NOMBRES
La historia de la actriz y escritora es una oda a la perseverancia: con más de treinta años le llegaron su primer protagónico en el thriller Mentiras y su libro debut.
Dejar el alma en cada personaje y en cada párrafo que brota de su puño y letra está en el ADN de Ángela Cremonte (36). Esta multifacética artista española de raíces argentinas no puede concebir el trabajo alejado de la pasión. Quizás haya sido esa entrega desmedida lo que retrasó la llegada de su primer libro y su debut en un rol protagónico. Ambos hitos se concretaron en el último tiempo: en 2020 estrenó Mentiras -serie donde encarna a la profesora Laura Munar y hoy figura entre las 10 más vistas de Netflix en Uruguay- y dos años más tarde publicó Todos mienten a la noche, novela de autoficción familiar.
La adolescente a la que su madre le rogaba que dejara de estudiar prefiere ir lento pero seguro. Esa que disfrutaba de los exámenes de latín y de las clases de teatro en el colegio es consciente de que la perseverancia es lo que mejor se le da.
Sabe que está lejos de ser la heroína guapa que cumple con todos los estereotipos requeridos para ser la principal. Remó más que muchas para llegar. Pasó por cientos de castings e hizo varios papeles secundarios -se la vio en Las chicas del cable e Hispania- hasta que al fin apareció Laura Munar, un personaje que sí necesitaba de una actriz que fuera capaz de dejar el corazón en cada escena. Que lo diera todo y fuera al límite para ponerse en los zapatos de un víctima.
A su juego la llamaron. Durante los tres meses de rodaje de esta adaptación de la serie británica Liar pasó 12 horas diarias llorando de lunes a lunes. No era un capricho. Necesitaba conectar con la sensibilidad de esa mujer “independiente, muy fuerte y muy valiente” -según define la propia Cremonte- que denuncia haber sido violada por Xavier Vera, un talentoso cirujano y padre de uno de sus alumnos.
“Asumí el compromiso de que pareciera verdad, que pareciera que lo que sucedía en cada secuencia estaba pasando por primera y única vez en el mundo delante de una cámara”, aseguró Ángela Cremonte en diálogo con The Luxominst.
La sangre tira
Fantaseó con ser arqueóloga pero se licenció en humanidades. Las letras son su punto fuerte. En paralelo, también estudió danza e interpretación. Le encanta decir que escribe desde que tiene uso de bolígrafo. Algunas historias las compartió en su blog pero la mayoría del material dormía en sus cajones. Ángela escribía compulsivamente sin plantearse el reto de publicar una novela. Por miedo, falta de confianza, auto prohibiciones impuestas o quizás una mezcla de todo eso: “Supongo que era un deseo que ni siquiera me había permitido tener”, confesó al portal español Bekia.
Hasta que apareció “el señor Planeta”, como le gusta llamar a su editor Emilio, y la ayudó a tirarse a la piscina. Dio muchas vueltas antes de concretar la idea. No tenía claro qué tema abordaría pero sabía que quería merodear territorios cercanos a su sensibilidad.
Se iluminó una noche minutos antes de salir a escena. En el momento de mayor concentración y mientras esperaba el ingreso del público a la sala, se le vinieron a la mente imágenes de sus antepasados mujeres. Aparecían sin cesar. Entonces decidió atender esa corazonada y hurgar en el germen de todas sus intrigas.
Siempre estuvo obsesionada con el árbol genealógico. El punto de partida para que esta hija de inmigrantes argentinos comenzara a escribir fue Eufrosine, su trastatarabuela italiana que cruzó el Atlántico siendo adolescente en búsqueda de un mejor porvenir. La travesía duró un mes y fue el único viaje que hizo en su vida. Llegó a un país donde no conocía nada ni a nadie, ni siquiera la lengua. Ella es, quizás, uno de los motivos por los cuales Cremonte siente tanta admiración por los migrantes: “Son personas muy valientes”, ha repetido en distintas entrevistas.
Cremonte dice que su educación emocional, gastronómica y musical fue argentina. Hay muchas palabras que usa en español rioplantese -como “pancho” o “mesita de luz”-. Toda su familia, salvo sus padres y hermanas, viven en Buenos Aires. Ese desarraigo ha hecho que necesitara mirar hacia arriba para avanzar, retroceder hacia los orígenes y saber quiénes estaban antes que ella para poder seguir construyendo futuro.
Le costó sentarse a escribir, pero según contó a Vanity Fair, “una vez superada la primera página, fluyó como un torrente”. Unir las piezas de este puzzle fue un poco armar su identidad. Es que dar a luz a esta novela la llevó por un camino introspectivo de búsqueda y autoconocimiento.
“Hasta que uno no encuentra su propia voz hay algo dentro que no está apaciguado”, confesó. Habló con su madre y sus tías sobre Eufrosine, pero aunque se empeñara en preguntar y averiguar datos en su afán de recrearla, ellas tampoco la habían conocido. Las mujeres de su familia solo tenían cuentos o relatos que habían escuchado de otros antepasados así que eligió inventársela.
Tomó el mismo recurso para los nombres propios de los protagonistas de esta autoficción: todos están cambiados salvo el suyo y el de su padrastro -Carlos Alberto Slepoy Prada-: quiso homenajear a este “hombre generoso” que luchó por los derechos de las víctimas de la dictadura militar argentina y chilena.
“Viví eso en primera línea y para mí fue una lección de vida que nunca estaré lo suficientemente agradecida. A veces me pongo vídeos de él solo para escucharlo hablar y apaciguarme”, dijo.
Cremonte está convencida de que tratar esas heridas que arrastramos de la infancia nos convierte en adultos más sanos. Por eso el libro ha sido sanador: “Me senté a escribir (las heridas) y las tengo trascendidas”, reveló a Living Backstage.
Y aunque insistió en que se trata de historias íntimas ficcionadas, no quiso compartir el material con nadie antes: sus parientes tuvieron que ir a comprar el libro a las librerías para enterarse de las revelaciones familiares que decidió compartir esta intrigante mujer.
La tragedia, su hábitat natural
Encontró en Laura Munar, la protagonista de Mentiras, a la Antígona del siglo XXI. Se devoró el guión de este atrapante thriller de seis capítulos y su deseo más profundo es que si una víctima de violación ve la serie, se sienta más acompañada. A Ángela Cremonte le sienta bien el drama y este rol parecía hecho a medida. “Los personajes con muchas complejidades emocionales y un punto de locura y extrañeza no suelen ser lo protagonistas y a mí se me dan bien. Siempre pongo el alma pero en Mentiras la tenía que poner todo el tiempo”, dijo al portal Bekia.