera. Pedía que Lacalle Pou no se sacara más selfies, que no se dieran más besos, y que la gente que viniera del exterior se aislara y usara tapabocas”, recuerda.
Estuvo en Polémica en el bar mientras consideró que su participación era útil. Hoy, por más que la invitan siempre, prefiere no ir porque no le gusta abordar temas sin prepararse y para eso le falta tiempo. “Me generaba mucho estrés, pero lo disfruté mucho y sentí que cumplí un rol que hasta hoy muchos me lo agradecen. Además, descubrí una faceta de la comunicación que hizo que saliera Saber vivir mejor, que me gusta mucho hacer”, sostiene.
Dice que su marido sufría cada vez que iba a Polémica, temía que estuviera expuesta a que la agredieran en tiempos en que la gente estaba muy violenta. Ese marido que es diez años mayor que ella y que conoció siendo su secretaria en una empresa de seguridad vial. “Él había quedado viudo, con tres hijos varones. Un día lo miré y pensé: ‘Me gusta este hombre’. Mis amigas me decían: ‘¿Qué vas a hacer con un viudo con tres hijos? Rajá, estás loca’”, cuenta. No rajó; se quedó, crió a esos niños como si fueran propios y con el tiempo llegó Santiago, el hijo en común. El mayor, que vive en México, ya les dio dos nietas.
A ninguno pudo convencer de seguir Medicina, pero ellos sí la convencieron de pasar de ser hincha de Nacional a ser de Peñarol. “Yo solo quería que ganara Peñarol para que volvieran contentos a casa”, se justifica.
Santiago comparte con el padre el gusto por los caballos de carrera, un gusto que hizo que una yegua terminara llamándose Doctora Rey. Ella reconoce que no le pidieron permiso, pero aclara que no le molestó porque fue ganadora de premios.
Alejandra es muy sociable, algo que aconseja a todos porque “hace que la cabeza esté bien”. Tiene dos grandes grupos de amigas. El de las compañeras de Facultad se llama Dheas por una sustancia recomendada para después de la menopausia. “La ginecóloga del grupo dice que tenemos que tomarlo, pero por ahora ninguna le dio bolilla”, apunta a las risas. El otro es el de las compañeras del colegio Los Maristas, que bautizaron Escape 14 porque desde que cumplieron 40 años se van religiosamente de viaje un fin de semana al año —“si podemos más, también”, acota— y cuando soplaron 50 velitas se fueron a Punta Cana (República Dominicana).
Pero no fue el único festejo de 50 de Alejandra. Ella misma se ocupó de organizarse una gran fiesta. “El peluquero de Canal 4 me dijo: ‘¿Por qué no entrás como Susana Giménez?’”, señala. Idea sugerida, idea cumplida: entró con una boa fucsia con la canción de Susana de fondo.
En lo laboral, actualmente se reparte entre las evaluaciones de accidentes de tránsito y seguros de vida que hace en forma online para una compañía de seguros y su trabajo en el Centro de Referencia Nacional en Defectos Congénitos y Enfermedades Raras del BPS, donde está especializada en fibrosis quística y enfermedades neuromusculares.
“Son pacientes que me han enseñado y me enseñan mucho”, apunta.
Las patologías crónicas de columna de su marido los llevaron a alquilar un apartamento con piscina en Punta del Este porque en pandemia se habían cerrado las piscinas y él debe hacer natación todos los días. Con el tiempo terminaron por decidir repartir su vida entre Montevideo y el Este.
A Alejandra también le gusta hacer actividad física. Antes corría con el grupo Correcaminos y llegó a participar dos veces en la Maratón de San Francisco, de 15 kilómetros. Hoy solo hace actividad física por Zoom, costumbre que le quedó de la pandemia. Lo que mantiene es hacerlo escuchando conferencias o audiolibros.
Si se le pregunta si tiene asuntos pendientes, cree que no, pero no le cierra la puerta a nada. Quizás algún día se anime a hacer stand up —“me juega mal la memoria”, alega—, actuar o acepte colaborar en política pero como médica a cargo de una policlínica, nunca como ministra de Salud. “La vida te sorprende día a día; lo que sea que venga, que venga”, concluye.